El lunes pasado, México asumió la presidencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU), calidad que ostentará durante noviembre. Es una posición significativa en este máximo organismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), construido para procurar la estabilidad, la paz y la seguridad en el globo. ¿Qué implicaciones conlleva este suceso? ¿Cuáles son las prioridades del nuevo Estado presidente de este organismo de seguridad?
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, varios países acordaron formar la ONU, que sería comprendido como el organismo internacional sucesor a la fallida Liga de las Naciones, impulsada por Woodrow Wilson al final de la Primera Guerra Mundial. Este nuevo conglomerado de Estados se construyó con el objetivo de acercar entre sí a las naciones, buscando incentivar la cooperación, el diálogo y la participación mundial para obtener comunicación, ayuda mutua y objetivos comunes de colaboración.
El CSNU se creó de manera simultánea, recibiendo la responsabilidad de garantizar la paz y seguridad en el planeta. Luego de algunas adecuaciones, este máximo organismo de seguridad internacional consta actualmente de 15 países, cinco de ellos (China, Estados Unidos de América, Francia, Reino Unido y Rusia) son permanentes, y dentro de sus atribuciones tienen derecho a vetar las propuestas del Consejo; mientras que otros diez son rotativos, o no permanentes, lo que significa que su estancia en el organismo es temporal, dura dos años, y si bien cuentan con voz y voto no tienen derecho a veto.
A pesar de la existencia de Estados miembros permanentes y rotativos en el CSNU, cada mes se rota la presidencia del organismo. El país que ostenta tal calidad tiene la facultad, sobre otros participantes en el Consejo, de presentar la agenda de diálogo y propuestas a revisar. De esta manera, puede moldear la dirección de la conversación en el máximo organismo de seguridad internacional.
Precisamente por ello, la posición que México ejerce hoy en día en este espacio cobra una importancia mayor. Es la quinta vez que nuestro país participa en el CSNU y en todas las ocasiones se ha mostrado a la altura de las circunstancias, tomando sus decisiones con base en los hechos, como sucedió en el bienio 2002-2003, en el que el entonces líder de la misión mexicana se negó a aprobar la invasión estadounidense a Irak por la supuesta posesión de armas de destrucción masiva del régimen de Saddam Hussein.
Entre los varios retos en materia de seguridad que México presentaría ante la comunidad internacional en su calidad de presidente del CSNU, además de colocar el acento en buscar una mayor colaboración entre los organismos principales de la ONU y un debate acerca de corrupción, inequidad y exclusión, estaría la discusión sobre el tráfico de armas pequeñas y livianas, tema que resulta de alta relevancia no sólo para nuestro país, sino para todo el globo.
En el caso de México, el tráfico indiscriminado y desregulado de armas resulta un problema severo, ya que una enorme porción es acaparada por los grupos del crimen organizado, particularmente los que se dedican al narcotráfico. Esto eleva su poder coercitivo, superando el de las fuerzas policiacas y empujando al gobierno mexicano a la errada decisión de continuar con el uso del ejército para eliminar a los grupos narcotraficantes, con tal de aminorar la inseguridad.
Otra prioridad es conversar acerca de la migración. Esta es una actividad que ocurre en todo el mundo ahora y desde tiempos inmemorables, y es muy probable que así siga siendo. No obstante, producto de una serie de situaciones, particularmente conflictos violentos y cambio climático, los flujos migratorios han crecido en los últimos años y se han vuelto más desorganizados, lo que aumenta las probabilidades de que en los movimientos las personas migrantes puedan ser víctimas, pero también causar algún problema de seguridad.
Por ende, impulsar una agenda en materia de seguridad internacional en la que se atiendan estas dos particulares prioridades no resulta exclusivamente del interés de México, sino de todo el mundo. Sin embargo, una vez concluido el periodo de presidencia en el CSNU los problemas seguirán estando ahí, por lo que nuestro país debe seguir trabajando para aminorarlos, y la colaboración regional, especialmente con el vecino del norte, deberá ser mucho más precisa, frecuente y comunicativa para llegar a tal objetivo; de lo contrario, los problemas de seguridad en el país seguirán cobrando factura, junto a las erradas políticas que han tenido los gobiernos en las últimas décadas.