Primer tiempo: Mentalidad Beckenbauer
Alguna vez le preguntaron a Franz Beckenbauer cómo hacía para tener tanta claridad de juego. El Káiser respondió que, sin importar en qué zona de la cancha se desarrollara el partido, él pensaba qué haría si el balón llegara a sus pies.
Es decir, jugaba todas las jugadas.
Debía ser agotador.
O todo lo contrario: motivación e hiperactividad pura.
Beckenbauer no era un jugador de 90 minutos, sino de 5,400 segundos. Sobre el césped, jugaba más que cualquier otro futbolista. Partido tras partido.
Es de suponer que las jugadas imaginarias de Beckenbauer eran tan eficientes y exquisitas como las que ejecutaba ante los espectadores. Claro, jugaba bien porque imaginaba bien.
Viéndolo de otra forma: era un lector voraz. Al finalizar el encuentro, el Káiser había hecho lectura de… ¿Cuántas jugadas usted cree que puedan transcurrir en un partido? Bueno, de todas ellas Beckenbauer hacía una anotación mental. Era, a la par que elegante defensa, un aguerrido académico.
Los partidos que transcurrían en la mente del alemán eran manuales de estilo, por los que hoy las universidades darían lo que fuera por tener en sus registros.
Segundo tiempo: Borrar y dibujar
Una vez un amigo pintor me contó que para que un reconocido artista accediera a instruirlo, este le encargó un desafío: dibujar un boceto en cada página de una Sección Amarilla. Tiempo para realizar la prueba: quince días.
Dibujar tantos bocetos en un papel de esa calidad y sobre páginas impresas debía ser tan agotador como correr en un campo de tierra con zapatos de vestir.
Al cumplirse los quince días mi amigo se presentó en el estudio del pintor. Le entregó, con temblorosa mano, la Sección Amarilla con un boceto en cada una de sus páginas.
Puede que la prueba impuesta por el pintor haya sido una ocurrencia, una de esas extravagancias que, se dice, cometen los artistas; o puede que alguien se lo haya pedido antes a él y que reprodujera la exhaustiva prueba ante un potencial aprendiz.
Lo cierto es que, tras esa tarea, mi amigo tenía más bocetos que todos sus colegas juntos…., pero, sobre todo, una mano y una mente preparadas para el siguiente desafío: aprender.
Tiempo extra: jugadas y bocetos
Pienso en Franz Beckenbauer y en mi amigo. En el número de jugadas y bocetos que trazaron para alcanzar la maestría.
Es curioso. Ni las jugadas que Beckenbauer imaginaba eran las que incidían en el partido (por el simple hecho de que no sucedían), así como tampoco los bocetos de mi amigo son los que más valor tienen en la galería.
Sin embargo, son estos el alma, el sistema óseo y la consecuencia natural del extraordinario quehacer del mejor defensa central de la historia y del que se convertirá en uno de nuestros máximos referentes en pintura.
Resulta evidente: la maestría es aquello que no se ve. Por este motivo invítese usted mismo, no importa la cancha en la que se desempeñe, a imaginar y a bocetear hasta el cansancio y hasta conseguir el atisbo de un legado.
La obra final valdrá la pena.
Extraordinario ejemplo para actuar en la vida! Antes de actuar imaginar y bocetear pa lograr el objetivo