Autoría de 11:43 am #Opinión, Columna invitada

La semilla crítica que cultivó 31 Minutos en protestas de Chile – Braulio Cabrera, Yoselin Ferrer, Jazmín Sánchez

Además de la fama que goza el elenco del noticiero chileno 31 Minutos entre la juventud, su presencia en las revueltas de 2019 evidenció un gesto peculiar: la confianza y la influencia que sembraron los personajes en sus espectadores cuando niñxs. Entre cacerolazos, pancartas y consignas, el pueblo chileno protestó codo a codo con sus héroes de la infancia.

Las motivaciones detrás de las protestas de noviembre de 2019 en Chile son muchas, pero las principales fueron el alza del precio en el Metro (Transantiago) y un deficiente servicio de seguridad social y salud pública; siguiendo el código genético chileno, lxs manifestantes –mayormente estudiantes y trabajadores– decidieron salir a las calles para exigir un alto a los abusos.

Reaccionando a estos reclamos, el presidente Sebastián Piñera decidió mandar al ejército a las calles, añadiendo una motivación más para protestar: la represión estatal en contubernio con las fuerzas públicas.

No obstante, y en respuesta, las filas de las marchas fueron reforzadas por el equipo del noticiero chileno 31 Minutos. Figuras como el conductor Tulio Triviño o el conejo reportero Juan Carlos Bodoque cubrieron los eventos en la primera línea, mientras que algunos de los músicos del programa sonorizaron las consignas y los coros de miles de personas.

El caso de Bodoque fue particularmente notorio, pues su rostro –retrato de una voz veraz, crítica y tajantemente honesta– se convirtió en símbolo de la rebelión callejera. Además de las pancartas, cientos de activistas portaron gorros rojos con orejas.

Juan Carlos Bodoque dando su reporte #ChileSeCanso

No sólo en Chile, también en México varias decenas de manifestantes, en su mayoría mexicanos, se apertrecharon frente a las puertas de la embajada chilena (CDMX) exigiendo justicia y alto a las hostilidades. Muchos de ellxs, vistiendo los mismos gorros rojos.

Además de la fama que gozan estos personajes entre la juventud latinoamericana, su presencia en las revueltas evidenció un gesto peculiar: la confianza y la influencia que sembró el noticiero en sus espectadores cuando niñxs. Entre cacerolazos, pancartas y consignas, el pueblo chileno protestó codo a codo con sus héroes de la infancia.

Allá en 2003, 31 minutos inició sus transmisiones en la cadena de Televisión Nacional de Chile (TVN); la producción, a cargo de Aplaplac, tiene como principal objetivo brindar contenido educativo y crítico (tanto tácito como implícito) a su audiencia infantil, a través de un retrato actual del Chile urbano y rural.

En esencia es una sátira a 60 minutos, noticiero del mismo canal, que transmitía las noticias oficiales durante la dictadura de Augusto Pinochet. Del mismo modo, algunos de los personajes, así como la formulación de las notas y videorreportajes, son parodias a los contenidos de aquella época.

Más allá del contexto nacional, a partir de su segunda temporada, el noticiario comenzó a transmitirse en México y Brasil, a través de la señal de Nickelodeon LATAM e, incluso, Canal Once (MX), única señal pública además de TVN en darle difusión.

Pese a que su transmisión en la TV chilena se detuvo en el 2014, actualmente el elenco de 31 Minutos se encuentra haciendo comerciales, campañas de concientización, videojuegos, películas, teatro y presentaciones musicales; no sólo en Chile, sino por toda Latinoamérica.

Además de haber acompañado 11 años a lxs niñxs latinoamericanxs nacidxs entre 1990-2000 (quienes ahora son jóvenes adultxs), los comerciales y campañas donde ha aparecido el elenco de 31 Minutos fueron muy específicos: videos para subir el ánimo de los niños tras el terremoto de 2010, prevención de los contagios de influenza H1N1; incluso, educación cívica para el uso del Transantiago, mismo que fue objeto de las protestas de 2019.

Aplaplac – Reel 2018 on Vimeo

El impacto de los productos culturales en las sociedades que los consumen es monumental, a veces más profundo y duradero que el de las acciones del poder duro (como los conflictos bélicos, económicos o políticos), pues el poder suave tiende a ser más sutil, difícil de detectar y casi imposible de revertir.

Es en este tipo de análisis que el argumento deja de lado el realismo y opta por el constructivismo, para comprender el entorno mediante las identidades y sus efectos en el medio sociocultural, que influencia directamente los ámbitos económicos y políticos.

Por ello, la programación infantil es tan importante. Un show televisivo para niñxs, correctamente diseñado, puede sembrar ideas clave (en las mentes más flexibles) que funjan como base para el desarrollo social y emocional.

El caso chileno es particular, pues su matriz cultural –entendida por J. M. Barbero como las determinaciones locales e históricas y el conjunto de valores, ideas, prácticas y normas que unifican a una sociedad– tiene rasgos críticos y contestatarios, enraizados en el colectivo tras décadas de gobierno dictatorial y programas neoliberales abusivos.

Los estudios de seguridad, específicamente a través de la seguridad societal, pueden analizar y responder las amenazas a la arquitectura cultural, incluso pensar en modificarla, o enriquecerla. Tal pareciera ser el caso de 31 Minutos, cuya producción fue financiada con recursos públicos.

La seguridad societal, originalmente perteneciente a los enfoques tradicionales, es descrita por el autor que acuñó el término, Samuel Huntington, como la protección de las bases culturales de una sociedad de flujos externos (pero también internos) que puedan transformar una sociedad en algo irreconocible.

Las historias correctas pueden reforzar la identidad de una sociedad, a tal grado de hacerla exportable, convirtiéndose en un poder expresado al exterior. Algunos ejemplos de esto son el cine hollywoodense o el animé en México, que han creado imaginarios sobre los que ciertas culturas tienen influencia fuera de su territorio.

No obstante, en la era de la seguridad humana, en la que se pierde la prioridad del Estado y se concentra en el individuo, esta clase de productos culturales –muchas veces– terminan cultivando rasgos e ideas colectivas que no necesariamente benefician a los gobiernos.

Prueba de ello es 31 Minutos, que en 2009 realizaba campañas de educación cívica para los usuarios de Transantiago (por encargo del Ministerio de Transportes y Comunicaciones de Chile), y 10 años después alentaba a los manifestantes que se negaban a pagar las tarifas del mismo transporte público.

Este es sólo un ejemplo del papel que personifican los productos culturales en sus consumidores; muchas veces, estas encarnaciones son de tela o animadas, y es a esas a las que más atención hay que ponerles: los programas infantiles, los videojuegos, las series, caricaturas, son parte de la identidad en formación, no sólo de los individuos, sino de las comunidades futuras.

Para algunxs fue Mafalda, para otrxs fue Goku, para nosotrxs es 31 Minutos, pero todxs necesitamos de nuestros ídolos de la infancia para saber quiénes somos, para adolecer con rumbo, para enfrentar el despiadado mundo adulto.

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Last modified: 13 noviembre, 2021
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