El liderazgo de Marko Cortés Mendoza en el Partido Acción Nacional (PAN) está a punto de llevarlo a una de sus más profundas crisis. La semana anterior abonó para agrandar la herida y, con esto, profundizar las diferencias con panistas exgobernadores o exdiputados.
Fines personales
Cortés ha preferido poner la defensa de su figura por encima de su partido; ha querido repartir culpas desde ahora al tratar de poner una trampa a sus opositores dentro del PAN, invitándolos a ser representantes del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) en las entidades en las que habrá elecciones en 2022. La invitación la hace justo a unos cuantos días de haber afirmado que, a excepción de Aguascalientes, en el resto de las entidades los panistas cargarán con la derrota.
Por eso es que resulta tramposo que invite a sus principales detractores al interior del PAN a representar a su dirigencia en estados en los que el mismo Marko Cortés considera que los candidatos del blanquiazul no tienen oportunidad de triunfar.
Lo más grave, sin embargo, es el hecho del momento y la vía mediante la cual invitó a varios panistas a ocupar los cargos de delegado del CEN o de coordinador político y territorial.
No habló con ellos antes de invitarlos a participar; tampoco les envió la invitación –como debía esperarse– de manera personal a cada uno. Lo que hizo fue emitir un comunicado de prensa mediante el cual informa a los medios de comunicación (no a los directamente involucrados) sobre la decisión tomada.
Obviamente, esta forma de actuar conlleva una postura muy clara: demostrar públicamente que él sí pretende generar la unidad en su partido, invitado a quienes se opusieron a su reelección a participar en estas funciones. De paso, “balconear” que los “invitados” son los que están opuestos a la unidad.
El final de la historia –imagino– será responsabilizar, o por lo menos involucrar, a estos delegados y coordinadores (ninguna mujer, por cierto) en la derrota electoral que el mismo Marko Cortés prevé en la mayoría de las entidades en disputa. Así, el fracaso no sólo será cargado a él y su dirigencia, sino que se podrá distribuir entre varios liderazgos.
Por eso es que resulta lógico que la gran mayoría de los “invitados” no haya aceptado, porque en la propuesta no existe una real intención de unidad y de sumar, sino de repartir culpas y de “salvar el pellejo”.
Democracia primero
Hay que sumar a esto la cuestionada reelección de Marko Cortés como presidente del CEN, debido a que nunca se separó del cargo y lo usó para promoción personal, además de que la comisión electoral fue integrada por simpatizantes de su política, y no como se hubiera esperado, por elección democrática, generándose una idea negativa de su forma de actuar.
El PAN hoy es el principal partido político de oposición. Si sigue demostrando a la ciudadanía que están peleados, que no es democrático y que no tiene unidad, poco atractivo será como opción electoral en 2022, en 2023 y, sobre todo, en 2024.
Por cierto, tampoco considero que la totalidad de la responsabilidad sea de Cortés Mendoza y su comité; los panistas que rechazaron la invitación también aportan para la crisis de su partido.
Es entendible su discordancia con el dirigente nacional, pero poco asimilable el hecho de que se coloquen en la cómoda postura de “ver los toros desde la barrera”, sabiendo que hay alta probabilidad de que el PAN enfrente una debacle electoral sin precedentes. Y al final solamente quedarse con un “se los dije”. ¿Y luego?
Urgencia
A pesar del poco tiempo que resta para las elecciones del año venidero, al PAN le urge llamar a un cónclave en el que se rediscuta el partido. Deben entender –unos y otros– que su organización necesita reestructurarse, refundarse y, si es necesario, incluso hacer una nueva elección de su dirigencia.
Se requiere que tengan una coincidencia: reestructurar y fortalecer al panismo, so pena de garantizar que el pensamiento de Marko Cortes, sobre la anunciada derrota de 2022, se extienda por más años.