El fin de semana los diputados federales concluyeron la discusión del proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para el Ejercicio Fiscal 2022, enviado por el presidente López a esa cámara baja. Ninguna de las casi 2 mil reservas, presentadas en su inmensa mayoría por los diputados de los partidos de oposición, fue aprobada; de manera que la propuesta del gasto federal quedó exactamente como había sido recibida por los legisladores hace algunas semanas.
En particular, la asignación en los rubros de ciencia, tecnología e innovación (CTI) será, en su conjunto, de apenas 54 mil 508.1 millones de pesos (mdp). Esta asignación representa tan sólo el 0.76% de los 7 billones 88 mil 250 mdp que constituye el gasto federal aprobado para el 2022 y, considerando la inflación acumulada en el año, será nuevamente uno de los presupuestos más bajos de la época reciente de México para CTI. Esto sin mencionar que, por sí mismo, viola la actual Ley de Ciencia y Tecnología, que mandata asignar al menos un punto porcentual del PEF a la investigación científica, el desarrollo tecnológico y el fomento a la innovación.
Durante las semanas que precedieron a la votación de esta repartición del erario, la comunidad científica de México aportó distintos análisis, justificaciones y propuestas de reasignaciones para que, al menos, creciera esta en unos 11 mil mdp, para que se paliara mínimamente la depreciación causada por la inflación anual y por algunos de los profundos daños ocasionados al sector tras el finiquito de 91 fideicomisos para CTI en octubre del 2020. Las numerosas consecuencias que la continuación de esta tendencia en el gasto en CTI traerán para el futuro de México fueron ampliamente expresadas en el parlamento abierto organizado por la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la LXV Legislatura federal.
Aunque es cierto que en lo que va del presente sexenio el sector de CTI ha recibido muy poca atención, en función de la importancia que estas actividades tienen para el bienestar presente y futuro de la sociedad mexicana, la realidad es que México nunca antes ha tenido inversiones suficientes en estos rubros. En lo que va del presente milenio, por ejemplo, la mayor asignación para el desarrollo tecnológico y la investigación científica ha sido la alcanzada en el 2010 —equivalente al 0.49% del Producto Interno Bruto de México en ese año—, pero desde entonces el presupuesto ha descendido, con algunas pocas y nada significativas excepciones, hasta llegar al estancamiento de los últimos tres ejercicios.
No debe extrañarnos, por lo tanto, el hecho de que nuestro país no ha sido capaz de proteger a su sociedad ante la pandemia ocasionada por el SARS-CoV-2 que nos azota desde hace un par de años. En los peores momentos de la primera ola de esta emergencia sanitaria, los centros públicos de investigación que coordina el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) no tuvieron la capacidad de manufactura necesaria para fabricar las centenas de ventiladores mecánicos que demandaban los hospitales saturados con enfermos graves por Covid-19.
En los cerca de 24 meses desde que el mundo entero conoció la decodificación genética del virus, información que sirvió a los científicos de otras latitudes para diseñar y probar distintas opciones de vacunas, hasta entregar en tiempo récord los biológicos con los que se está inoculando al planeta, nuestro país no ha podido desarrollar su propia vacuna; ni siquiera a pesar de que hace meses se anunció que, para estas fechas, podríamos inmunizarnos usando el desarrollo estadounidense al que se le bautizó como “Patria” durante una conferencia presidencial matutina.
Pero esta dependencia científico-tecnológica del extranjero no puede continuar en un país que ocupa típicamente el décimo quinto sitio entre las economías del mundo y es la décima nación más poblada. Es necesario que la sociedad entera reflexione respecto del serio retraso en el que pronto nos encontraremos si no cambiamos esta actitud hacia el conocimiento. Para ello ayudaría que academia y legislaturas federal y locales unieran esfuerzos en una cruzada nacional de concientización científica.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.