Autoría de 12:57 am Bitácora de VIHDA - Josué Quino

Historias de mi infancia – Josué Quino

La historia ha cambiado.

Ha llegado el momento en que el VIH

 ha dejado de ser un referente de muerte y

se ha convertido en una afortunada oportunidad

de vida, emergiendo en nosotros lo positivo de ser positivo.

27 de marzo

Querido Diario:

La ciudad me tragó.

Fui concebido en el pueblo de Ignacio de la Llave, Veracruz, mejor conocida como La Mixtequilla, y debí haber nacido allá. Sin embargo, mi madre después de dar clases, se iba cada viernes al puerto de Veracruz a ver a sus hermanos menores que ya vivían allá, y con quienes gustaba salir a pasear al malecón. Ese viernes mi madre andaba en tacones y con una de esas faldotas con crinolina, cuando se le rompió la fuente. Todos corrieron a “La casa de Amparo del Castillo”, que era el lugar de moda para dar a luz en 1958, así que ahí nací.

La verdad es que aunque me lo cuentan, no puedo generarme una imagen de ella con nueve meses de embarazo vistiendo un vestido con crinolina, porque cuando pienso en ello, lo más claro que me aparece en la mente, es una ¡mega piñatota! Y súmale a eso… ¡Zapatillas de ahuja! Pero así fue. Y ese simple hecho, me hizo nacer en Veracruz, en la ciudad, y no en el pueblo, o en el rancho de mis abuelitos, y que bueno que fue así, porque se haber nacido en La Mixtequilla, no hubiese soportado la presión.

Aunque en los 60´s yo no comprendía que los comentarios que algunos de mis compañeritos ejercían sobre otros burlándose porque eran rancheros, o los habían bajado a tamborazos del cerro, era violencia y bullying, si me di cuenta de que por ese motivo muchos de ellos dejaron de ir a la escuela. Yo también la hubiera abandonado para siempre.

En particular recuerdo a Maricruz, en 4° año, teníamos 9 o 10 años, la quería mucho, ella, Adela y Lulú me gustaban para novias. Su cabello larguísimo, siempre arreglado en enorme, gruesa y larga trenza que terminaba con cintas de colores más abajo de su cintura. Le decían gorda, torta, volován, cara de tostón, pambazo (en Veracruz los pambazos son redondos, esponjados y totalmente blancos), era muy fornida y esto le ayudaba a defenderse de quienes le gritaban esas cosas. Un día, Maricruz no volvió a la primaria.

El día anterior, a la salida de la escuela, cuando entre gritos todos comprábamos a gritos jícamas y pepinos con chile, otros hacíamos efectivo el “te veo a la salida”, y otros cambiábamos barajitas (estampas de los álbumes), de pronto se hizo un silencio absoluto y todos volteamos a donde algunos estaban ya señalando con el dedo, y la vimos: una mujer muy fornida, de piel rosadita, muy alta, portaba sobre su cabeza algo blanco, que la hacía verse gigante, era algo como como ese coso que tenían algunos dinosaurios y que levantaban sobre sus cabezas en señal de defensa. Mil años después supe que se llama Resplandor, y que lo usan como parte de su traje típico, las mujeres tehuanas.

Esa señora, que además iba vestida como de rancho, ¡llevaba guaraches! El silencio se comenzó a romper con los murmullos de los niños, y pronto subió de volumen, hasta convertirse en una serie de estruendosas carcajadas, que entre toma de aire y toma de aire para continuar riendo, comenzaron a burlarse de la señora, la cual avanzó hasta llegar a donde estaba Maricruz, se paró frente a ella y le tendió la mano. Maricruz, que estaba bien colorada, colorada, colorada, le agarró la mano y con su mochila en hombros, comenzaron a caminar hasta alejarse de nosotros, para siempre.

Historias como esa, hicieron que le agradeciera a mi mamá el que no me haya llevado a nacer en un pueblo, porque no creo que hubiera podido aguantar tanto pesar. Pero, en esta vida no todo es bueno, ni todo es malo, y con el paso de los años fui descubriendo tesoros escondidos en los pueblos como comidas, ropa, pero principalmente costumbres y tradiciones de las cuales me había perdido y que fui conociendo gracias a YouTube. Pero eso te lo cuento mañana, porque ya me dio sueñito.

Ensoñadamente… Josué.

28 de marzo

Querido Diario:

Un poquito de todo eso que me perdí, lo pude conocer en el novenario del fallecimiento de mi Mami Quetta, gracias al apoyo recibido por esa parte de la familia que, gracias a Dios, se quedó a vivir en el pueblo mucho tiempo, y que cuando llegó a la ciudad, trajo consigo esas tradiciones que estrechan los lazos con la familia, con los amigos, con los vecinos.

Jorge, su esposa y sus tres hijos, uno de ellos en particular, se dedicaron en cuerpo y alma a crear el “Altar para el Novenario”, habiendo construido un mueble de madera finamente laqueada en el cual se pondrían velas, flores y telas blancas todas. Mi tío Jorge me explicó que los primeros nueve escalones van fijos, cubiertos con telas, sobre las cuales se colocan velas y se refuerzan con pequeñas flores, todo en blanco. Cada escalón representa un día del novenario, en los cuales se realizó una misa cada noche a las 7. El día del rezo del Novenario, conforme se van rezando los tres rosarios, el Altar tiene que ir siendo desmontado por los padrinos del Altar, mientras que los padrinos de la Cruz, en el último de los tres rosarios van levantando esta, la cual ya fue bendecida por sacerdote al finalizar la última misa.

Paralelamente los Jorges cortaron las ramas más grandes de las palmeras de su casa y las tejieron de tal manera que funcionaran como dos puertas al cielo, que llevaban colgados miles de chicharitos, hechos a mano con papel kraff blanco y rosa.

Ya que se levantó la Cruz, tienen que sacarla a la calle y dejarla allá afuera, solita, junto con todas las flores blancas que fueron usadas durante la ceremonia. También se saca el resto de las flores, dejando la casa sin ninguno de los elementos utilizados.

Y es entonces inició la fiesta: todos los asistentes fueron convidados con mondongo, tamales de especias, pan de rancho, café de olla, refrescos, agua de sabor o natural y recuerditos de los nueve días. Mi hermano Marcos llevó  una botella con tequila. Una vez finalizado todo lo anterior, los invitados se fueron, llevándose su topper, repitiéndoles a mi hermana y a mi sobrina “Resignación”  y diciendo “Salud” a todo el mundo.

Al siguiente día llevamos en varios autos la Cruz, las flores y el resto de los adornos. Los colocamos sobre la tumba de mi Mami Quetta, rezamos y nos despedimos. La familia estaba satisfecha y feliz: la tradición habíase consumado, y yo un nuevo hábito, conocido.

Terminada la parte ritual, viene la tramitología legal, la más pesada y frustrante. Pero eso, como decía Lolo Navarro,  es otra historia.

Habitualmente… Josué

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Last modified: 24 noviembre, 2021
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