HISTORIA Y EDICIÓN FOTOGRÁFICA: AMÍLCAR SALAZAR/LALUPA.MX
En Celaya —tierra de cárteles— , la estudiante de música Irma María José (“Majo”) Simón Esquivel acababa de cumplir 21 años cuando desapareció el viernes 17 de abril de 2020, fecha en la que presuntamente viajó por carretera para dirigirse a una fiesta en la vecina comunidad de San Miguel Octopan. Sin embargo, no llegó al festejo ni volvió a su casa.
Han pasado 600 días desde la desaparición de Majo, y ante la falta de resultados por parte de las autoridades, la madre de la joven teme que la investigación del caso pudiera estar estancada. Ella misma —según dice a lalupa.mx— no ha dejado nunca de buscar por su cuenta ni de presionar a fiscales, peritos, abogados, policías, militares y funcionarios públicos para que hagan sus trabajos.
—A estas alturas ya he entregado a la Fiscalía de Guanajuato todos los datos habidos y por haber sobre los sitios que podrían rastrearse. Lastimosamente, la indagatoria va muy lenta —afirma la mujer.
Al margen de fallas, saturaciones u olvidos gubernamentales, la madre de Majo se mantiene esperanzada de que podrá localizar a su hija, aunque acepta que hay jornadas en las que se quebranta y siente que la vida se le va. La falta del ser querido le hiere la entraña.
—Una muerte la superas, pero ¿superar la ausencia? No puedes. Te estás muriendo día a día — dice.
Por razones de seguridad, esta jefa de familia que ya ha sufrido extorsión y amenazas por parte de desconocidos, pide al reportero de lalupa.mx que la identifique como “una más” de las muchas madres de Guanajuato que se afanan para localizar a hijos y parientes que han sido víctimas de desaparición forzada.
Si bien cada caso de búsqueda es único, en México la lista oficial de personas “no localizadas” rebasa los 95 mil expedientes, mientras que en la tierra de José Alfredo Jiménez —la entidad más violenta de la patria — ya suman dos mil 619 registros hasta diciembre de 2021.
—A veces me pregunto por qué una madre debe hacer el trabajo de un policía: meterse al domicilio de un delincuente o agarrar una pala y escarbar un cerro. Pero también sé que si no busco yo a mi hija nadie más lo hará —dice esta mujer profesionista cuya vida dio una voltereta cuando se unió a Mariposas Destellando, un tenaz colectivo integrado por familiares de personas desaparecidas y en cual ha aprendido a realizar— a fuerza del destino— tareas que nunca imaginó.
“Buscadora de desaparecidos” podría denominarse en el trágico México de hoy a lo que pareciera ser un nuevo oficio ejercido predominantemente por mujeres.
¿DÓNDE ESTÁ MAJO?
El caso judicial de la desaparición de Majo se ha subdividido en dos vertientes, porque está ligado a la desaparición de dos hombres adultos cuya ocupación se desconoce y quienes por razones que también se ignoran trasladaban a la chica en la cabina de una camioneta pickup roja (placas GF-3440-A) que tampoco se ha localizado.
De acuerdo con indagaciones de lalupa.mx entre personal de la Fiscalía General del Estado de Guanajuato (FGEG), la última prueba de vida de Majo y de los dos varones data del mismo día (17/04/2020) en el que presuntamente viajarían hacia San Miguel Octopan.
La autoridad divulgó en su servicio de búsqueda una fotografía en la que se ve a Majo con rostro serio y cabizbajo, sentada en el asiento frontal del vehículo mientras es flanqueada por los dos hombres, ambos provistos de gafas oscuras y sonrientes ante la cámara, en aparente actitud de estarse tomando una selfie.
Por motivos que tampoco se han clarificado, la imagen fue tomada y transmitida vía WhatsApp por uno de los sujetos, a quien se conoce en la región de Salvatierra con el mote de El Abuelo y cuyo nombre es Israel Paloalto Briseño, de 50 años de edad.
El segundo individuo, de 43 años y quien va al volante de la pickup, es conocido como Tito, es originario de Celaya y tiene por nombre José de Jesús Briseño Anguiano (en Facebook se hace llamar “José Ruíz López”, según averiguó lalupa.mx).
Personal de la FGJG declinó comentar sobre la ocupación o antecedentes de ambos hombres, como tampoco sobre el paradero del vehículo, aludiendo razones de secrecía en la investigación.
En el caso de Majo, lalupa.mx solicitó a la Unidad de Identificación de Personas Fallecidas de la FGEG un reporte oficial que confirmara si la joven se encontraba o no dentro de las listas fúnebres por nombre y apellido, obteniendo una respuesta negativa, con número de oficio 25343/2021.
BUSCAN A DESAPARECIDOS DESDE CHICAGO
Mientras que Majo es buscada en las redes sociales por al menos 30 personas, a los dos varones sólo los requiere la madre de Tito y tía de Israel, Esther Ruíz, quien —según indagó lalupa.mx— reside en Chicago, Illinois, desde hace muchos años y no ha frecuentado la FGEG para apoyar o presionar las investigaciones.
Contactada vía Twitter, Ruíz declinó dar una entrevista telefónica ni responder a las preguntas que se le enviaron por mensaje directo. Sin embargo, avaló con un emoticón (pulgar-arriba) que se difundiera aquí la denuncia de hechos realizada por ella misma (vía Zoom) en marzo de 2021 ante Javier Espinosa , buscador de personas desaparecidas.
“Estoy muy preocupada, porque desde hace un año no he sabido nada de mi hijo (Tito) ni de mi sobrino (Israel). Tengo entendido que los invitaron a una fiesta, que mi hijo acababa de comprar una camioneta y que andaban muy contentos. Pero desaparecieron antes de llegar a San Miguel Octopan.
“Hay personas que nos dicen que se bajaron en un Oxxo, en la entrada de San Miguel Octopan, que compraron cervezas, sodas y otras cosas para llevar a la fiesta, pero ya no llegaron.
“Hay gente que dice que los acorralaron unos halcones, no sé qué será eso, y que se los llevaron; no sabemos si fue en la misma camioneta o en otra, no lo sé.
“A mí me da miedo irme a meter ahí a donde dicen que se llevaron a mi hijo, porque me dicen que me van a matar si me meto ahí. Pero a mí no me importaría, y si yo supiera que aún están por ahí, yo voy y los busco…”
Llama la atención que dentro de su denuncia Esther Ruíz nunca menciona a Majo como acompañante de Tito e Israel, por lo que no queda claro si la estudiante habría desaparecido antes o después del presunto levantón de San Miguel Octopan. lalupa.mx preguntó a Ruiz si sabía algo sobre la chica, pero por motivos que se ignoran declinó responder.
Para cerrar su denuncia con el busca-personas Javier Espinosa, Esther Ruíz sí fue contundente para criticar el papel que han ejercido las autoridades de Guanajuato:
“Son unos ineptos, no hacen su trabajo, se están haciendo tontos. Pregunta uno y no saben nada. Está uno hable y hable y no contestan. Las autoridades no sirven para nada. Deberían tener más dolor, no sé, para que sintieran lo que uno siente. Le tienen miedo a las mafias o están coludidas, no sé.”
EL PUEBLO DE LA MUJER DEL MARRO
En la comunidad celayense de San Miguel Octopan —lugar donde presuntamente desapareció Majo junto con Tito e Israel— la mayor parte de las calles son de tierra y tanto el agua como el alumbrado sólo llegan a unos cuantos barrios. Abundan, eso sí, los expendios de cerveza y en casi todos se saca el producto a la vía pública.
Los jóvenes echan relajo y oyen cumbia, como en todas partes, y no faltan aquellos que se rapan, adoptan rostros serios y tamborilean los dedos de las manos con el pegajoso ritmo de Santa Fe Klan:
“Están calientes las calles de mi Guanajuato. La gente alerta, va corriendo el dato. El peligro se siente, por aquí todo el rato. La vida aquí no vale nada, a la muerte le firmé un contrato. Todo se paga tarde que temprano. Cuídate del amigo más cercano. Voces inocentes, se escuchan gritando. Todos en el barrio, silencio guardando. La familia primero, lo dijo mi madre. En esta movida cuando entras no sales. Nunca va a faltar el perro que ladre…”
Algunos taxistas de Celaya cobran tarifas de lujo por acarrear al viajero en destartalados Tsurus, aunque a cambio de ello cuentan anécdotas que recuerdan que esta localidad de 13 mil habitantes —otrora pueblo agrícola cuyo nombre en otomí significa “tierra fértil” — ha adquirido triste fama municipal, estatal y federal gracias a diversos operativos realizados por los cuerpos de seguridad pública del país.
La última balacera épica se suscitó a las 17:00 horas del pasado martes 9 de noviembre, cuando en apenas diez minutos —tiempo que se requiere para viajar velozmente desde el centro de Celaya — una treintena de sicarios armados tendieron una emboscada junto al arco de acceso, a fin de recibir con una lluvia de balas a dos agentes ministeriales de Guanajuato que perseguían un auto sospechoso.
Los oficiales salvaron la vida, quedando bastante heridos, solamente gracias a que se percataron a tiempo de la trampa y a que pidieron apoyo del Ejército Mexicano, que dispersó con mayor capacidad de fuego al grupo de atacantes, distribuido en cinco camionetas.
La balacera causó la muerte de un presunto delincuente, así como de un vendedor de fruta que tenía un puesto en la entrada de este pueblo caído de la mano de la autoridad. Un lugar en el que buena parte de la población sigue dedicándose a la agricultura y al comercio, pero que vive con miedo por la continua actividad de los grandes y pequeños cárteles.
La violencia generada por la presencia de tantas personas (celayenses y foráneos) que se dedican a vender gasolina ilegal, al narcomenudeo, robo de trenes, cajas de trailer, secuestro, cobro de piso, trata de mujeres, asalto y hasta falsificación de billetes, ha echado por tierra el buen recuerdo que muchos emigrantes tienen de San Miguel Octopan.
Algo han de saber los altos mandos del gobierno sobre la violencia que reina en Celaya, porque hasta la ex alcaldesa Elvira Paniagua se mueve con camioneta blindada y cuatro escoltas; respaldo que desde luego tiene el recién llegado edil, Javier Mendoza; ambos bajo el aval del gobernador Diego Sinhue, quien inclusive ha justificado el gasto en seguridad: “Elvira fue una mujer muy valiente y merece ser cuidada”.
La peligrosidad que enfrenta Celaya es “penosa y vergonzosa”, califica el taxista, informal guía turístico, quien afirma: “hace 30 años todo estaba era bien bonito y lo peorcito que pasaba es que se robaban un caballo o que los chavalos se agarraran a trompadas en un partido de fut”.
Actualmente, San Miguel Octopan suele ser conocido por algunas personas como “el pueblo de la mujer del marro” (o “el rancho de la marra”) en alusión a que el 20 de enero de 2020 fue detenida aquí Karina Mora Villalobos, cónyuge del fundador del Cártel de San Rosa de Lima, José Antonio Yépez (a) El Marro, cuya estructura delictiva familiar no parece haberse desmoronado a partir de su arresto, en agosto del mismo año.
Metralletas, cartuchos, granadas, chalecos balísticos, autos, motos, drogas y dinero fueron parte del decomiso que un grupo de 300 elementos de la Sedena y de Seguridad Pública de Guanajuato incautó en la casa de seguridad que dirigía Mora, pero a quien no resultó fácil arrestar, ya que una turba de supuestos pobladores San Miguel Octopan, especialmente mujeres, salió a defenderla, lanzando objetos y gritos de rechazo a las fuerzas armadas.
Pero la protección hacia la mujer de El Marro escaló aún más alto: ocho días después de ser detenida, un juez federal ordenó su liberación, argumentando “errores en la presentación de la denuncia.”
Karina Mora ya está libre, aunque no se sabe si regresó a “su” pueblo.
Twitter: @amilcarsalazara
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