Autoría de 4:54 pm #Opinión, Víctor Roura - Oficio bonito • One Comment

Una docena de acertijos – Víctor Roura

1

Contaba Vicente Fernández con gracia, porque todo lo que cuenta un ídolo debe causar gracia aunque no la tenga, que a su esposa la conoció desde que ambos eran chiquillos, pero un día —y así lo contaba el cantante de rancheras—, inesperadamente, miró a una muchacha con busto gigantesco y caderona hasta el exceso, ja ja ja, y preguntó a la familia, porque él ya se sentía de la familia estando con esos vecinos, quién era esa chica guapetona, resultando ser, nada menos, que Cuquita, a la que tomó, de inmediato, como novia dejándola en el momento en que una  vez tuvo una larga gira, después de la cual, a su retorno, visitó para preguntarle si tenía ya novio, a lo que la muchacha contestó que sí, pero Vicente Fernández, ja ja ja, al mirarlo de lejos (un hombre bajito, según contaba el cantante), le dijo —a Cuquita, su futura esposa—  que le daba diez minutos para terminarlo porque los dos, Vicente y Cuquita, se casaban tres días después, porque el cantante así ya lo había decidido, faltaba más.

      Y numerosas mujeres suspiran con el romance.

      ¡Ah, el amor!

      … un amor que debía sustraerse de puertas hacia adentro, porque hacia afuera ya era asunto exclusivo del hombre donde Cuquita no miraba, no escuchaba, no hablaba, no intervenía!

      ¡Ah, el amor!

      E innumerables mujeres, incluyendo a reporteras fanáticas del cantante de rancheras, suspiran con tan romántica historia amorosa.

2

En el calendario infantil 2022 donde se aprecia a la gatita Kitty, editado por Danpex, se apunta que el 20 de noviembre se conmemora… ¡el aniversario de la Constitución Mexicana!

      Constitución en lugar de Revolución, vaya desfiguros sin importancia.

      Esta vez el Principito, el personaje entrañable de Saint-Exupery, también ha salido en calendario para el año 2022. Y lo hallamos, por supuesto —dada la importancia de esta figura señera en la literatura—, en la librería Gandhi a un costo de 199 pesos… ¡110 pesos más caro que en cualquier kiosco callejero de revistas donde lo hallamos a 89 pesos cada ejemplar!

      Y eso que uno de los papeles de esta librería es la accesibilidad a la lectura popular.

      Que si no…

3

El pasado 12 de diciembre se conmemoraron dos siglos del nacimiento del francés Gustave Flaubert, novelista de quien uno de sus pensamientos toma hoy una vigencia esclarecedora debido a las nuevas políticas instaladas por el gabinete morenista que ha hecho, está haciendo, enfurecer a la clase crítica del país al despojarla del cuantioso banquete económico al que estaba acostumbrada recibir cada sexenio. Flaubert apuntó, con fina ironía: “Cosa rara donde la haya: un crítico que entiende de lo que habla”.

4

La diputada perredista Gabriela Sodi Miranda, atendiendo su propia incomprensión de los asuntos culturales —durante la comparecencia de Alejandra Frausto en el Congreso el pasado  24 de noviembre—, declaró esta ofuscación suya con tanta firmeza que parecía asertiva en sus figuraciones políticas: “Nos parece del todo erróneo que la Secretaría de Cultura deje la política de fomento a la lectura del Estado mexicano en manos del Fondo de Cultura Económica… [pues] el papel del FCE no es el de difusor, sino actúa dentro del mercado de publicaciones como un agente económico”.

      Y hay gente, en efecto, que se cree este atavismo porque ignora la esencia cultural.

5

Pedro Ferriz Hijar, a través de un tuit publicado en noviembre pasado, afirma que el presidente López Obrador “militarizó al Ejército”.

      Es decir…

6

El poeta Javier Sicilia, cuya tragedia personal lo retiró de la práctica poética, poetizó —en el texto intitulado “En el espejo de Hitler”, publicado en la revista Proceso del 12 de diciembre— acerca de la figura presidencial analogándola con el nazi Adolfo Hitler, sólo que “carece de su genio y de la disciplina de las masas del nazismo”, aseverando que es tanta su ansia de poder (de López Obrador, no de Sicilia) que posee la temible psicología del militar y dictador nacido en Austria: “La Cuarta Transformación, esa versión mexicana del Tercer Reich”, afirmó el poeta en el artículo de opinión ya referido.

      Y vuelvo a leer, incrédulo yo, el crédito de Javier Sicilia en este argumento inaceptablemente rabioso.

      ¿Dónde se ha fugado el poeta religiosamente amoroso?

7

Se dice que fue François-Marie Arouet, para nosotros Voltaire (París, 1694-1778), el autor de la paradigmática e ineludible frase: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.

      En México, los que se dicen demócratas —como nunca antes reaccionaron, ni en tiempos priistas ni en temporadas panistas— parecen haber dejado en el olvido aquella respetuosa declaración, digna de todo ente cabal.

      ¡Vaya paradojas de la presencia subliminal de los mensajes democráticos!

      Ahora todos pueden emitir una opinión, menos el elegido presidencialmente porque cuando lo hace, según la crítica acostumbrada a los silencios ejecutivos, ¡al grado de que la propia crítica —con sus contumaces críticos que llaman “monopolio” a una probable “expropiación”, adiestrando a su modo los términos según los intereses y las conveniencias— califica apresurada y bochornosamente a López Obrador como un símil de Díaz Ordaz!

      Pareciera la crítica añorar los tiempos silenciosos del pasado político.

8

Una feminista, cuyo nombre guardaré en el tintero, ha llorado la muerte de Vicente Fernández porque, según su aleccionadora lección, a los ídolos no se les debe juzgar en sus comportamientos íntimos, que muy suyos son sus problemas absolutamente personales. Y cuando le he referido que Armando Manzanero era un golpeador de mujeres, me ha respondido, con lágrimas de nuevo en sus lindos ojos, que no me atreva a meterme con el compositor mexicano romántico por antonomasia.

      Y me deja sin habla ante su contundencia fanatizada, que supera con creces su militancia feminista… a su pesar.

9

Me dice un conocido periodista que ningún presidente de la República tiene derecho a verter su opinión sobre el gremio informativo porque los asuntos intestinales de los medios no son, o no debieran ser, de su incumbencia. Y nomás por no facilitarle su feliz argumento, le pregunto, acaso con ingrata ingenuidad, la razón de su corolario.

      —Pues porque no, Roura, sencillamente porque no debe hacerlo, él a sus cosas y nosotros a las nuestras…

      —¡Ah! —comprendo, o pareciera yo comprender.

      Pareciera.

10

Molière nació en París hace cuatro siglos, el 15 de enero de 1622, cuyo Tartufo aún sigue incomodando hoy en día a numerosa gente apoltronada a la venia de los suntuosos poderes políticos. Un breve pensamiento suyo es benignamente contemporáneo: “No puedo negar que hubo padres de la iglesia que condenaron la comedia [El Tartufo]; pero tampoco se me puede negar que también los hubo que la trataron con más suavidad. Así, con esta división de pareceres, queda anulada la autoridad en que pretenden apoyar su censura; y la única consecuencia que puede sacarse de esa diferencia de opiniones en espíritus esclarecidos por iguales luces es que examinaron la comedia de modo distinto, y que unos la consideraron en su pureza mientras otros la contemplaron en su corrupción y confundida con todos esos viles espectáculos que, con razón, se han denominado espectáculos de liviandad”.

      Ciertamente, una persona, cualquier persona, tiene depositada en su cabeza una opinión que no necesariamente coincide, o concuerda, con la expresada por otra persona, pero es de cabal democracia aceptar ambas, si bien una de ellas (la idea, no la persona), por sus prolegómenos verídicos en la práctica —no por las idóneas circunstancias teóricas— es la más asertiva socialmente, por lo tanto la más favorable para la vida cotidiana, de ahí que los debates, o los diálogos, sean el factor sustantivo en las poblaciones abiertas, donde la crítica acérrima, cerrada, categórica, iracunda, impolemizada, servil o intolerante carezca de sustento civilizado.

11

Guardar silencio ante los corruptos, o solidarizarse veladamente con ellos, u olvidarse  que alguna vez se estuvo inmiscuido entre ellos, o tratar de desligarse de ellos en momentos pantanosos simulando no estar coludidos en anteriores gestiones por preservar intereses propios… es un acto igualmente de corrupción aunque, en efecto, en un nivel distinto (de diversa tesitura, las más de las veces sorteando impunidades alegóricas), porque la complicidad, o el simulacro, o la reposada connivencia, o el contubernio interesado, o la callada confabulación, son, cómo no, parte inherente —juego idóneo— de la sublime maquinación corruptora, porque para darse la corrupción es necesario un acuerdo previo —ya déspota, ya aplacado, ya manipulado, ya callado— para poder concretarse a plenitud.

      Por eso cuando se habla de sindicalismos íntegros cuando ya ha sido denunciado el líder —que para haberlo sido por supuesto requirió el consentimiento de los agremiados—, que se lo crea la ingenua corte de los desaprensivos que pululan en las urbes y en los poblados austeros.

      Un sindicato corrupto, para serlo, necesita de afiliados dispuestos a la discreción si los intereses en juego satisfacen sus apremios básicos.

      O dispuestos a la disección de los intereses si éstos se sujetan a sus pretensiones económicas.

12

Hay periodistas, ilustres y progresistas a su modo, que denuncian la corrupción, pero protegen (o disculpan, o justifican) a gente corruptible con la supuesta idea de que es, o fue, ajena a los intangibles (o descarados, o déspotas, o solemnes, o manipulados, o desprejuiciados, o normalizados) actos de corrupción que, de una manera o de otra, la salpicaron —a esta gente inmunizada, ahora distanciada de estos manejos mezquinos— de prebendas que favorecieron su manutención asalariada.

      Porque la corrupción no sólo se mueve en la élite política, sino también en la clase trabajadora —en ocasiones alentada por su propia base sustantiva— incluso dentro del aparato estatal: por ejemplo quien, bajo el manto de la cobertura periodística, ha viajado por el mundo con cargo al erario (sin el consiguiente rigor informativo, además, con lo cual se pone en entredicho la ética, de tenerla, contraída en el oficio); por ejemplo, numerosos reporteros que (empleados públicos o privados), sin saber escribir correctamente, cobraban, o cobran, puntualmente en la nómina estatal o empresarial (que no debiera ser una y la misma cosa) enfundados en sus oratorias teóricas; por ejemplo —y continuando estas evidencias en los medios, en cuyo entorno yo me muevo— quien, para ahorrarse el ingenio y el esfuerzo de redactar —ya no, digamos, escribir— su propio texto, plagia, o plagiaba (o difería de, o trasladaba de los) boletines oficiales haciéndolos pasar de autoría propia… nutriendo con ello al elástico elefante blanquecino de la burocracia de cualquier índole.

      Ya se sabe que no hay nada más difícil que eludir la conveniencia propia.

(Hace exactamente  50 años el grupo de rock tijuanense Love Army apuntaba en su canción “Caminata cerebral”, entre otras cosas, las líneas siguientes: “Sindicatos y patrones me han bajado la moral, ¡si me dejo los calzones también me van a bajar!”… ¡Hace medio siglo una asociación musical desideologizada ya se percataba de que no todos los sindicatos están envueltos en mantos sagrados de incorrupción democrática, asunto que aún son incapaces de mirar algunos periodistas, académicos o intelectuales en la creencia sacra, no profana, de la intangibilidad sindical, porque la palabra —sindicato— todavía atemoriza por su definición teórica desviando s terrenos impunes su practicidad cotidiana que, como decía Love Army, baja a veces “calzones” —metáfora de criterios o ilusiones políticas— a los desprevenidos o discursistas montados sólo en su fe ética, desinteresados en la ajena!)

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, DE VÍCTOR ROURA, PARA LALUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito/

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Last modified: 22 diciembre, 2021
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