Hoy se está realizando el paro nacional de mujeres, también conocido como 9M, una jornada después del Día Internacional de la Mujer, identificado como 8M. Ambas son fechas significativas que no debemos obviar o considerar como “días de asueto”. Lo que representan es trascendental no sólo para las féminas, sino para toda la sociedad.
En su más remoto origen, el Día Internacional de la Mujer fue establecido para visibilizar los esfuerzos de las mujeres particularmente en el ámbito laboral, un espacio al que de manera progresiva se habían incorporado. Era importantísimo un “atrevimiento”, pensándolo en esa época, de esta naturaleza para atraer la atención de la sociedad, especialmente de aquellas personas en el poder, con el objetivo de dar a conocer las muy complicadas e inhumanas condiciones laborales por las que las féminas atravesaban.
Sin embargo, acompañado de este objetivo caminaba la intención de evidenciar la situación general de las mujeres. Esto significa traer la atención a la serie de desigualdades sociales, políticas y económicas, además de las laborales, que tenían que aceptar por el simple hecho de ser mujeres, como, por ejemplo, supeditarse en todo momento y decisión a lo que el hombre señale, recibir un salario menor que un hombre por el mismo trabajo o tener limitaciones en torno a la elección de empleos, o no poder votar, etc.
El 8M es un día de conmemoración de la lucha histórica de las féminas por gozar de la igualdad y equidad de género. Es innegable que mujeres y hombres deben disfrutar de los mismos derechos y oportunidades o, en su caso, deben gozar de condiciones equitativas.
Pero también el 8M es un día de profunda reflexión por la serie de situaciones lamentables que atraviesan cada día las mujeres. Hay que recordarlo, además de las varias desigualdades que resisten, viven en constante inseguridad a raíz de los varios tipos de violencia que experimentan, entre ellas, la física; y que denuncian sin un eco suficiente que resuene en el resto de la sociedad para cambiar ese panorama. De ahí que haya surgido el 9M como protesta para presentar cómo sería el trabajo, la escuela, las calles, es decir, la vida sin mujeres.
Ayer, 8M, y hoy, 9M, son días para enfatizar que la lucha por la igualdad y equidad de género son objetivos que mujeres y hombres debemos buscar para construir una sociedad progresista que brinde protección, respeto y cuidado a sus integrantes. Hay que ser empáticos en la lucha feminista y no olvidar que una sociedad en la que quienes la conforman no gozan de los mismos derechos y protecciones está condenada al fracaso; debemos cambiar la manera de pensar en favor de la equidad de género.
Por ello, hoy en día no basta con la culpa o señalamiento social dirigido hacia las personas que incurren, alimentan y socavan la igualdad de género. Hemos tenido que recurrir a la culpa o señalamiento social como respuesta ante los incidentes en los que se desprotege y merma la igualdad de género, y ha funcionado como medida para moldear el comportamiento de las personas, particularmente de hombres, pero no es el mecanismo idóneo para un verdadero cambio.
El cambio debe venir desde adentro, desde la convicción de la necesidad e importancia de una sociedad en donde mujeres y hombres gocen de igualdad y equidad de género. Por ello, es crucial la educación en casa y la formación desde temprana edad en torno a tal entendimiento. Depende de nosotros que las generaciones venideras abracen esta manera de pensar que nos traerá un avance significativo para toda la sociedad.