La construcción de relaciones se puede pensar en diferentes ámbitos humanos, y se entiende en la obtención de beneficio a partir de ofrecer un bien o servicio, esto sobre todo en los negocios. Pero, ¿se puede hablar de construcción de relaciones entre la naturaleza y la sociedad? Pues sí, aunque es importante considerar que las poblaciones humanas son parte de la naturaleza. La reconstrucción de relaciones se debe al aparente rompimiento histórico-social con la naturaleza.
Las relaciones entre los componentes del medio ambiente permiten la evolución de diferentes poblaciones de organismos, entre los que, en particular, la humanidad se ha desarrollado de manera preponderante. Desde la aparición y establecimiento de las poblaciones humanas hace aproximadamente 11,000 años, el Homo sapiens, especie dominante sobre los homínidos, ha desarrollado relaciones complejas socio-ambientales.
El desarrollo de la humanidad depende de manera importante de su evolución orgánica, como el aumento del tamaño del cerebro, así como de la evolución de estrategias culturales complejas que permitieron la construcción de la sociedad. En un inicio se vio, a través de registros antiguos de semillas, polen, herramientas del neolítico y pinturas rupestres, que la relación era equilibrada y, por supuesto, integradora. Esto conllevó la domesticación de diferentes especies, vegetales y animales, lo que trajo como beneficio el soporte y bienestar de nuestra especie.
En el proceso de desarrollo social, se estableció un punto de inflexión en el cual la acumulación de bienes y el crecimiento de la población diluyó las relaciones con la naturaleza. Esto conllevó el uso intensivo de los recursos naturales, que ha provocado extinciones masivas de especies, el cambio de uso de suelo, propiciando su degradación; además de repercusiones globales como el cambio climático por el calentamiento de la atmósfera.
Estos puntos de inflexión, importantes de resaltar, que se establecieron en diferentes épocas de la historia de la humanidad, fueron la revolución industrial en 1800 y la segunda mitad del siglo XX, en los años 50. Esta última relacionada con isótopos radiactivos (Cs137 y Pu238) debido a la actividad nuclear, que ha causado su acumulación en la atmósfera, en sedimento y en el suelo, provocando una indudable alteración antrópica global.
La presencia de estos isótopos radiactivos, la acumulación de artefactos de origen antrópico (microplásticos, residuos industriales, entre otros) y la alta concentración de elementos relacionados con la industria agroquímica son asumidas como señales inequívocas del Antropoceno, una época de procesos de transformación asociados a la urbanización, los avances tecnológicos y la agricultura. Sin embargo, aún no han llegado a un consenso los científicos que emplean la estratigrafía, herramienta de interpretación de los tiempos geológicos de la Tierra, para establecer un cambio geológico del Holoceno al nuevo periodo denominado Antropoceno.
Las actividades agrícolas y tecnológicas, asociadas al Antropoceno, han generado procesos de degradación del suelo, uno de los principales receptores ambientales complejos que almacena y regula la disponibilidad de elementos. Este impacto trae consigo el cambio en la dinámica de la población de organismos que habitan el suelo y que dan un servicio ecosistémico en la regulación de nutrimentos esenciales para la nutrición vegetal y animal.
El uso de agroquímicos (fertilizantes e insecticidas) tiene repercusiones en la acumulación de compuestos nitrogenados y fosfatados que afectan los ciclos de nutrientes en el planeta. En particular, se ha observado la influencia de la alta concentración de estos elementos sobre la dinámica del carbono, afectando su disponibilidad como fuente de energía para la producción de biomasa vegetal y animal, de relevancia para el consumo humano.
La construcción de nuevas relaciones entre la naturaleza y la sociedad es urgente debido a los procesos de degradación global que conlleva la dispersión de contaminantes que pueden integrarse en las cadenas tróficas; aunque aún no es muy claro el efecto de contaminantes emergentes (microplásticos, compuestos activos de medicamentos y vacunas), debido a la escasez de información.
La generación de nuevo conocimiento y el rescate del conocimiento tradicional en el manejo de recursos es indispensable para amortiguar los impactos de la humanidad sobre el medio ambiente, en particular en el suelo.
La implementación de sistemas como el manejo diversificado (agroecosistemas) con el uso y mantenimiento de especies autóctonas y comerciales podría palear los procesos de degradación del suelo y otros elementos del medio ambiente. Esto permitiría la regulación de procesos globales, como el almacenamiento de gases de efecto invernadero, uno de ellos el CO2 que se encuentra en la atmósfera, mediante la formación de biomasa y compuestos orgánicos estables en el suelo; así como la estabilización de compuestos contaminantes que tienen repercusiones drásticas en el agua, la atmósfera, en la salud humana y en procesos globales.