Desde los hechos violentos en el estadio Corregidora hasta hoy (domingo 13 de marzo), hemos atestiguado la difusión de información falsa, titubeos a la hora de tomar decisiones políticas y hasta un castigo sumamente descuidado por parte de la Federación Mexicana de Futbol al club Gallos Blancos.
Estos tres elementos han empañado las respuestas que sobre el suceso han dado los aficionados, la directiva del equipo y el gobierno del estado.
El punto de partida
La desconfianza ciudadana hacia las acciones gubernamentales es el principal elemento. Me refiero, en general, a todas y todos los gobernantes del país. Recordemos que la desconfianza ciudadana hacia las instituciones es muy alta.
De acuerdo a la última encuesta de Parametría sobre confianza en las instituciones, sólo 40 por ciento de la población confía en el gobierno (en general), 38 por ciento en el gobierno de su entidad y 37 por ciento en su gobierno municipal.
Esto significa que, cuando se enfrenta una crisis, difícilmente las ideas gubernamentales van a creerse si no se sustentan en tres aspectos fundamentales: en la emisión de un mensaje claro y directo, en la empatía con las audiencias y en la transmisión de autenticidad de parte de quien envía el mensaje.
En el caso de gobierno del estado ha habido mensajes claros y me parece que empatía; sin embargo, el tercer aspecto ha fallado debido a que, a pesar de las responsabilidades que sobre el suceso violento tienen los titulares de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y de Protección Civil, después de ocho días de los hechos, siguen como si nada hubiera pasado.
Dicho en otros términos, el discurso no empata con la toma de decisiones y, por ende, se pierde la autenticidad de quien envía el mensaje. Si a esto agregamos la gran desconfianza ciudadana hacia el gobierno, entenderemos el porqué de esta situación.
Los gazapos de la prensa
Contribuyó a esta condición de desconfianza el comportamiento de algunos medios de comunicación y de sus periodistas quienes “echaron más fuego a la hoguera” al difundir, sin tener certeza, la versión de la existencia de varios muertos.
Una reportera local fue quizá la primera que dijo –al aire– que había 17 personas fallecidas en el estadio. Siguió el semanario universitario Tribuna de Querétaro, en cuya cuenta en redes sociales se publicó que “los organizadores” del encuentro habían confirmado el fallecimiento de siete personas.
“La gota que derramó el vaso” fue la difusión que de supuestas personas fallecidas hizo el periodista deportivo de TV Azteca David Medrano, quien aparentemente se apropió de la información de la referida reportera y sin confirmar –al igual que los otros dos– afirmó la muerte de 17.
El cuarto partícipe de esta falsa noticia fue el comentarista de futbol de Televisa Enrique Bermúdez de la Serna, quien también sembró la duda al decir: “… no vayan a salir con el cuento de que en el estadio nadie murió, que fue en los hospitales” y “Las autoridades de #Querétaro siguen reportando heridos graves, pero no hay muertes, muy difícil de creer, después de las imágenes difundidas”.
La prensa falló en lo básico: confirmar lo que informan, y con ello abonó a la desconfianza ciudadana, y de ahí al cuestionamiento del discurso gubernamental. Finalmente, considero que la Federación Mexicana de Futbol, en su afán por transmitir una imagen de “mano dura” y rapidez para resolver, emitió sanciones sin evaluar las consecuencias.
Cito el caso del director deportivo de Gallos Blancos, Adolfo Ríos, quien por ser de la directiva “se lo llevaron entre las patas”, a pesar de que su encargo nada tenía que ver con la organización y la seguridad de los encuentros.
Igual sucedió con las fuerzas básicas y el equipo femenil de la institución, a quienes cayó la misma sanción sin haber tenido responsabilidad en el suceso.
A la espera
Castigados los partícipes en la riña, castigada la institución deportiva y la empresa de seguridad. Aún faltan los responsables de las instancias gubernamentales.