No sé qué en esa joven tarde me apremiaba a ver por la ventana desde mi cuarto piso. Estaban las copas de los árboles, como siempre, pero hoy parecían llamarme, diciendo al ritmo del viento que atravesaba y movía sus ramas altas: “Veen, veeen”.
En estos extraños y escasos ratos de la vida ¿Qué te puede importar dejar la ropa sucia, la comida y la planchada sin hacer? ¡Ánda pues! a calzarse unos tenis y a caminar hacia… hacia… Pues por lo pronto hacia la acera sombreada en dirección a algún lugar sin semáforos, botargas del Dr. Simi, ni merolicos: “¿Tortas joven?”“¡Jornada!”“¡Reforma!” “¡Pídame güerita!”
¡Al parque! ¡claro! para caminar sin mayor apuro. Allí, ¡qué curioso!… Frente a una banca vacía, gran cantidad de palomas deambulan desconcertadas; preocupadas, podría decirse si tal condición fuera propia de esas aves: se miraban unas a otras, chocaban entre sí y se preguntaban algo o comentaban; cualquiera lo habría podido notar con sólo fijarse.
De pronto, en contraste con la calma de algunos paseantes indiferentes, irrumpieron en la escena un par de niños que, arrojando su pelota contra la banca de hierro, gritaban:
ꟷ¡La loca de las migajas otra vez no está!
ꟷ¡Ya no viene la vieja!
ꟷJajá. Se murió yo creo.
ꟷ¡Seguro y sí! ¡Já!
Las palomas alzaron dos veces su ruido de alas asustadas, pero tercas, volvieron después, cuando la pelota y los chicos se alejaron.
Mientras todavía se podían oír con claridad las voces de los niños, un vientecito solitario se levantó en la parte oscura del parque y dispersó un montón de hierba seca sin recoger; la hierba al bajar a la tierra, dibujó una brecha sinuosa hacia acá, como si de una alfombra roja se tratara, solo que ésta, del color de la paja.
Del fondo aquél vino el silencio. Las palomas y yo también callamos. La hierba seca se movía, como bajo un andar inmaterial. La ausencia de sonido y un frescor repentino como el que acompaña en el mar a la cercana puesta del sol, me impedían pensar: levanté la cara y la vi (¿o creí verla yo que soy tan miope?): encaminándose sobre el senderillo, leve pero cierta, una vieja gordita, sombra ella misma, venía hacia aquí entre las luces filtradas por las hojas de los árboles, travestida con los rayos del sol.
Al llegar, se sentó en la banca vacía a arrojar migajitas al suelo, riendo, con lo que, estoy segura, su barriga, que imaginé cubierta con un mandil de florecitas, se movía, ¿o serían tal vez los destellos naranjas del atardecer?
Las palomas todas, aquietadas ahora, atendían al espacio acostumbrado de la vieja, apuntando sus picos hacia ella.
Las aves no sonríen, pero digo que éstas, a cambio del etéreo alimento, lo hicieron, y tras dirigir una caravana respetuosa a la mujer, se fueron yendo una a una. Al final, también La loca de las migajas, con todo y su probable mandil de florecitas, se alejó despacio. El vientecillo desordenó la hierba.
La llovizna comenzaba, traspasó su figura evanescente sin reparo y cuando las luces de neón se encendieron, brillaron azuladas las gotitas, más hacia la parte oscura del parque.
Segura de haber asistido a una ceremonia secreta convidada por los árboles tras mi ventana, caminé de vuelta a casa.
Volví repetidas veces a la parte oscura del parque y la caminé hasta el fondo. Cada vez un nuevo montón de hierba seca se apilaba en espera de ser recogido. La banca en el parque siguió vacía de vieja y de palomas.
Las copas de los árboles nunca volvieron a llamarme.
Muy bueno Paty, la sombra de la loca que las aves extrañan, acertada metáfora de la melancolía de lo que nos alimenta. Felicidades
Tantas cosas ocurren a nuestro alrededor y la mayoría de las veces nos pasan desapercibidas, pero en ocasiones nuestra capacidad de asombro aparece y por un instante podemos ver y sentir lo que otros ignoran. Muchas felicidades prima
Gracias Paty, me sentí transportada al lugar, muy familiarizada con la escena, la historia me llevó con ella, con las palomas, y sentí un profundo agradecimiento con la mujer de las migajas, pues aún en lo etéreo regresa con sus amadas palomas.
Lograste que sintiera el viento y llegara el olor del parque hasta a mí, excelente descripción de lo que ocurría
Las ilustración de las palomas blancas es muy linda.
Me encantan tus historias!
Felicidades por tus pequeñas grandes historias
Muy buena historia, felicidades Paty. Me gustó mucho. Así como las dos ilustraciones.
Hermosa escritura poética!!! Me hizo imaginar un escenario donde pueden suceder toda clase de realidades. Donde la vida y el tiempo parecen volar junto con esas palomas y hojas secas… Me encantó Patty!!!
Un sentimiento de ausencia.me gusto
Escribes tus cuentos con la clara intención de despertar la imaginación del lector que puede optar por una u otra trama, según su percepción.
Escribes con la clara intención de que el lector opte por una u otra interpretación. Historias que mueven la imaginación.
El final a mi parecer es algo escalofriante, no por miedo sino por sentir el tiempo siempre presente y pasado, siempre futuro, al mismo tiempo, el tiempo es; permanente pasado, presente y futuro.
Los árboles, sus copas son una invitación de tiempo.
Me encantó la intervención de la pelota en movimiento que; finalmente es pasado, presente y futuro, al igual que los niños y la “loca de las migajas”, gracias y felicidades.¡
Paty me encanto la hermosa descripción que haces y lo que narras. Pasan tantas cosas a nuestro alrededor que las prisas y la vida cotidiana impide verlas.
Tu trabajo ha mejorado muchisimo. Como que diste un salto. Me pareció ver algo mágico en este texto