1
Una querida persona me llama para preguntar cómo me encuentro en medio de la “dictadura” en la que estamos sumergidos, porque nunca antes, me dice, habíamos tenido a un “dictador” tan ególatra, que “domina e impone todo” desde las decisiones de la Suprema Corte hasta cualquier rincón de las Secretarías que componen su feudo.
Lo escucho, sorprendido, porque, aunque él me expresa lo contrario, jamás lo había visibilizado tan enfáticamente contrariado contra una figura política, al grado de que me dice que al término de su mandato el morenista se reelegirá, tal como lo hiciera aquel Benemérito de la América que sólo su muerte evitó la prolongación de su mandato.
—Bueno —le digo—, con tu voto puedes revocar su liderazgo, si todas las personas que no lo quieren votan con un NO pueden retirarlo de la Presidencia…
—¿Pero también tú crees en esa gran farsa? —me pregunta—, pura dilapidación monetaria, pura teatralidad, pura egolatría…
No lo creo. Le explico que es un plebiscito sostenido en las democracias. Me responde que no puede creer en mi ingenuidad, que estamos frente a un dictador como nunca lo habíamos tenido en el país.
No creo yo, a mi vez, en lo que él me está diciendo. Le afirmo que todo lo nuevo causa reticencia, y sobre todo en las cuestiones políticas.
Pero no lo saco de sus disquisiciones, y como yo no quiero, nunca ha sido intención prioritaria mía, convencer a nadie, digo que está bien, que sencillamente yo no pienso lo mismo que él.
Y nos despedimos afectuosamente.
2
Escucho un programa televisivo donde, enojados, los ponentes no hablan sino de confrontaciones, quejas, amenazas, calumnias, enfrentamientos y arrebatos dictatoriales cotidianos… ¡por parte del presidente de la República! Lo conduce una señora asociada al grupo Mexicanos Contra la Corrupción, con lo cual obviamente la serie gira en torno del bochorno que causa el mandatario morenista, incapaz de gobernar a un país como el nuestro. Pura miseria y orfandad desde que López Obrador tomó las riendas de nuestra pobre nación. Críticos, estoy cierto, que si formaran parte del gabinete serían cruelmente juzgados por otros críticos que participarían, encantados —y cobrando buenos emolumentos— en participar en programas tan felizmente plurales. Me digo que no puedo seguir mirando un canal de Televisa, que no sé cómo pude sintonizar, acaso sin querer, aquella estación… ¡pero pronto me percato que estoy viendo Canal Once! Y vaya que ahora estos canales públicos contienen programas verdaderamente interesantes, cosa que no ocurría en el pasado reciente. Tanta pluralidad me estremece, pero ya no soporto mirar más Primer Plano y cambio de sintonía, porque los juicios sin argumentos me abruman.
3
En otro programa en Canal 14, el jueves 10 de marzo, con Sabina Berman, un invitado, creador del lema “Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México”, dice —con seguridad en sus palabras, irrefutado que es, ofreciendo cátedra a su entrevistadora que lo mira y escucha con arrobo— que todos los periodistas son iguales, incluyendo a Loret, aunque al presidente, que le gustan tanto “la grieta y la división”, insista en perseguirlos y calumniarlos, pero Sabina Berman, por fin lo cuestiona: le dice que Loret es un propagandista opositor al gobierno morenista, un periodista que gana 35 millones cada año… y el estratega político Antonio Sola (Terrasa, España; 1972, naturalizado mexicano y, antes que todo, como él mismo afirmara en la televisión, ferviente y convencido “guadalupano”), el invitado estelar de Sabina Berman, la interrumpe para asegurar que esos 35 millones de pesos anuales que gana Loret los tiene “bien ganados”. Trago saliva. ¡Dios, Sabina Berman está hablando de periodismo con alguien que, aunque haya estudiado periodismo, no sabe nada de periodismo!
Sabina Berman le dice a Sola, como si tuviera que darle explicaciones al politólogo europeo-americano, que nunca antes había trabajado con tanta libertad en la televisión como ahora, porque antes la supervisaban y aleccionaban de lo que hablara con sus entrevistados, guardándose la empresa sus solícitos intereses pecuniarios… pero Sola, categórico e irrefutado, vuelve a intervenir sin esperar a que acabe su entrevistadora:
“Intereses legítimos”, agrega con solvencia en su voz.
Y cambio de sintonía. Yo no necesito escuchar necedades abiertamente derechistas. Qué bueno que Sabina Berman considere relevantes las superficialidades opositoras, pero yo prefiero cavilaciones menos cerradas, más espabiladas, abiertas a la discusión, no donde nada más la razón casualmente estuviera de parte de los opinantes, disfrazando su intolerancia, discreta y simulada, de aguda reflexión inobjetable, ¡al grado de que durante aquella entrevista de Sabina Berman con Sola, este ingenioso guadalupano político comparó a López Obrador con Adolfo Hitler!
4
Y es cierto: López Obrador habla de periodistas como ningún otro Primer Ejecutivo se había referido a ellos, porque bastaba una sola indicación presidencial para que, en consecuencia, fuera despedido tal o cual periodista que se había atrevido a alterar el “orden constitucional”, como cuando fueron eliminados sumariamente Ignacio Rodríguez Reyna de El Universal en el foxato o Carmen Aristegui de MVS en el periodo de Peña Nieto. ¡Y cómo los mismos periodistas que hoy la aclaman son los que la denostaron con fiereza, por su “demasiado protagonismo”, instados por su ambición pecuniaria!
La costumbre estaba ya trazada: el Señor Presidente no debía hablar de periodistas ni de periodismo, sólo se esperaba una señal suya, un mínimo guiño suyo, para proceder en consecuencia arremetiendo contra estos incómodos periodistas, periodistos o periodistes. Lo demás era lo de menos; es decir, lo demás era, es, el dinero, y lo de menos era, es, el periodismo.
Porque a este oficio, el del periodismo, sigue efectivamente debiéndole, este gobierno, la promesa de regular, por fin, su publicidad para eliminar, de una vez por todas, los favoritismos que siempre han caracterizado los sexenios, de uno u otro partido, como ahora mismo Morena lo está haciendo, por ejemplo, con La Jornada, diario al cual, aprovechándose los detractores del vacío legal, mencionan como “medio oficial”… sin antes —en administraciones del pasado— haberlo hecho ni con El Universal o Reforma o Televisa, etcétera, acaso porque era visualizada —la compra-venta de la libertad de expresión— como una práctica normal, donde la prensa era descaradamente comprada, mediante el artificio informativo, por la dádiva gubernamental. Y como esta promesa de la legislación oficial ha sido momentáneamente cancelada, entonces —debido a la ahora sí “desequilibrada” repartición económica de la publicidad oficial— se califica a un medio como “propagandista” del poder cuando, repito, esta práctica anteriormente era incluso una clave de la sobrevivencia empresarial, porque es evidente que La Jornada, por ejemplo, siempre ha recibido, aunque en menor cuantía, dinero del erario, ¿o no se recuerda al primer director de este diario, Carlos Payán Velver, “entrevistando” en la televisión a Carlos Salinas de Gortari para animar a la población a votar por el PRI? ¡Y ahora este medio resulta que es el Granma mexicano, según los finos opositores de López Obrador!
5
Lo cierto es que nunca antes un presidente de la República había sido tan injuriado y calumniado como lo es ahora Andrés Manuel López Obrador ni tampoco, nunca antes, un presidente de la República había respondido a los periodistas porque éstos, para comenzar, jamás se habían metido con la figura presidencial porque, y hay que subrayarlo, los medios recibían cataratas de dinero —a manos llenas— por parte del gobierno, de manera que estamos ante dos novedosas circunstancias: el abandono financiero oficial y el “atrevimiento” de un presidente de denostar a quienes lo denuestan, premisa, esta última, que no perdona, ni disculpa, numerosa prensa pues con la artimaña que reza que “un presidente no debe hablar mal de nadie” el discurso obradorista es, automáticamente, descalificado. Porque un “periodista”, aunque no lo sea, se cree con el derecho de “criticar” a una autoridad, máxime si no comulga —el presidente— con las prácticas impuestas por sus antecesores basadas en la alimentación mediática. Yo me pregunto: ¿no tiene derecho una figura política a contestarles a los que lo denuestan, a veces de modo injustificado, sólo por consigna económica?
Lo cierto es que esta situación inédita, donde un presidente no se queda callado ante la crítica (a veces mal pergeñada, injustificada, claramente opositora), pareciera pasar inadvertida por aquellos que consignan, o debieran consignar, los sucesos sociales.
Por eso luego ocurren tartamudeos o inconsecuencias como la sucedida el pasado 4 de marzo cuando la periodista Ana Plasencia, del medio DW Noticias, cuestionó a Carlos Loret de Mola:
—… Pero también a ti, Carlos, te veo combativo. Tu respuesta a López Obrador parece más bien de político opositor que de periodista.
Y razón tenía la periodista.
—No, no, no… [risas de Loret de Mola]… Soy estrictamente periodista, estoy tratando de defenderme de un presidente que nos tiene bajo ataque… que nos tiene atacándonos tremendamente…
Etcétera.
Porque se tenía que responder eso a tan categórica pregunta, porque nadie va a decir que una figura política también tiene derecho, por qué no —pues si no se había hecho antes no significa que no se tuviera derecho—, a responder las injurias, sobre todo cuando sabe —la autoridad política— que no tiene comprada a la prensa, como antiguamente se hacía sin bochorno alguno y sin tener que dar explicaciones de su procedimiento corruptor —que no era visto como tal, por supuesto.
Varios —y localizados— periodistas, lo sean o no, están disgustados porque el Señor Presidente se ha atrevido a meterse con ellos para tratar de enmendarles la plana, y en vez de discutir las réplicas se ofenden, se sienten, y se dicen, atacados, perseguidos, calumniados. Y no saben ya qué decir acerca de esta novedosa réplica gubernamental. La periodista Ana Plasencia cuestiona de nuevo a Loret:
—Si a nadie le debería de interesar cuánto ganas y está claro que ese discurso de austeridad del presidente contradice en mucho la vida privilegiada del hijo, ¿a quién le debería interesar cómo vive el hijo del presidente de la República?
—[Balbucea Loret] La supuesta exhibición de mis ingresos, bueno, la exhibición… mejor dicho, de mis supuestos ingresos es una venganza por parte del presidente de México. El presidente en el momento que no tiene explicación para la Casa Gris, que es como se le conoce en México a la casa de su hijo, cuando no tiene explicación de todo esto, arremete en contra de los periodistas que hicimos la investigación y, particularmente, en contra mía. Entonces presenta estos supuestos ingresos y trata de desviar la atención hacia otra cosa. Aquí hay algo importante que el auditorio de otros países del mundo debe entender, algo muy particular: los contratos de los periodistas famosos o conocidos con las cadenas de televisión, en muchos lugares del mundo, se hacen públicos. Por ejemplo, a los periodistas de los Estados Unidos, ¿tú sabes cuánto gana Anderson Cooper y por cuánto tiempo renovó con CNN?, por poner un ejemplo de alguien conocido…
Etcétera.
(Aunque olvida Loret de Mola que trabaja en una empresa escandalosamente opositora a la administración morenista, hecho innegable que, ni modo —para Loret, porque sin duda el periodismo queda rezagado ante el objetivo prioritario del medio Latinus—, la información se ve severamente parcializada por convenir a los intereses de los propietarios de ese canal noticioso.)
Pero no se necesita mucho cacumen para percatarse de la pronta contradicción de Loret: al protegerse él de la “venganza” obradorista, arremete contra “otro” famoso (Anderson Cooper) para igualarse y dar a entender que si los “famosos” en Estados Unidos ganan millones de dólares, ¿por qué carambas él no habría de ganarlos?
En el mundo de la fama, y Antonio Sola también lo sabe, y lo aprueba, los famosos están en su derecho de percibir esos millones porque, simplemente, se lo merecen.
6
El problema, acaso, de este quid se halla en la incomprensión de lo novedoso: un presidente poniéndose al tú por tú con sus opositores, que encuentran anormal que un mandatario se atreva a responderles.
Durante una sesión televisiva de El Financiero Bloomberg, intitulada “Prensa y poder en tiempos de conflicto”, transmitido el jueves 3 de marzo, Raymundo Riva Palacio declaró:
—No es nuevo, ha hecho llamados a los dueños de los medios para que corran a sus periodistas. Lo ha hecho. No habla él por teléfono directamente o a través de alguno de sus colaboradores, como se llegó a hacer de manera selectiva en otros gobiernos: en el anterior, también con Felipe Calderón y Vicente Fox; no, aquí no es así… él es totalmente abierto… su pecho no es bodega y, públicamente, ha pedido a empresarios de los medios que despidan a algunos periodistas que le son incómodos con sus críticas. Claro que la libertad de expresión está en riesgo y todos los días hay una batalla entre los medios y el poder.
Julio Hernández López, invitado en la sesión, intervino:
—¿Cuáles son los ejemplos concretos de los momentos y de los periodistas a los cuales la Presidencia de la República ha pedido que sean despedidos?
—Ciro Gómez Leyva —arguyó Riva Palacio.
Astillero:
—¿Cuándo lo pidió?
Riva Palacio:
—No tengo la fecha…
Astillero:
—¿Cómo lo pidió?
Riva Palacio:
—Le dijo que deberían de revisar la forma en como ejerce el periodismo…
Astillero:
—Periodista: ¿y eso es pedir que sea despedido?
Riva Palacio:
—Sí es pedir… ¡claro que es pedir!
Astillero:
—¡Por favor! ¡Estás infiriendo!
Riva Palacio:
—No, Julio… ¡por favor! ¡Parece que tú también estás en la enajenación y en el olvido…!
Astillero:
—Raymundo, yo te diría: ¡tú estás en el chayoterismo y nadie te dice nada! Estás en el chayoterismo de Televisa, Raymundo, históricamente…
“Estás infiriendo”, dijo muy claramente Hernández López a Riva Palacio.
Y no le faltaba razón, porque ahora todo se infiere de lo que expresa el presidente, aunque sea una ambigüedad.
Y sobre todo porque es una novedad que un mandatario se ponga a opinar de lo que vive, lo que mira, lo que escucha, de sus planteamientos, de las informaciones calumniosas, o de las que él considera calumniosas: como nadie lo había hecho, él tampoco debe hacerlo.
7
Ahí está el caso de las tlayudas en el recién inaugurado Aeropuerto Felipe Ángeles, donde salieron a relucir el racismo, la discriminación, el desamparo y la gastronomía mexicana; pero, que yo sepa, no se ha sabido cómo llegó la cocinera a ese sitio, quién autorizó su estancia en ese espacio, si el ambulantaje se trasladó a esos pasillos proporcionando dinero por lo bajo (porque la señora no se puso ahí porque sí, sino tuvo que haber una maniobra para instalarse en ese sitio) y dónde fue a parar ese acto corruptor, si es que hubo corrupción, o si la zona es verdaderamente abierta para el ambulantaje.
Sí, es bueno saber que en el nuevo aeropuerto se va a contemplar la posibilidad de la existencia de locales dedicados al menú culinario mexicano, ¿pero el caso de la servidora de las tlayudas durante la inauguración aeroportuaria fue algo planeado por el gobierno o una estrategia opositora?
Las cosas, sí, deben ser transparentes.
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LALUPA.MX
https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito/
Muy bien, querido maestro Roura: Estás desquitando tu salario,