Para Europa, este mes es crítico por múltiples cuestiones. La primera y más importante es la guerra de Rusia con Ucrania que, además de haber provocado una destrucción material sin precedentes en el país atacado y causado la muerte de miles de soldados e incluso de civiles ucranianos, ha detonado la migración europea más grande desde la Segunda Guerra Mundial, situación que los demás países europeos han tenido que afrontar conjuntamente.
Por ello, abril es tan crítico para el continente europeo; de acuerdo con el avance de las rondas de negociación, en su transcurso se tiene la esperanza de que las partes involucradas en el conflicto bélico puedan llegar a un acuerdo. Tanto Kiev como Moscú se han mostrado participativos en la mesa de diálogo, aunque con poco progreso real en cuanto a abandonar las armas.
Hasta ahora, los gobiernos de Francia y Turquía han intentado mediar entre Ucrania y Rusia para terminar la guerra. No obstante, hace poco China se incorporó como mediador en este conflicto bélico, lo que ha aumentado la esperanza de Occidente en que, al ser este un país aliado del Kremlin, se pueda convencer a Vladimir Putin de cesar las hostilidades y comprometerlo a una salida diplomática de este caos que sólo él ha provocado.
Sin embargo, hay otros eventos ya sucedidos y por acontecer en Europa que pueden mover la balanza en favor de Moscú en esta guerra. Se trata de las elecciones generales en Hungría y Serbia, que transcurrieron el domingo, así como las elecciones presidenciales de Francia, cuyas vueltas están programadas para el 10 y 24 de abril, y las elecciones parlamentarias de Eslovaquia, también establecidas para el último domingo del mes.
En torno a las elecciones ya sucedidas, hay una situación delicada hasta cierto punto. En Hungría, el partido del primer ministro, de corte nacionalista, populista y de extrema derecha, venció por casi 20 puntos porcentuales a su más cercano competidor, una coalición socialdemócrata y progresista. Esto permite que Viktor Orbán continúe otro periodo como el líder máximo del país, situación que ya estaba prevista por la Unión Europea (UE) y Occidente, pero no deja de preocupar.
Orbán es el aliado más cercano de Putin en la UE. Si bien Hungría ha apoyado al conglomerado europeo de naciones y a la Organización de las Naciones Unidas para condenar la invasión rusa a Ucrania, no ha impuesto sanciones a Rusia. Quizá haya sido una estrategia del primer ministro para acaparar más apoyo de cara a las elecciones generales pero, ahora que se confirmó su victoria y su poder vuelve a ser fresco, hay incertidumbre en torno a si seguirá la mancuerna con los países occidentales frente a Moscú.
Serbia, por otro lado, no forma parte de la UE e históricamente ha sido aliada de Rusia, sobre todo por razones culturales y étnicas, mismas que en su momento le ayudaron al recibir apoyo del Imperio ruso ante el conflicto con el Imperio austro-húngaro, que detonó la Primera Guerra Mundial. Uno podría pensar que Belgrado tendría más resiliencia para asistir al Kremlin, pero su preferencia en la guerra está siendo vigilada por Bruselas, que en los pasados años ha estado analizando la solicitud del país de los Balcanes para convertirse en el vigésimo octavo integrante del conglomerado europeo de naciones. Así que es muy probable que el gobierno que repite periodo en Serbia mantenga su apoyo a la UE, Occidente y Ucrania frente a la guerra provocada por Rusia.
Finalmente tenemos a Francia y Eslovaquia, dos países de la UE. Con el segundo no habría mayores complicaciones, puesto que el gobierno actual se ha declarado en contra de Rusia en la guerra con Ucrania y se estima que pueda vencer en los comicios, manteniendo así su postura en este escenario caótico. Sin embargo, con la nación gala una situación diferente se puede apreciar, sobre todo porque la oposición política en ese país es más fuerte que en el anterior. Ahora, esto no significa que de ganar la oposición el nuevo gobierno francés apoye a Moscú, sino que la colaboración con los aliados europeos y occidentales contra el Kremlin puede que se torne más ríspida. Ojalá que no pase, pero más luz tendremos tras la primera vuelta.