La consecución del desarrollo sostenible e incluso el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) requerirán algo más que adaptaciones y cambios graduales. En el contexto actual es primordial la implementación de transformaciones que rompan los actuales sistemas de insostenibilidad, que agravan la crisis ambiental post-Covid. Por ejemplo, las medidas dirigidas únicamente a reducir las emisiones de dióxido de carbono y a frenar la pérdida de biodiversidad equivalen a “no hacer las cosas tan mal”, pero no a “hacerlas bien”.
La pandemia de Covid-19 constituye la crisis más reciente que ha enfrentado el mundo, pero no será la última a menos que los humanos moderemos las presiones que ejercemos sobre el planeta. Así lo señala el recién publicado informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que incluye un nuevo índice experimental sobre progreso humano en el que se integran las emisiones de dióxido de carbono y la huella material de los países (una medida de la extracción de materias primas en el mundo para cubrir la demanda nacional).
Los bosques juegan un papel crucial en la determinación de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, ya que absorben aproximadamente 2 mil millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente cada año, almacenando el carbono en la biomasa y suelos por tiempos prolongados (Fig. 1). Para esto es necesario “proteger, restaurar y promover el uso sostenible de ecosistemas terrestres, gestionar los bosques de forma sostenible, luchar contra la desertificación; detener y revertir la degradación de la tierra y detener la pérdida de biodiversidad”.
La degradación de las tierras afecta a más del 60 % de los recursos edáficos del planeta, debido fundamentalmente a la agricultura intensiva y la deforestación. A la vez, las emisiones de dióxido de carbono más intensas se producen por el aumento de la deforestación a nivel mundial; en México, y en Querétaro en particular, van de la mano del cambio de uso de suelo (aumento de la urbanización y de áreas agrícolas).
En este contexto, la convención de las Naciones Unidas para el Combate de la Desertificación ha hecho un llamado urgente a nivel mundial para cumplir con el objetivo de medir la degradación de la tierra y la desertificación, asociado al reconocimiento de su contribución a detener la pérdida de biodiversidad, mitigar el cambio climático y aliviar la pobreza, temas que han sido objeto de las Metas del Desarrollo del Milenio.
El suelo es vital para la producción de alimentos y fibras, sus funciones como filtro natural garantizan la provisión de agua potable, siendo parte de los recursos para la energía renovable. A nivel global los suelos constituyen un enorme sumidero del ciclo de carbono (Fig. 2) y son la plataforma esencial de producción de biomasa para la energía renovable, que permite mantener la biodiversidad. En el suelo se apuntala la entrega de servicios ecosistémicos, siendo la seguridad del suelo el concepto que muestra el enlace entre estos servicios de aprovisionamiento y la disponibilidad de la humanidad para resolver asuntos claves para el desarrollo sostenible, en conjunto con la seguridad del agua, seguridad energética, regulación del clima, y como hábitat de la biodiversidad, según se contempla en los ODS, declarados en 2015 por las Naciones Unidas con la participación de la Alianza Mundial del Suelo (AMS).
Para cumplir con estos servicios de bienestar para el planeta, es urgente profundizar en la educación, en sus diferentes niveles, y a nivel superior en el desarrollo de estrategias que permitan concienciar a la población de lo que representa la disminución de la seguridad del suelo.
Esto se basa en la comprensión de las características biofísicas del suelo, vinculadas al concepto de la Zona Crítica, que incluyen todas las ventajas del uso y manejo apropiado dentro de sus límites comprendidos (desde el contacto de la cobertura de la vegetación con la atmósfera hasta el contacto del suelo con el manto freático), para generar las estrategias que favorezcan la conservación y rehabilitación de los suelos y cumplir los ODS en los ecosistemas terrestres.
Al respecto, una visión biofísica por sí sola no es suficiente. Cuando la investigación en ciencias del suelo se limita a parámetros biofísicos, no logra tener en cuenta las implicaciones socioeconómicas de que la propiedad del suelo y su manejo son gestionados por agricultores. Por otro lado, los análisis económicos ignoran o simplifican demasiado el capital del suelo. Al incorporar los conceptos de la dimensión del capital con la conectividad del suelo se optimizarán las herramientas para abordar estas deficiencias, al tomar en cuenta el valor del suelo ante la sociedad. Los suelos deben ser capaces de almacenar humedad, de amortiguar los cambios de temperatura, de conservar el acomodo de sus constituyentes minerales y orgánicos para cumplir con sus funciones en la naturaleza y favorecer el cumplimiento de los ODS en suelos con diferentes capacidades y condiciones.
La salud humana debe considerarse como otro gran desafío relacionado a la seguridad global del suelo al enfatizar el hecho de que:
a) La contaminación del suelo es un problema mundial. Se han realizado estimaciones basadas en contaminación local, pero la extensión y el contenido de la contaminación difusa son en gran parte desconocidos.
b) Aunque el suelo puede almacenar, filtrar y reducir la contaminación, también es factible exceder su capacidad e impactar la salud humana.
c) Los futuros desafíos científicos y sociales relacionados con la salud del suelo y sus relaciones con la salud humana requieren establecer las dimensiones de seguridad del suelo mediante:
- El monitoreo de los contaminantes emergentes; aplicar herramientas analíticas y técnicas de remediación más rápidas acordes a la gestión sostenible de la tierra.
- Atender la conectividad y codificación con enfoques transdisciplinarios y multifactoriales.
- La participación y diseño de programas para mitigar e implementar el seguimiento multidisciplinario de la salud y el medio ambiente.
En lo referente al capital, el principal objetivo es mejorar la evaluación de los costos de reducir la contaminación, e introducir el valor económico de las opciones de remediación.
Para lograr la seguridad del suelo en la dimensión de condición, se identificaron como objetivos generales:
- Reducir el agotamiento de los nutrientes del suelo en un 50 % para 2030 con respecto a los niveles de 2015.
- Aumentar la captura de agua en un 20 % para 2030 con respecto a los niveles de 2015.
- Para 2030, aumentar el contenido de carbono orgánico de la capa superior del suelo agrícola un 20 % por encima de los niveles de 2015.
- Reducir las pérdidas de suelo a la tasa tolerable de erosión del suelo para el 90 % del suelo gestionado en el 2030.
De forma que debe impulsarse el enfoque económico y social en la seguridad del suelo, tomando en cuenta los incentivos económicos que aclaran y definen el capital natural y los servicios de los ecosistemas para valorar el suelo en conjunto con el gobierno, el mercado y las instituciones. Otro enfoque es a través de estándares, etiquetado y mediante la concesión de licencias a sus productos.
La doctora Norma Eugenia García Calderón es investigadora de la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Juriquilla
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