HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
David recuerda su infancia cuando acompañaba a su mamá en largas caminatas mientras vendía paletas en las calles de Querétaro en un carrito con música. Él representa la tercera generación de paleteros y el primero de su familia que pone un local para ofrecer sus paletas y nieves artesanales, porque los demás eran ambulantes.
A un año de abrir su local, que convierte los viernes en club de ajedrez, aprovecha toda la herencia de sus abuelos, su madre y sus tíos para ofrecer más de 70 sabores y recordar su niñez, ligada a la elaboración de las paletas, las caminatas y los sonidos propios de esta actividad.
El carrito ambulante de su mamá le permitió terminar la carrera de Contaduría y Finanzas, que ejerce durante parte de su día, aunque las paletas y los helados son su fuerte y tiene diez años de experiencia en su elaboración. “Yo me pagué la carrera vendiendo los sábados y los domingos. Este oficio es muy noble, así haga frío, no te vas a hacer rico, pero tampoco te va a dejar sin comer”.
Los abuelos de Luis David Rocha Reséndiz iniciaron con el negocio ambulante en Guanajuato, aunque luego viajaron a la Ciudad de México y todos sus hijos aprendieron el oficio.
Su mamá tiene 30 años de elaborar paletas y desde hace 20 años llegó a Querétaro a vivir con sus hijos; en aquel momento David tenía 8 años y sabía que este oficio les daba para vivir.
“Tengo muchos familiares que se dedican a lo mismo, pero ninguno tiene paletería fija, solo yo, que soy la tercera generación, mis tíos, mi mamá son ambulantes, mis abuelos también eran ambulantes”, explica en compañía de su esposa que le ayuda en el negocio.
Su mamá le contó muchas veces la historia de cómo inició el oficio familiar: “mi abuelo aprendió con un amigo, se asociaron entre ellos y levantaron un pequeño negocio, después mis abuelos le enseñaron a mis tíos y luego a mi mamá y ella a nosotros”.
Como vendedora ambulante, la mamá de David dependía del clima, “si hacía frío, si hacía calor, nos llevaba a los mercados a vender, incluso en la primaria, cuando se compró su carrito me llevaba en el asiento de atrás haciendo la tarea, con su música de los helados, vendiendo en su ruta”.
Los helados y las paletas de chicle, de limón, de coco, de mamey y de fresa le recuerdan esos recorridos, eran “los sabores más sencillos, pero mi mamá me dejaba probar en casa, tenía la mesa puesta”.
También recuerda las tardes de elaboración. “Era un proceso tardado, porque era artesanal, con un bote y con hielo seco y con sal de grano alrededor, tenías que estar como una hora dando vueltas, moviendo y moviendo con una palita de madera”.
Las nuevas máquinas modifican el proceso y reducen a 25 minutos la elaboración de la nieve y las paletas, aunque las máquinas “esponjan” más el producto final, el sabor es el mismo y sobre todo la calidad.
Ante la creciente presencia de grandes cadenas de paletas y helados, David le pide a la gente que consuma en las paleterías pequeñas, las que significan el ingreso de una familia, las que le dan la oportunidad a otros, como a él, de terminar sus carreras gracias a un oficio noble.
“Mi mamá siempre dice que este es un negocio muy noble, mi mamá es mi maestra, lo que sé se lo debo a ella, porque me ha pasado consejos, le da gusto que tenga mi negocio y que crezca. En el carrito de paletas, en el calor, teníamos jornadas largas, porque empezábamos a las 12 del día y terminábamos cuando se metía el sol, como a las 7 de la noche y ella caminaba, soportando el sol, soportando el clima y lo hacía con todo el gusto porque nos daba de comer”.
El local de David, ubicado en avenida Popocatépetl número 21, en Loma Bonita, se transforma los viernes, cuando se convierte en un club de ajedrez para quienes quieran competir con otros o aprender a jugar de manera gratuita. Se trata, dice, de generar un beneficio para Querétaro, sobre todo para los jóvenes que buscan abrirse paso con nuevas actividades que favorezcan su aprendizaje.