Este texto se encuentra ilustrado con imágenes del Holodomor, la hambruna que tuvo lugar en Ucrania entre 1932 y 1933, como resultado de la política económica de colectivización forzosa de Stalin
“Nos enfrentamos al hambre en una escala sin precedentes, los precios de los alimentos nunca han sido tan altos y millones de vidas y medios de subsistencia están en juego”.
Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas (4.05.2022).
El 4 de mayo pasado las Naciones Unidas publicaron el Global Reporton Food Crises-2022(GRFC) elaborado por el World Food Programme (WFP) de dicho organismo.
El documento antes referido indica que la humanidad se encuentra ante una crisis tridimensional: en alimentos, energía y finanzas, todo ello derivado no sólo de la crisis climática y la pandemia de Covid que no termina sino de la guerra de Rusia contra Ucrania:
“A nivel mundial, los niveles de hambre siguen siendo alarmantemente altos. En 2021,superaron todos los récords anteriores según lo informado por el Informe Global sobre Crisis Alimentarias (GRFC), con cerca de 193 millones de personas con inseguridad alimentaria aguda y que necesitan asistencia urgente en 53 países/territorios, según los hallazgos del GRFC 2022. Esto representa un aumento de casi 40 millones de personas en comparación con el máximo anterior alcanzado en2020 (reportado en el GRFC 2021)”.[1]
Dicha crisis afectó ya, en el 2021, principalmente a las naciones más pobres de la tierra, tanto en el África subsahariana como en algunas regiones de Asia y Latinoamérica:
“En 2021, casi el 70 por ciento del número total de personas en Crisis opeor (IPC/CH Fase 3 o superior) o equivalente se encontraron en diezpaíses/territorios con crisis alimentaria: la República Democrática delCongo, Afganistán, Etiopía, Yemen, norte de Nigeria, Siria, República Árabe, Sudán, Sudán del Sur, Pakistán y Haití”.[2]
Tal situación, incrementada por la violencia existente en muchas de tales naciones ocasiona no sólo malnutrición sino el desplazamiento de sus pobladores hacia otros países:
“En 2021, hubo 51 millones de desplazados internos (IDP) en todo el mundo, casi 45 millones fueron de 24 países/territorios con crisis alimentaria. Los seis países/territorios con el mayor número de desplazados internos: la República Árabe Siria, Afganistán, República Democrática del Congo, Yemen, Etiopía y el Sudán: se encontraban entre las diez mayores crisis alimentarias en 2021 por número de personas en Crisis o peor (IPC/CH Fase 3 o arriba) o equivalente”.[3]
En resumen, más de medio millón de personas se encuentran en la peor fase (Fase 5: Catástrofe alimentaria), otros 39 millones se hallan en fase 4 (Emergencia alimentaria), otros 131 millones en Crisis alimentaria y 236 millones en Stress alimentario.[4]
Y Latinoamérica no se encuentra fuera de la crisis: Venezuela, Haití, Guatemala, Honduras, Cuba, Nicaragua y El Salvador, así como algunas regiones de Ecuador, Perú y Colombia son indicadas en el reporte como fuertemente amenazadas.
Pero ninguna nación escapará a la crisis. Basta mirar la situación de los granos básicos. Desde el 2020 se han incrementado, en los mercados internacionales, los precios de dichos granos: el trigo en un 320%, el maíz en un 260%, la soya en un 210%.
Una crisis tridimensional
La causa de la hambruna que viene, ya lo indicamos es, en primer lugar, el descenso de la producción a cielo abierto derivada del Calentamiento Global Antropogénico.
Según indicó el 22 de febrero pasado el Summary for Policimakers de la segunda parte (Impacts, Adaptation, Vulnerability) elaborado por Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas,[5] en nuestros días –y con sólo 1.09°C de incremento global en la temperatura promedio— está ya amenazada la seguridad alimentaria mundial:
- en África la productividad agrícola se redujo un tercio respecto a la que poseía en 1961;
- la mitad de la población mundial enfrenta problemas de abasto de agua al menos un mes al año;
- la cantidad de refugiados ambientales, desde el 2008, sumó la enorme cifra de 20 millones de personas.[6]
La hambruna, en segundo lugar, deriva de la detención de la producción agrícola mundial generada por la pandemia, la cual, afortunadamente, parece estar quedando atrás en muchas regiones.
En tercer lugar, la crisis deriva de la terrible guerra que se realiza en “el granero del mundo”, me refiero ala invasión de Rusia a Ucrania.
Al respecto no sobra recordar que Rusia produce el 14% del trigo a escala mundial, así como el 21% de la semilla de girasol y casi 10% de la cebada. Ucrania, por su parte, produce el 9% del trigo mundial, el 16% del maíz, el 42% de la semilla de girasol y casi el 10% de la cebada.[7] Y todo esto, lo reitero, es a escala mundial.
Asimismo, no sobra recordar que tanto el petróleo y el gas que se consume en Europa como buena parte de los fertilizantes que se consumen en todo el mundo son producidos por Rusia. Y como, a consecuencia de la guerra, Rusia ha sido sancionada y no puede vender ni su petróleo ni sus fertilizantes al resto del mundo, pues toda la humanidad –y sobre todo los más pobres—sufrirán por la disminución de la producción agrícola.
Y en Ucrania la situación no es mejor, el 23 de marzo pasado su Ministro de agricultura, Roman Leshchenko, indicó que a causa de la guerra se abandonarían la mitad de las tierras fértiles de su país con la consecuente disminución de la producción.[8] Es por todo ello que el 21 de abril pasado el Banco Mundial (WB) alertó: “la guerra en Ucrania ocasionará una crisis alimentaria mundial”.[9]
¿Y en México?
Tal situación, en nuestro país, es también muy riesgosa. Al respecto no sobra recordar que nuestra nación fue declarada en el 2013 como “importador agroalimentario neto”[10] y que, en nuestros días, importa el 48% de los alimentos que consume.[11]Todo eso no ha podido ser revertido por los programas gubernamentales implementados por la actual administración, la cual está más bien preocupada por otros temas (culpar de nuestros males a las administraciones pasadas, perseguir a periodistas y contrincantes políticos, recuperar la “jauja petrolera”,etc).
Como bien indica el Dr. Jorge Riechmannen su Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros,[12] en las décadas venideras sólo habrá dos tipos de comunidades humanas: aquellas a las que el colapso tomará desprevenidas y, por ende, decrecerán “a la mala”, malgastando su tiempo culpando de su malestar creciente a uno u otro actor político con los consecuentes conflictos que nada lograrán resolver y, por otro lado, aquellas que, conocedoras de las raíces profundas (Calentamiento global, crisis de la biodiversidad) de la crisis civilizatoria, se pertrecharon en conocimientos y destinaron tiempo para construir organizaciones ciudadanas con la mayor autonomía posible en agua, energía y alimentos, las cuales serán capaces de mantener un nivel de vida sencillo pero correcto a pesar de la inevitable crisis civilizatoria.
El paro nacional de transportistas realizado el 2 de junio pasado es un claro indicador de que nuestro pueblo se encaminará por la primera vía señalada por Riechmann. Nuestros transportistas no se dan cuenta de que nos enfrentamos a una crisis civilizatoria, que el precio de los combustibles fósiles no dejará de crecer, que el costo de la canasta básica, en consecuencia, también. Si el gobierno autoriza el incremento de sus tarifas la solución será sólo momentánea pues la inflación pronto la revertirá.
Sería necesario contar con un gobierno verdaderamente comprometido con el bienestar de su pueblo para revertir la crisis que viene, un gobierno que reconvirtiese al país hacia las energías renovables, que impulsase la movilidad ciclista o mediante biohíbridos, que fomentase los invernaderos y huertos de traspatio en todas las regiones del país, es decir, un gobierno que verdaderamente se pusiese la camiseta del cuidado de la tierra.
Tal perspectiva, desgraciadamente, se aprecia muy lejana.
Cuernavaca, Morelos, 2 de junio de 2022.
Bibliografía:
IPCC, WG2 (2022). Climate Change 2022. Impacts, Adaptation and Vulnerability, Summary for Policymakers, WMO/UNEP.https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg2/
GFRC (2022), Global ReportonFood Crises-2022delWorldFoodProgramme (WFP): https://docs.wfp.org/api/documents/WFP-0000138913/download/?_ga=2.148687536.660390190.1654173641-1207100916.1654173641
Riechmann, J. (2019).Otro fin del mundo es posible, decían los compañerosBarcelona:MRA ediciones.
Tamayo, L. (2020). Aprender a decrecer 3.0, México: UAQ.
[1] GFRC 2022:6.
[2] GFRC 2022:7.
[3]GFRC 2022:8.
[4]GFRC 2022:15.
[5]IPCC 2022, SummaryforPolicimakers, WG2: 1.
[6]IPCC 2022, SummaryforPolicimakers, WG2: 2.
[7]OurWorld in Data, Food and AgricultureOrganization de las Naciones Unidas, 2022.
[8].Ukraine 2022 Spring cropsowingareacould be halved, Agiculture and fisheries, 23 Mars, 2022.
[9]Ukrainewar: Wolrd Bank warnsof “human catastrophe” food crisis, 21 April, 2022.
[10]La Jornada, 19 de septiembre de 2013: https://www.jornada.com.mx/2013/09/19/economia/030n1eco
[11]Boletín del Grupo parlamentario de Morena. Alocución del Dip. José Narro Céspedes del 22 de enero de 2020: https://morena.senado.gob.mx/2020/01/22/mexico-importa-el-48-de-los-alimentos-que-consume-la-poblacion-jose-narro-cespedes/
[12]MRA ediciones, Barcelona, 2019.
AQUÍ PUEDES LEER OTRAS ENTREGAS DE “ECOSOFIA”, LA COLUMNA DE LUIS TAMAYO, PARA LA LUPA.MX
https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/luis-tamayo-perez-ecosofia/
Interisantísimo artículo del Dr. Luis Tamayo que nos abre los ojos en invitándonos a implementar medidas para convivir antes de que lo único que nos quede sea sobrevivir.
La crisis alimentaria nos concierne y el grano de arena que cada uno de nosotros puede aportar cuenta.