El problema del acelerado calentamiento global causado por la actividad industrial humana domina cada vez más las agendas políticas, científicas, económicas y sociales de los gobiernos más poderosos del orbe. A medida que avanza el reloj, el reto de frenar este aumento de temperatura se vuelve más grande, consumiendo los recursos presentes y comprometiendo los futuros. Pero al mismo tiempo aparecen luces en el fondo del camino que hacen renacer la esperanza en un mundo que puede llegar a salvarse, en tanto los esfuerzos de la humanidad se enfoquen por completo en transformar su economía hacia una sustentable.
Como la alternativa es caer en un abismo de consecuencias desconocidas, que se presagian concatenadas para golpear simultáneamente en ámbitos como la producción de alimentos, el aumento imparable de los movimientos migratorios, la frecuencia e intensidad de catástrofes naturales y muchos más, entonces a las sociedades de todas las naciones no les queda otra salida distinta a concentrarse en empujar una modificación del estilo actual de vida, que esté basada en una disruptiva transformación tecnológica.
Es así como muchos gobiernos han comenzado a implementar numerosas políticas públicas orientadas a favorecer la economía circular, la movilidad ecológica, el autoabasto de alimentos, la generación de energía mediante fuentes renovables y limpias, entre muchas otras estrategias para descarbonizar todas las actividades. En ciertos países existen ya fechas fatales para que los vehículos de combustión interna dejen de comercializarse y en las naciones nórdicas la conciencia ambiental ha impulsado consistentemente la adquisición de vehículos eléctricos. En otros se ensayan procesos para capturar el dióxido de carbono (CO2) suspendido en el aire, para con ello reducir la concentración de este gas de efecto invernadero (GEI).
En la coyuntura presente es fundamental que los esfuerzos no se concentren sólo en la generación de GEIs por las fábricas o el transporte, sino que se observe también al sector ganadero o el manejo de residuos orgánicos, que contribuyen grandemente a la generación de gas metano, el cual al quemarse se convierte en una importante fuente del nocivo CO2. La fabricación de cemento, el insumo básico del concreto que soporta a la construcción, es también otra de las actividades que aportan gran cantidad de este GEI; de hecho, su aportación del CO2 por dólar de ganancia supera considerablemente a otros sectores como los de producción de aceros, petróleo y aceites, productos químicos y extracción de minerales.
Por fortuna, el grafeno ha comenzado a mostrar su potencial para transformar el metano sin la necesidad de generar CO2. Este material es una forma cristalina del grafito menos llamativa que el diamante, en la que los átomos de carbono se agrupan en un patrón hexagonal, estructura que le confiere muchas propiedades muy interesantes. Una de estas es su extraordinaria dureza, que supera en un factor de 200 a la del acero sin comprometer por ello su ligereza y flexibilidad. Por este motivo, la adición de una insignificante porción de grafeno por unidad de peso al cemento puede aumentar la dureza y resistencia del concreto fabricado con aquel, lo que significa que menos cantidad de este material es requerido para construir y en idéntica proporción se reducen las emisiones de CO2.
El círculo virtuoso que permitiría utilizar al metano para producir de manera limpia el grafeno que posteriormente pudiera aplicarse para la captura del CO2, o la caída de su generación por los distintos sectores ya mencionados, parece que está a punto de cerrarse gracias a las nuevas técnicas probadas por empresas como Levidian Nanosystems. La compañía con base en Cambridge, Inglaterra, ha probado con éxito un método que usa microondas para energizar el gas metano y convertirlo en un plasma en el que se separan hidrógeno y carbono. El proceso concluye extrayendo las moléculas de hidrógeno y precipitando los átomos de carbono para formar las películas de grafeno. De alcanzarse así la producción a gran escala, el grafeno pronto resultará asequible y volverá viables sus aplicaciones ecológicas.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.