Autoría de 4:18 pm #Opinión, Víctor Roura - Oficio bonito

La ausencia de Gore Vidal – Víctor Roura

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Aseguraba Gore Vidal que dos días antes del 11 de septiembre de 2001 presentaron a Bush una directiva presidencial de Seguridad Nacional “en la que se esbozaba una campaña global de acción militar y de espionaje contra Al Kaeda, reforzada por una amenaza de guerra”. Según el noticiario de la NBC, “estaba previsto que el presidente Bush firmase unos planes detallados de una guerra mundial contra Al Kaeda… pero no tuvo ocasión de hacerlo antes de los ataques terroristas”.

      La directiva, tal como la describe la NBC, “era en esencia el mismo plan bélico puesto en marcha después del 11 de septiembre”. La misma cadena televisiva agregaba que “es muy probable que el gobierno respondiese con tanta rapidez porque no tenía más que echar mano de los planes ya listos”. Por último, según Gore Vidal, el 18 de septiembre de 2001 la BBC informaba: “Niaz Niak, antiguo ministro de Exteriores de Pakistán, fue informado a mediados de julio por altos funcionarios norteamericanos de que la acción militar contra Afganistán se llevaría a cabo a mediados de octubre”.
      Entonces, se preguntaba Vidal, “¿Afganistán fue reducido a escombros para vengar a los tres mil norteamericanos asesinados por Osama Ben Laden? La junta está convencida de que sus ciudadanos son tan simplones que no pueden afrontar una versión más compleja que la del venerable asesino loco y solitario (esta vez con ayudantes zombis) que hace el mal porque sí, porque nos odia, porque somos ricos y libres y él no. El feo Ben Laden fue elegido por motivos estéticos como logotipo aterrador para nuestra invasión y conquista de Afganistán, largo tiempo proyectada y cuya planificación había sido una ‘posibilidad’ algunos años antes del 11 de septiembre y, asimismo, a partir del 20 de diciembre de 2000, cuando el equipo saliente de Clinton perfiló un plan de ataque contra Osama Ben Laden y Al Kaeda en represalia por el asalto perpetrado contra el acorazado Cole”.

“¿Afganistán fue reducido a escombros para vengar a los tres mil norteamericanos asesinados por Osama Ben Laden?”

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Hace diez años Eugene Luther Gore Vidal abandonó en definitiva este mundo luego de vivirlo 86 años. Nacido en Nueva York el 3 de octubre de 1925, falleció en Los Ángeles el 31 de julio de 2012, hace justo una década. No sabemos cómo hubiera reaccionado Gore Vidal de haber visto el triunfo, inenarrable, de Donald Trump y de haber presenciado la repentina cancelación del aborto, a mediados de 2022, coartando el derecho a las mujeres de propiciar en su cuerpo lo que a ellas mejor atañera; pero habría dejado páginas memorables a los derechos humanos, sin duda.

“No sabemos cómo hubiera reaccionado Gore Vidal de haber visto el triunfo, inenarrable, de Donald Trump y de haber presenciado la repentina cancelación del aborto.”

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El asesor de Seguridad Nacional de Clinton, Sandy Berger, informó personalmente del plan a su sucesora, Condoleezza Rice, pero ésta, “todavía muy en su papel de directora de Chevron-Texaco, con tareas especiales concernientes a Pakistán y Uzbekistán, ahora niega, en la mejor tradición de la junta, la existencia de esta sesión informativa con su predecesor en el cargo federal más importante en materia de seguridad nacional”. Un año y medio después, el 12 de agosto de 2002, “la intrépida revista Time informó de este extraño lapsus de memoria”.
      El objetivo de la conquista asiática era la posesión del gas y el petróleo del Caspio. “Desde las guerras entre Irán e Irak en los años ochenta y primeros noventa —precisa Gore Vidal en su libro Guerra perpetua para paz perpetua: cómo llegaron a odiarnos tanto— se ha demonizado al Islam como un culto terrorista satánico que alienta los ataques suicidas, contrarios, hay que señalar, a la religión islámica. Parece ser que a Ben Laden se le ha retratado fielmente como un fanático islamista. Con el fin de llevar a este malhechor (vivo o muerto) ante la justicia, Afganistán, el objetivo de la campaña, fue pacificado no sólo para la democracia sino para la Union Oil de California, cuyo oleoducto previsto, desde Turkmenistán a Afganistán y Pakistán, y hasta el puerto de Karachi, en el Océano Índico, había sido abandonado bajo el caótico régimen de los talibanes”.

      Gore Vidal hace un repaso minucioso de la lenta reacción de Bush después de los ataques a las Torres Gemelas. “Desde luego —aseguraba el novelista—, el retraso de una hora y 20 minutos con que despegaron los aviones de combate no pudo deberse a un fallo en todas las bases aéreas de la costa este. Hubo órdenes de que se frenase y se anulara el procedimiento operativo normal y obligatorio. Mientras tanto, encomendaron a los medios de comunicación su tarea habitual de malquistar a la opinión pública con Osama Ben Laden, del que todavía no estaba demostrado que fuese el cerebro del ataque”. Dicho “bombardeo” mediático, apuntaba Gore Vidal, recuerda “el clásico gesto de distracción de un mago: mientras miras los colores vivos y ondulantes de su pañuelo de seda en una mano, con la otra te está metiendo el conejo en el bolsillo. Se apresuraron a asegurarnos que la ingente familia de Osama, con sus enormes riquezas, había roto con él, como también había hecho la familia real de su Arabia Saudí natal. La CIA juró con la mano en el pecho que Ben Laden no había colaborado con ella en la guerra contra la ocupación soviética de Afganistán. Por último, el rumor de que la familia Bush se había beneficiado de algún modo de su larga relación con la familia Ben Laden no era (¿qué otra cosa iba a ser?) más que un infundio partidista de mal gusto”.

Bush hijo y Ben Laden: añejas relaciones

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Pero las relaciones de Bush hijo “con el Mal se remontan como mínimo a 1979, cuando su primer intento fallido de jugar en la gran liga del petróleo texano le puso en contacto con un tal James Bath, de Houston, un amigo de la familia que entregó a Bush hijo cincuenta mil dólares por un 5 por ciento de participación en la empresa de Bush Arbusto”. Y Bath era, nada menos, “el único representante comercial norteamericano de Salem Ben Laden, cabeza de la acaudalada familia saudí y uno de los 17 hermanos de Osama”.

      Detrás de Bush hijo estaba, por supuesto, Bush padre, “lucrativamente empleado por el Carlyle Group, propietario de al menos 164 empresas en todo el mundo”. Sin embargo, pese a estas íntimas relaciones de negocios, el presidente norteamericano cometió una visible hilera de errores que, en otro momento (es decir, sin su poderosa investidura), hubiesen sido imperdonables. Según el Newsnight de la BBC del 6 de noviembre de 2001, “sólo unos días después de que los secuestradores despegaran de Boston en dirección a las Torres Gemelas, un vuelo chárter especial transportó a Arabia Saudí desde el mismo aeropuerto a once miembros de la familia de Osama. Este hecho no inquietó a la Casa Blanca”.

      Gore Vidal dice, en su libro Soñando la guerra —mismo al que arremetieron con fiereza los oficialistas intelectuales conservadores—, que vio a Bush y a Cheney en la CNN cuando el primero pronunció el discurso sobre el “eje del Mal” y se proclamó la “larga guerra”. Irak, Irán y Corea del Norte “fueron señalados de inmediato como enemigos que abatir porque quizás acogían, o no, a terroristas que quizás nos destruyeran, o no, en mitad de la noche. Así que tenemos que golpear primero, siempre que nos apetezca”.
      —Curioso —dijo un colega veterano de la Segunda Guerra Mundial a Gore Vidal— que Bush y Cheney tengan tantas ganas de meternos en una guerra cuando, en la de Vietnam, los dos se acobardaron…
      Pero luego ambos coincidieron en que, “en la política norteamericana, los mariquitas son los que animan siempre a los valientes a que sacrifiquen su vida. Los soldados auténticos, como Colin Powell, son menos belicosos. Total, que declaramos la guerra al terrorismo: un sustantivo abstracto que en absoluto puede ser una guerra, ya que para eso se necesita un país. Había uno, por supuesto, el Afganistán inocente, que fue arrasado desde una gran altura, ¿pero qué representan los daños colaterales (un país entero, por ejemplo) cuando persigues a la personificación de todos los males, como aseguran TimeThe New York Times, las cadenas de televisión, etcétera?”

      Tal como se vio, resume el novelista, “la conquista de Afganistán no tenía nada que ver con Osama Ben Laden. Era un mero pretexto para sustituir a los talibanes por un gobierno relativamente estable que permitiese a la Union Oil de California tender su oleoducto en beneficio, entre otros, de la Junta Bush-Cheney”.
      (A propósito, Ben Laden fue asesinado en Pakistán el 2 de mayo de 2011 por un comando especial bajo las órdenes del presidente Barack Obama.)

“Ben Laden fue asesinado en Pakistán el 2 de mayo de 2011 por un comando especial bajo las órdenes del presidente Barack Obama”

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Last modified: 25 julio, 2022
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