El cadáver retacado en el refrigerador apenas resultaba creíble. Hasta donde podía recordar, era la segunda vez que veía una cara azul, la primera fue hace veinte años en un sueño en el que aparecía un príncipe: joven, alto, esbelto y azul; ni modo, así les dicen a las niñas en la televisión que el hombre de los sueños debe ser y, como yo, se lo creen.
Grité, como es razonable que haga la persona que viene a asear el potrero y a cuidar los floripondios y setos de la entrada, pero en cambio encuentra un muerto en el sitio en el que debiera haber medicamentos para caballo.
Grité con más fuerza, apretando los puños. Nadie acudió.
¿Qué convendría hacer ahora? ¿Salir corriendo, desmayarme? Opté por lo último: pequeña, tímida y débil como dicen que soy.
Lo demás fue rápido: el mozo, gritos de auxilio, amoníaco en la nariz, especulaciones. Un rico criador de caballos árabes y pura sangre ingleses; además, prestamista.
“Las pesquisas comenzarán entre los trabajadores que le debían” ⧿dijo el jefe de policía.
Cierto que era un mal patrón, pero daba empleo; mal pagado, pero empleo. Yo le estuve agradecida mucho tiempo, hasta un día en que necesitaba atender a mi hija enferma. “Si me dejas colgado con los caballos que corren el domingo, le hablo a Ramira, que nomás eso está esperando, que falte una empleada” ⧿me dijo.
Se murió mi’jita. Se lo dije a don Anastasio. “Que Dios la tenga en su santa gloria” –me contestó, sin alzar tantito los ojos de sus cuentas. Ni un ramo de flores mandó, mucho menos una ayuda. Así se hacía rico.
Solitos iban los empleados a pedirle prestado, solitos se echaban la soga al cuello, pero no yo. Mejor saqué al mayor de la escuela. Lo empleó en cepillar a sus animales, que comían mejor que nosotros. “No da empleo, usa empleados” –pensé⧿ y dejé de estarle agradecida.
No sé cuando comencé a soñar noche tras noche con una vaca que no pastaba, sino que hincaba el hocico en la tierra y absorbía la sangre de niño, o de mujer, o de cualquiera que fuera pobre, con un sonido grueso de tuberías.
Ya despierta, imaginaba que la vaca era don Anastasio. Qué cosas, ¿no? Ahora está muerto, mi hijo sin escuela y yo sin empleo.
Pasados unos días de que hallaron a mi patrón azul, los peritos determinaron que a don Anastasio tuvo que haberlo matado un hombre muy fuerte, pues antes de amontonarlo en el refrigerador lo había ahorcado y soportado los estertores y pataleos de la muerte sin soltarlo, a él, que era grande y anchote.
Un año nos duró el peregrinar a mi hijo y a mí, que conseguíamos trabajos rudos y cortos en los criaderos más o menos cercanos. A veces nomás nos decían: “Traigan heno, háganlo pacas, limpien de cardos la tierra de la pastura”, y nos pagaban el día.
⧿¿Mañana? –Preguntábamos.
⧿No. Vengan en una semana a ver qué hay.
A veces nos daban un taco.
Al asesino de don Anastasio todavía no lo encuentran, lo que sí es que hasta el comisario y el alguacil le debían, a lo mejor ni lo quieren encontrar.
A mí, la desesperación me dio valor para acercarme de vuelta a los criaderos del muerto a pedir trabajo.
Don Genaro, hermano del difunto, me dijo que se acordaba de mí; que sabía que era honrada y bien administrada, que no me podía pagar tanto como su hermano…
Acepté el empleo, mal pagado, pero empleo. Le estoy muy agradecida.
Don Genaro, por muy hermano del otro… es la mitad de corpulento –pensé, mirándolo de reojo⧿ y comencé a trabajar ese mismo día. Regué mis pobres floripondios primero, ¿quién sabe?, a lo mejor a don Genaro también le apetece su tesito relajador un día con otro; ordené en un rato las vacunas de los caballos en el refrigerador y acomodé las carretillas. Conocía muy bien el movimiento allí.
¡Floripondios! No podían haber ilustrado mejor. Gracias.
Jaja. Esta bueno no usar el floriponfio mas que para oler su perfume tan singular y no para té
Narración sencilla, clara y facil de leer.
Muy bien empleada la ironía, Paty.
Me gustó el cuento, de alguna manera responsabiliza a la señora de que al darse cuenta ella de la frialdad del patrón, le pierde el respeto y las consideraciones que ella tenía con él, cuando muere su hija y el patrón la trata con indeferencia.
Me quedo con este contundente parrafo:
Lo empleó en cepillar a sus animales, que comían mejor que nosotros. “No da empleo, usa empleados” –pensé⧿ y dejé de estarle agradecida.
Muy bueno prima te mando un gran saludo
A qué Don Anastasio, seguro la debía, un té de floripondio no lo recomiendo, te deja el cerebro más azul que al señor que pagaba mal, pero empleaba!!
¡¡ La injusticia le hizo fuerte !!
Me gustó mucho.
Cuento maquiavelicoblan a monroy
La relación del “príncipe azul” que de niñas lo creímos. Se entrelaza con la realidad, de un hombre desconsiderado, encontrado muerto y también… ya “azul”… Ella… una mujer que la pobreza la hace volver al lugar del segundo “azul”.
¡Muy bueno Patty! Como todo lo que escribes.
Me gusta la ironía con la cual está escrito. Ojalá no sólo le hubiera dado su tecito, pero bueno. Un buen texto.
El patrón como le llaman, tan carente de valores, de sensibilidad, no se da cuenta que abona esa energía a su diario vivir; una energía que sin darse cuenta se vuelve monstruosa y termina con su vida! Por otro lado, la mujer que está a su servicio noble, sensible dispuesta a servir para ganarse el pan; es la historia de muchos de nosotros que con valentía salimos a trabajar pero ahora nos damos cuenta y tenemos la capacidad de generar condiciones diferentes para ganarnos el pan.
Muy redondito; buen distractor el hecho de que la protagonista sea débil y el difunto, corpulento. Buen remate. Un cuento con todas las de la ley.