CRÓNICA Y FOTOS: BRAULIO CABRERA/LALUPA.MX
Corriendo de un lado a otro, jugando futbol, riendo y con las manos llenas de pintura, las niñas y los niños del vecindario Colinas de Santa Cruz 2° Sección concluyeron una semana de arduo trabajo pintando un mural comunitario, para enchular el lugar donde acostumbran reunirse para jugar.
“Nuestra mamá nos envió medio a fuerzas”, comentan divertidos César y Mauricio, dos de los jóvenes artistas, quienes agregan, no obstante, que “pintar los murales fue una actividad muy divertida, se siente genial dar un buen mensaje a los alrededores”.
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En el corazón de este vecindario existe un pasaje que conecta la calle Colina de Santa Isabel con Colina de San Miguel. Ahí, los niños de varias colonias, como Jardines del Sol y la Pedregal de Buenos Aires, se juntan a jugar futbol todos los días.
Debido a la importancia de este espacio, la Dirección de Programas Ciudadanos del Municipio de Queréraro, con apoyo de personal de Instituto Municipal de la Juventud, planteó a los vecinos del área la creación de tres murales comunitarios, como parte del programa Jornadas Contigo de la Secretaría de Desarrollo Humano y Social municipal.
“El primer día realizamos una mesa de diálogo con vecinos y sus familias, para que fueran ellos quienes decidieran de qué tratarían los murales. Ese día, la convocatoria fue muy poca, casi nadie llegó, pero no nos desanimamos”, señala Ivana Guerrero, personal de la Dirección y responsable de la actividad.
Por suerte, la actividad captó la atención de Doña Ulbia, dueña de una miscelánea que se encuentra frente al parque y fue ella quien comenzó a correr la voz con sus clientes, así como con las niñas y los niños que iban por encargos, a comprar refrescos para el calor, o a jugar a las maquinitas tragamonedas.
“El segundo día fue un éxito, llegaron muchos vecinos con sus hijas e hijos. Pero los adultos sólo daban ideas, eran los más chicos los que se animaban a trazarlas en el papel y los que estaban más emocionados en participar”, continúa Ivana.
Los artistas urbanos Saul Cabrera, José Juárez y Ernesto Muñoz, del Instituto Municipal de la Juventud, fueron los encargados de establecer la mesa de diálogo con la comunidad, generar el diseño colectivo de los murales y apoyar a las niñas y niños en cada paso de la elaboración.
“La intención era que los murales, de algún modo, estuvieran relacionados con la colonia, con su identidad y su historia… Así que los niños, por ejemplo, identificaron que podían tratarse del cuidado del medio ambiente, el respeto a la diversidad, así como la mexicanidad y las fiestas indígenas, por eso de ser la Santa Cruz”, cuenta Saul Cabrera.
La elaboración de estas obras, dentro del marco del programa, tuvo varias finalidades: la dignificación del espacio, la participación de la comunidad para el fortalecimiento del tejido social, el fomento artístico en niñas, niños y jóvenes, así como la educación para la prevención de conductas de riesgo.
“Este programa es muy importante porque involucra a la comunidad, socializan el grafiti y el arte urbano y rompen con el estigma criminal que se tiene al respecto. Les enseña a las niñas, niños y jóvenes que pueden participar en su entorno, sin vandalizar”, declaran los encargados de la actividad.
El tercer día de trabajo, ya con ideas claras, los artistas y las niñas y los niños bocetearon varias ideas y eligieron el diseño final. No obstante, del dicho al hecho hay un buen trecho, por lo que todos confesaron que hubo muchos cambios en el mural terminado respecto al boceto original.
“Comenzamos el trazo, ya en la pared, el día siguiente, de eso nos encargamos los instructores. Las niñas y los niños fueron quienes los rellenaron, aprendiendo desde cero a utilizar los aerosoles, a acercarse o alejarse del muro, al tipo de válvula necesaria, y más…” cuenta Ernesto Muñoz.
Ernesto fue el principal apoyo de los más pequeños, que necesitaban un poco más de guía. Juntos hicieron el mural central, que representa la diversidad y la tolerancia y se llevó varias sorpresas.
“Me di cuenta de que los más pequeños no se fijan tanto en lo estético, a diferencia de los grandes; ellos prefirieron hacer un mural mucho más sencillo, pero donde pudieran participar. Yo sólo tenía que guiarlos y darles confianza”, comenta.
“Ese día traje a mi hijo de 2 años y andaba muy contento, corriendo por todos lados y haciendo amigos. Cuando él y los otros se aburrieron del mural, tomaron las pinturas y decidieron pintar cada uno de los juegos oxidados del parque; al principio fue una gran sorpresa, pero cuando vimos que lo hacían por iniciativa propia, buscando mejorar el lugar, ni les dijimos nada más”, concluye.
Cabe mencionar que, aunque esta actividad no estaba en la planeación original, las y los niños si la tenían contemplada desde un principio, tal fue el caso, que en la hoja de bocetos aparecen varios de los juegos, ya pintados, con los colores que terminaron usando para remodelarlos.
Los hermanos César y Mauricio participaron en la actividad desde el segundo día. Ojalá que los jóvenes participaran más en estas actividades, cuando se nos presenta la oportunidad de aprender, en vez de estar haciéndolo a escondidas”, comenta Mauricio.
Por su parte, César dice: “pensé que íbamos a participar mucho menos, porque era la primera vez que dibujaba o que usaba una lata, pero me gustó mucho, se siente muy bien poder dar un mensaje a mis alrededores. Sin duda volvería a participar”
Incluso Doña Ulbia, quien apoyo con la difusión, prestó materiales y pudo ver todo el proceso, quedó contenta con los resultados y con ganas de que la actividad se repita: “Yo apoyé comentándole a todo mundo que se uniera, también les presté una escalera y un bote porque no alcanzaban. Los murales quedaron muy bonitos, ojalá ahora vengan a pintar la barda de mi casa, así sí se las presto”, dice entre risas.
“La verdad me da gusto que las niñas y los niños hagan algo de su gusto, pero bonito, también para todos los demás. Yo quiero agradecer a la organización y a los que vinieron a pintar”.
El viernes, último día de la actividad, todas y todos los participantes se juntaron desde temprano a poner los últimos detalles y firmar sus obras. Algunos usaron sus nombres, otros se inventaron apodos, pero el entusiasmo por ver su nombre en su obra era innegable.
Al final, después de la foto, se armó la cascarita bajo el sol, mientras las y los artistas iban regresando uno a uno a su casa para comer. Uno de los últimos en irse, antes de subirse a su bici, les gritó a Saul, José, Ernesto e Ivana:
“¡¿Entonces como cuándo vuelven a venir?!”
Muy buena experiencia comunitaria y mucho mejor la narrativa.