Hace unas semanas el gobierno de California anunció que ha decidido adelantar al 2030 la fecha fatal para que en su territorio dejen de comercializarse vehículos de combustión interna. Siendo esta la principal economía de la Unión Americana y por sí sola la sexta más grande del mundo —si fuera un país independiente sólo sería superada por el resto de los Estados Unidos de América, China, Alemania, Japón y el Reino Unido—, tal decisión impactará de manera importante en la producción de los próximos años, acelerando la migración del sector hacia los vehículos eléctricos, lo que aumentará la demanda de muchos componentes, entre ellos las propias baterías, que requieren como insumos metales como el níquel o el litio.
Aunque a primera vista la urgente campaña mundial de descarbonización se vería claramente favorecida con el abandono de los combustibles fósiles en los vehículos motorizados, cuando se revisan los insumos que intervienen en los procesos de producción de las baterías y demás componentes eléctricos, el asunto se torna un tanto complicado, pues resulta que en la obtención de los metales referidos mediante el proceso conocido como lixiviación (separación de las sustancias contenidas en un sólido mediante algún disolventes) se requieren grandes cantidades de ácidos como el sulfúrico, que está formado a base de azufre.
Siguiendo la ruta del ácido sulfúrico, podemos darnos cuenta rápidamente de que en la actualidad alrededor del 80 % del azufre que se produce en el mundo tiene como fuente los residuos polvosos que derivan de los procesos de refinación del petróleo y el gas licuado de este. Por lo que, si llegase a disminuir la producción de estos hidrocarburos, en la misma proporción descendería la del azufre, lo que haría necesario encontrar otras fuentes sustitutas del mineral.
Conforme a un estudio realizado conjuntamente por la British Petroleum y la Agencia Internacional de Energía, en el que se analizaron varias rutas hacia la descarbonización y sus correspondientes efectos en la reducción de la producción de azufre, se encontró que la demanda de este elemento químico podría aumentar desde 240 millones de toneladas anuales (mdta) de hoy en día, hasta unas 400 mdta para el año 2040. Si tales escenarios se proyectan sin considerar el surgimiento de algún proceso nuevo, tal incremento en la demanda supondría un déficit de entre cien y 300 mdta en los años venideros; faltantes que representan entre el 10 y el 30 % de la producción actual de azufre.
El escenario se torna más complicado si consideramos que este material no sólo se ocupa para los procesos de manufactura citados, sino que también es necesario en otros como la vulcanización del caucho, o la fabricación de conservadores de alimentos preparados y de fertilizantes. En lo que respecta a la industria agroalimentaria, se vuelve relevante considerar que el crecimiento de la población mundial demandará mayores cantidades de alimentos y, por lo tanto, los cultivos de igual manera consumirán mas fertilizantes y preservadores. Así que las cifras estimadas en el estudio mencionado podrían fácilmente resultar superadas tanto en cantidad como en ritmo de crecimiento, lo que acercaría temporalmente la presión.
Dado que la tendencia de la descarbonización es irreversible y se acelerará conforme los efectos del cambio climático se agudicen, las políticas públicas e industriales como las que han llevado a California a deshacerse cuanto antes de los vehículos de combustión interna serán cada vez más abundantes y estrictas. No sólo se volverá muy difícil el postergar las fechas ya establecidas por economías como la californiana, la china y algunas europeas, sino que cada vez más países se unirán a este grupo. Por ello es que pensar en la descarbonización como un asunto sencillo que se resuelve solamente con el desuso de los hidrocarburos no resulta viable en absoluto. Dada la complejidad de las cadenas de proveeduría que tocan a varios sectores productivos, será necesario diseñar toda una nueva red que ofrezca alternativas a los insumos y procesos actuales.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.