Luego de la broma de la renacionalización del litio tras el rechazo a la iniciativa de reforma constitucional en materia energética, el gobierno de México tardó más en diseñar el logotipo de Litio para México, la flamante empresa paraestatal creada a través de la Secretaría de Energía para explotar este mineral, que lo que los acumuladores de carga eléctrica basados en este elemento químico supieron de la llegada de la nueva tecnología que los sacará del mercado.
El litio es un elemento químico alcalino bastante abundante en la naturaleza, lo que no significa que su explotación sea fácil, pues habitualmente se encuentra ligado a otros materiales en aguas minerales y formas rocosas como: lepidolita, petalita, espodumena y ambligonita, de los que es necesario separar mediante procesos que requieren grandes cantidades de agua, lo que generalmente conlleva afectaciones ecológicas importantes para las regiones en donde se encuentran los yacimientos del metal que, de acuerdo con el servicio geológico estadounidense, están principalmente en las zonas desérticas de Argentina, Bolivia, Chile y Perú; países que en conjunto, se estima, albergan el 85 % de las reservas del planeta. Por supuesto, existen depósitos de litio en otros lugares, como Afganistán, Colombia, Estados Unidos de América y México; sin embargo, en el caso de nuestro territorio, las reservas aún no han sido probadas y se sospecha que podrían ser de muy baja calidad, lo que implicaría un mayor costo de extracción y refinación.
Con la creciente demanda de baterías para alimentar vehículos automotores y toda clase de dispositivos electrónicos, el litio comenzó a volverse un material codiciado que levantó un gran revuelo en las grandes economías. Compañías armadoras como las alemanas pronto incursionaron en Sudamérica y firmaron concesiones multianuales con gobiernos como el boliviano para el usufructo del mineral.
Sin embargo, aquellos que de pronto sintieron haber quedado fuera de la posibilidad de acceder a las grandes reservas del litio, entendieron que tendrían que enfocar sus esfuerzos hacia la búsqueda de alternativas que les salvaran de un escenario en el que ya se encontraban rezagados. Al fin de cuentas, la receta para almacenar la carga eléctrica es muy bien conocida desde que Alejandro Volta construyó la primera pila hace más de doscientos años y mostró que para ello bastaba un elemento que pudiera ceder y capturar electrones con cierta facilidad, de la manera en que lo hacen las sales, como el mismo cloruro de sodio (sal de mesa).
Y es precisamente con este compuesto tan abundante, y relativamente fácil de obtener, que surgió hace poco una nueva tecnología para la fabricación de baterías, a manos de los científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) —institución vecina de la Universidad de Harvard, en la que estudia quien ha sido designado para dirigir a Litio para México—. Nuevos e innovadores almacenes de carga evitan el litio y en su lugar usan sal, azufre y aluminio, todos ellos de fácil obtención y baratos, además de ser resistentes al fuego, y ninguno de ellos tiene la explosividad del metal alcalino, lo que les vuelve mucho más seguros.
Los primeros prototipos de estas celdas de carga que se han puesto a prueba por el MIT demostraron que pueden seguir operando a temperaturas tan elevadas como los 200 ⁰C, aunque lo hacen de manera óptima a los 110 ⁰C, a los que pudieron cargarse 25 veces más rápido que a la temperatura ambiente (25 ⁰C). Libres del riesgo de causar explosiones e incendios, las nuevas baterías de sal, aluminio y azufre podrán eventualmente sustituir a las de litio en los aparatos electrónicos, vehículos eléctricos y hasta los sistemas centrales de energía de los hogares del futuro. La nueva empresa denominada Avanti también fue creada en menor tiempo que Litio para México y ya ha comenzado a operar con el reto de lograr cuanto antes el escalamiento de la producción de las nuevas baterías. Nuevamente, la realidad se impone a las falsas ilusiones creadas por los discursos oficiales y nos recuerda que en el mundo actual la innovación es la única ruta para que cualquier nación pueda alcanzar el desarrollo que requieren sus ciudadanos.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
muy interesante. gracias por ilustrarnos, sirve para no dejarnos sorprender y entender que lo que hacen el gobierno federal sin conocimiento cientifico y solo es una accion politica sin beneficio directo para la poblacion.