El pasado 19 de septiembre, una hora después del simulacro que conmemoraba los sismos del 19 de septiembre de 1985 y 2017, se sintió otro fuerte sismo en varias ciudades de México, causando daños en localidades vecinas al epicentro, ubicado en las cercanías de Coalcomán, Michoacán.
La ocurrencia de un tercer sismo de magnitud mayor a 7, el mismo 19 de septiembre en un lapso relativamente corto, no deja de causar inquietud y nos lleva a la pregunta de si hay alguna razón para esperar que ese aciago día sea especialmente propenso para la disipación de energía en forma de ondas sísmicas. Sin embargo, a pesar de las coincidencias en fecha, los tres sismos difieren considerablemente en ubicación tectónica y características de generación de ondas.
Empecemos con el sismo de 1985. Este evento ocurrió costa afuera, con epicentro cercano a la ciudad de Lázaro Cárdenas, Michoacán, con una magnitud de 8.1. La zona de ruptura, que es el pedazo de placa tectónica que se desplaza súbitamente (lo que genera las ondas sísmicas) tuvo un área de aproximadamente 200 x 60 (km), o bien 12,000 km2 .
Tanto el sismo de 1985 como el de 2022 son de subducción, tipo de movimiento ocasionado por la fricción entre las dos placas que interactúan en la costa del Pacífico mexicano, la placa de Cocos y la Placa de Norteamérica, y tiene lugar a profundidades menores a 30 km.
El epicentro del sismo de 2022 se localizó al oeste de la zona de ruptura del sismo de 1985, limítrofe a esta. En este caso el área de ruptura, que generó la magnitud de 7.7, fue de aproximadamente 130 x 65 km, es decir, 8,450 km2.
El sismo de 2017 es un caso aparte. No se trató de un sismo de subducción, como los otros dos, sino de un rompimiento de la placa subducida a profundidad de 51 km, ocasionado por los esfuerzos tanto de tensión al doblarse la placa como del peso propio de la placa al sumergirse en el manto. Este sismo tuvo una ruptura de 50 x 20 km, equivalente a mil km2, con magnitud de 7.1, y su epicentro se ubicó en el límite entre Puebla y Morelos, cercano a la localidad de Chiautla, muy próximo a la Ciudad de México.
Los esfuerzos ocasionados por cualquier sismo de magnitud significativa pueden transferirse a las zonas aledañas, “cargando” adicionalmente con energía de deformación que se añade al presupuesto energético, debido a los años transcurridos sin liberarla. Esto podría acelerar la ocurrencia de un sismo en segmentos vecinos a una ruptura, lo que es posible que haya sucedido en la costa de Michoacán con los segmentos de Lázaro Cárdenas y de Coalcomán. Sin embargo, el tiempo necesario para que estos procesos se lleven a cabo no tiene nada que ver con una fecha en particular, sino con lapsos que van de días a décadas, como fue evidenciado en el caso de los sismos en California de Landers, en junio de 1992 (M 7.3), y el conocido como Hector Mine (M 7.1), en octubre de 1999.
Todo lo anterior nos lleva a aseverar que no existen causas físicas para esperar que una fecha específica sea especialmente proclive a la ocurrencia de sismos. Sin embargo, no hacemos a un lado el hecho de que a la mayor parte de la población no le interesa mucho los detalles de las fuentes sísmicas, sino sus efectos y posibles daños en la población donde reside, como es de esperarse. Y es innegable que estos efectos se han presentado en la misma fecha en tres ocasiones recientes. Esto se puede explicar al tomar en cuenta las probabilidades de que se repita una misma fecha, considerando ocurrencias aleatorias de sismos.
Algunos han calculado dicha probabilidad haciendo un símil a la “paradoja del cumpleaños”, que considera que la probabilidad de que en un grupo de más de 30 personas dos o más compartan cumpleaños no es pequeña, y se encuentran ocurrencias fácilmente. De cualquier manera, el hecho es que en los últimos 122 años los sismos de magnitud mayor a 7 en México han compartido dos cumpleaños en 10 ocasiones, pero sólo en una ocasión han compartido cumpleaños por tercera vez, el 19 de septiembre, como lo muestra la siguiente gráfica.
Por último, podemos también referir a la pregunta de si septiembre es el mes durante el cual se ha presentado un mayor número de sismos. La gráfica que sigue nos indica que en los últimos 122 años, los meses de septiembre y diciembre son en los que más se han presentado ocurrencias de sismos mayores a 7. Sin embargo, hay que aclarar que todo esto sólo es reflejo de lo corta de nuestra observación en el tiempo, y si contáramos con un catálogo completo de varios siglos es de esperar que todos los meses y días tendrían un comportamiento uniforme.
Y hablando de coincidencias en el tiempo, casi nadie ha notado que tanto el sismo de 2017 como el sismo de 2022 ocurrieron minutos (13:14 y 13:05 respectivamente) después de las 13 horas, ¿será la una de tarde una hora propicia para la ocurrencia de sismos el 19 de septiembre?
Todo lo expuesto anteriormente nos conduce a la reflexión de que a la Tierra no le importan las fechas, los cumpleaños ni una hora específica, y seguirá comportándose como lo ha hecho por milenios sin tomar en cuenta si a nosotros, que vivimos en su superficie, nos preocupa o inquieta un día, un mes o una hora en particular.
El doctor Ramón Zúñiga Dávila Madrid es investigador del Centro de Geociencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Juriquilla
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “DESDE LA UNAM”, LA COLUMNA DE LA UNAM CAMPUS JURIQUILLA PARA LALUPA.MX
https://lalupa.mx/category/aula-magna/desde-la-unam/