Autoría de 11:52 am Desde la UNAM

Sobre meteoroides, meteoros y meteoritos – Dara Salcedo González

¿Alguna vez te has preguntado qué son las estrellas fugaces? Las estrellas fugaces en realidad no son estrellas, son objetos que chocan con la atmósfera de la Tierra desde el espacio.

En el sistema solar existen muchos objetos que orbitan alrededor del Sol. Los más pequeños (de 100 micrómetros a 50 metros de diámetro) se denominan meteoroides, para distinguirlos de los asteroides y los cometas, que tienen un mayor tamaño sin llegar a ser planetas. Los meteoroides suelen ser fragmentos rocosos que dejaron los cometas a su paso, o fueron lanzados al espacio desde algún planeta por una gran colisión.

La gravedad de la Tierra constantemente atrae estos objetos hacia sí, y una vez que entran en su atmósfera los llamamos meteoros. La diferencia en densidad entre el espacio y los gases que rodean al planeta hace que, en cuanto un meteoro entra en la atmósfera, el aire frente a él se comprima, causando un aumento en la temperatura que puede llegar hasta 1,600 oC. Bajo estas condiciones, el meteoro se puede vaporizar o desintegrar. Además, la alta temperatura hace que los gases se ionicen y emitan luz, generando una estela luminosa, que es lo que observamos como una estrella fugaz.

Los cometas son otro tipo de objeto que orbita alrededor del Sol, siguiendo trayectorias elípticas y a su paso dejando una estela que contiene meteoroides formados de polvo y hielo. Cuando la Tierra pasa cerca de una de estas estelas, se puede ver una gran cantidad de meteoros por hora, es decir, una lluvia de estrellas. Dado que las órbitas de algunos comentas se cruzan con la órbita de la Tierra a intervalos regulares, se pueden observar lluvias de estrellas anualmente en fechas específicas. Por ejemplo, las perseidas es una de las lluvias de estrellas más intensas en el hemisferio norte, con su punto máximo en agosto de cada año.

No se sabe exactamente la cantidad de material meteorítico que cae en la Tierra desde el espacio, pero las estimaciones van desde 15,000 a 35,000 toneladas diariamente. Sin embargo, del 90 % a 95 % de los meteoros que entran en la atmósfera son destruidos a lo largo de su camino y sólo algunos de ellos, llamados meteoritos, sobreviven y llegan a la superficie del planeta (diferentes estudios mencionan de 10 a 150 al año). La superficie de la Tierra es enorme y sólo una fracción pequeña está poblada, por lo que sólo se observan en su caída alrededor de 10 meteoritos al año; el resto caen en océanos, desiertos o lugares remotos.

La mayoría de los meteoritos no son más grandes que un puño cuando caen en la Tierra. Aunque pequeños, dependiendo de su masa y velocidad, pueden llegar a causar daños menores (un vidrio roto, por ejemplo). Pero no es únicamente el impacto de un meteorito lo que puede preocuparnos. Por ejemplo, el meteoro Chelyabinsk entró a la Tierra sobre la zona sur de los Urales en Rusia el 15 de febrero del 2013. Con un tamaño aproximado de 20 metros, el meteoro explotó aproximadamente a 24 km de altura antes de llegar al suelo, liberando una energía equivalente a 500 kilotones (alrededor de treinta veces lo que la bomba nuclear de Hiroshima liberó), lo que provocó una onda de choque que causó vidrios estrellados, edificios dañados y 1,500 personas heridas. Afortunadamente, no hubo ninguna muerte.

Los impactos de meteoritos más grandes en la superficie de la Tierra pueden llegar a generar cráteres, como el de Chicxulub en la península de Yucatán. Dicho cráter mide más de 180 km de diámetro, y es uno de los más grandes del mundo. Se estima que el meteorito que formó el cráter medía más de 11 km de diámetro, y cayó hace aproximadamente 65 millones de años. Además, se cree que fue el impacto de este meteorito la causa de la extinción masiva del Cretácico-Terciario, durante la cual desaparecieron los dinosaurios.

Esta hipótesis dice que, al momento del impacto, la superficie de la Tierra se calentó hasta cientos de grados Celsius en unos cuantos minutos, debido a que el material excavado por la explosión, junto con trozos del asteroide, fueron lanzados a la atmósfera en forma de partículas y ceniza, y se calentaron por la fricción con el aire hasta convertirse en cuerpos incandescentes. Después de ese calentamiento inicial, la temperatura disminuyó durante varios meses y años, debido a que esas mismas partículas taparon parcialmente la luz del Sol. En un ambiente oscuro, la fotosíntesis y producción de biomasa decayó, creando un ambiente difícil para la sobrevivencia de muchas especies. El choque del meteorito con la Tierra también pudo haber causado incendios cerca del sitio, y grandes tsunamis, terremotos y erupciones volcánicas a nivel global. Finalmente, el calentamiento de la roca carbonatada alrededor del sitio de impacto emitió dióxido de carbono a la atmósfera, generando un efecto invernadero muy intenso en una escala de tiempo mucho mayor. Como resultado de todos estos eventos, 75 % de las especies del planeta desaparecieron. Sin embargo, estos mismos eventos, sentaron las condiciones para el desarrollo de los mamíferos que actualmente poblamos el planeta.

Afortunadamente, la probabilidad de que ocurran impactos con consecuencias como la del Chicxulub es muy pequeña. Sin embargo, con el fin de evitar sorpresas, desde finales del siglo pasado los científicos se han dedicado a buscar objetos cercanos a la Tierra y a calcular la probabilidad de un impacto con ellos. Actualmente, se estima que se conoce más del 95 % de los asteroides con tamaño mayor a 1 km, y se han medido sus órbitas, de modo que se puede predecir cualquier aproximación a la Tierra con años de anticipación.

La doctora Dara Salcedo González es investigadora de la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Juriquilla

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Last modified: 16 octubre, 2022
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