Recientemente, en los museos de las principales ciudades de la Tierra, han ocurrido una serie de actos vandálicos contra algunas de las mejores obras de arte de la historia.
En julio de este año, dos activistas italianos se pegaron, en la galería de los Uffizi de Florencia, al cuadro La primavera de Botticelli después de colocar una manta con la frase: “La última generación. No al gas, no al carbón”. Un mes antes, dos activistas del grupo Just Stop Oil se pegaron al marco del cuadro Melocotoneros en flor de Van Gogh, indicando que la región que representa en pocos años perderá su belleza a causa de las sequías. En mayo pasado la Monna Lisa de Leonardo da Vinci sufrió el pastelazo de un activista que, mientras era arrestado, gritó: “Piensen en la Tierra. ¡Hay gente que está destruyendo la Tierra!”. Finalmente, en octubre pasado, dos jóvenes británicas arrojaron sopa de tomate al cuadro Los girasoles, también de Van Gogh, pegándose inmediatamente a la pared aledaña y exigiendo a la recientemente elegida primera ministra del Reino Unido —quien poco después renunció al cargo— que dejase atrás su plan de reactivar la explotación petrolera, e incluso la extracción del gas mediante la hipercontaminante fractura hidráulica (fracking).
Los mass media no dejaron de calificar, casi inmediatamente, como locos a aquellos que lastimaban de esa manera unas obras que forman parte del patrimonio de la humanidad.
Han quedado atrás los años en los que las protestas de los activistas en defensa del clima de la Tierra eran pacíficas, de las “huelgas por el clima” de Greta Thunberg a las de Ecologistas en acción, o a las sobrias y exitosas protestas de los jóvenes neerlandeses y noruegos que obligaron a sus respectivos gobiernos a dejar en el subsuelo el petróleo existente en el Mar del Norte y a interrumpir la depredación que la petrolera Shell desarrolla en el África subsahariana. Todo eso sin dejar de mencionar la poesía que, desde hace años y bajo la pluma de Homero Aridjis o Jorge Riechmann, por mencionar dos grandes exponentes en nuestra lengua, intentaba despertarnos y obligarnos a apreciar un futuro cada vez más desgarrador.
Los mass media, así como los ciudadanos que siguen y comparten sus opiniones, reiteraron hasta el cansancio el carácter enloquecido de los perpetradores de tales actos, intentando invisibilizar las razones que los “locos vándalos” esgrimían a la par que se pegaban, sea a las paredes aledañas a los cuadros, sea a sus marcos o a las obras mismas. Gracias a las enseñanzas del psicoanálisis sabemos que la etiqueta de locura obliga a pensar en las razones que animan a los supuestos “locos”. Declarar un acto como loco es una indicación de que porta una verdad oculta a las mayorías, las mismas que ahora repudian a los activistas.
Por otro lado, y gracias a la experiencia que regaló el húngaro Laszlo Toth en 1972 —cuando atacó con un martillo La piedad de Michelangelo, al mismo tiempo que gritaba que él era el verdadero autor—, hemos aprendido a defender las obras de arte, sea con guardias armados, sea con cristales invisibles e, incluso, con la sustitución, en su presentación al público, de las obras originales por copias idénticas.
Por tal razón los recientes actos “vandálicos” de los activistas climáticos no condujeron a pérdidas irreparables. Personalmente estoy seguro que no era tal el objetivo, sino intentar que fuese escuchada una protesta que las activistas británicas portaban en sus camisetas y discursos: “¡Just stop oil! ¿Qué vale más: el arte o la vida? ¿Vale más que la comida? ¿Vale más que la justicia? ¿Les importa más la protección del arte que la protección de nuestro planeta y sus habitantes? ¡Millones de personas mueren a causa de monzones, incendios forestales y sequías! ¡No podemos permitirnos más petroleo y gas, nos costará todo lo que conocemos y nos encanta!”. En otros términos: ¡Basta de la explotación de los combustibles fósiles! ¡Basta de acabar con el medio ambiente de las generaciones actuales y venideras!
No era muy diferente la protesta que la entonces pequeña Greta Thunberg esgrimía hace ya una década: “¿Para qué ir a la escuela si, cuando sea mayor, el mundo en el que podría vivir estará terriblemente degradado?”.
Los activistas que ahora se manifiestan con sus actos vandálicos en los museos del mundo expresan, de manera desesperada, el hartazgo de los jóvenes ante la irresponsabilidad, pereza e incapacidad de los gobiernos del mundo para detener la degradación de la Tierra… la cual, por cierto, ya ha comenzado, como bien expresó el gobernante de la inundada nación de Tuvalu hace unos días en la Cumbre de Egipto (COP 27).
Y en su protesta, los jóvenes son acompañados por los científicos de Scientist Rebellion —los que apenas en abril pasado se manifestaron en 30 países, y antes, en la COP de Glasgow, cuando varios de ellos fueron encarcelados— que exigen acciones más efectivas para detener la devastación de la Tierra[1].
A todo esto hay que sumar, finalmente, que los últimos informes de la Organización Meteorológica Mundial señalan que los últimos ocho años han sido los más cálidos jamás reportados[2], y que los tres principales gases de efecto invernadero (bióxido de carbono, metano y óxido nitroso) han alcanzado niveles récord[3], es decir, ¡que estamos cada vez más lejos de asegurar un planeta sano para las generaciones venideras!
Desgraciadamente, la Cumbre de Egipto (COP 27), que inició el lunes pasado, poco podrá ofrecer. Como denunciamos en nuestra colaboración del 27 de octubre, dicha cumbre es patrocinada por una de las empresas más contaminantes de toda la Tierra: Coca-Cola Co.
Al establecer tal patrocinio, Coca-Cola garantiza que no se vea afectado su plan de negocio. Sabe bien que no se ataca en un evento a sus patrocinadores. Ante esta perspectiva se entiende mejor la desesperación que anima a los jóvenes despiertos que arriesgan su prestigio y libertad al realizar ataques que, seguramente ellos mismos imaginaban, serían rápidamente calificados como “locos”.
No podemos sino admirar y agradecer su sacrificio.
Cuernavaca, Morelos, 9 de noviembre de 2022.
[1] https://elpais.com/planeta-futuro/alterconsumismo/2022-04-07/cuando-los-cientificos-se-rebelan.html
[2] Informe del 6 de noviembre de 2022: https://public.wmo.int/es/media/comunicados-de-prensa/los-efectos-del-cambio-climático-se-intensifican-en-el-marco-de-los-ocho
[3] Informe del 26 de octubre de 2022: https://public.wmo.int/es/media/comunicados-de-prensa/se-suceden-las-malas-noticias-para-el-planeta-los-niveles-de-gases-de