Al sur de la zona metropolitana de Querétaro, entre las montañas del municipio de Amealco de Bonfil, decenas de padres, hermanos, hijos o esposos han migrado al gabacho para mandar dinero a sus familias, en la comunidad de Lagos de Servín.
Como esta, miles de comunidades a lo largo y ancho del país reciben el constante flujo de paisanos. Sin embargo, Servín lo ejemplifica a la perfección, a través de la arquitectura californiana de las casas –contrastante con las montañas, los pinos y el frío– o el lujo con el que se ha remodelado la parroquia, con diseños modernos, cantera y flores para la Virgen de Guadalupe, patrona del pueblo.
¿Cómo explicar lo que pasa en la comunidad de Servín? Cada teoría de la migración señalaría aspectos fundamentales, dependiendo de su entramado conceptual: quizás, que se debe a la disparidad de salarios, a la elección racional, al flujo push y pull, a la distribución mundial de los medios de producción, al impacto del poder suave en la configuración identitaria de los servinenses… Y todas estarían en lo cierto, como errarían al negar la complementariedad en sus desacuerdos metodológicos.
Por ello, en consonancia con autores expertos en el tema –García, 2011–, querer realizar “un análisis de las migraciones como procesos que combinen la interacción de variables de diversa naturaleza, desde una perspectiva relacional, permite actualizar empíricamente los diagnósticos sobre la realidad migratoria y, consecuentemente, alimentar la transformación social, defendida desde la perspectiva dialéctica o sociocrítica de investigación social”.
Desde mi perspectiva, cualquier estudio migratorio –al estar tan vinculado con las matrices culturales y económicas de las comunidades que experimentan la migración– debe abogar por la multidisciplina y el análisis multifactorial, siempre crítico y actualizado en su desarrollo conceptual: harían falta teorías para explicar un fenómeno tan extenso e historias para contar por qué alguien querría dejar su hogar, como faltarían manos para parar la lluvia. Simplemente se desborda de tanto que es.
Desde una perspectiva (post)estructuralista, cada escuela teórica de la migración –al menos las más populares– puede inscribirse en los distintos niveles de organización del sistema social occidental capitalista.
Esto quiere decir, por ejemplo, que la teoría neoclásica económica puede describir, con bastante exactitud, la acción individual a través de la racionalidad de los individuos, pero, también, las diferencias entre los ingresos y el coste de la vida.
Por su lado, el enfoque en las redes tiene elementos para describir la conformación de las identidades migrantes en el extranjero, así como los fenómenos de inmigración.
Mientras tanto, las teorías del mercado dual y del sistema-mundo analizan elementos macro en el sistema, como la dinámica de los mercados de empleo o las relaciones de poder políticas y económicas entre las naciones.
Con base en esa perspectiva escalonada, la teoría del sistema-mundo –sustentada en el marco conceptual de I. Wallerstein– es el primer paso para visualizar el sistema en el que se inscribe la migración actualmente, misma que es muy relevante para Servín. Comprender que existen fuertes vínculos de poder-sumisión entre los países del mundo, que se ven reflejados en sus relaciones comerciales, políticas, productivas, culturales… es fundamental para analizar el entorno macro en el que se desenvuelve el fenómeno de la migración humana. Así mismo, estas configuraciones sistémicas materiales e inmateriales influyen y determinan las estructuras sociales, instituciones, nivel de capital o rasgos culturales del migrante, ya en un nivel micro.
En el caso de la migración de México a EE. UU., el enfoque de sistema-mundo describe con precisión elementos de distribución de la producción en los dos países, siendo uno principalmente manufacturero y el otro de actividades con alto valor agregado; igualmente, describe el flujo de las mercancías entre ambos países, determinando la producción nacional mexicana, o la influencia del poder suave estadounidense en las identidades individuales y colectivas, ejemplificada en “el sueño americano” o los “dreamers”.
Para finalizar, me gustaría resaltar que, aunque el sistema-mundo es una teoría principal para comprender el entorno macrosocial del fenómeno migratorio, así como estructurar los demás niveles que lo componen, es necesario ser críticos con el marco conceptual original, siempre buscando la evolución, tropicalización y provincialización de las ideas que lo componen. No es lo mismo analizar el sistema-mundo de la Guerra Fría que el actual, que cuenta con muchos más actores regionales.
Sea como sea, Lagos de Servín y su gente retratan fielmente el movimiento migratorio, el flujo de divisas, la transformación del paisaje a manos del hombre y la influencia cultural que tiene el vecino del norte sobre las personas y los pueblos.