En la renovada Feria Internacional del Libro de Monterrey, ocurrida del 8 al 16 de octubre, hubo una intervención, acaso la mesa central de todo el evento (¡durante una conferencia de prensa, que es parte del mismo acto, a esos grados se dimensiona la figura intelectual de la protagonista!), de la escritora Elena Poniatowska donde salió a relucir, aún más, su descontento con la gestión obradorista al lanzar, resguardada —o acompañada— por funcionarios evidentemente opositores de la administración morenista, fuertes y enconadas acusaciones contra las decisiones de la actual administración federal en materia cultural levantando cierta ámpula en el sector al considerar dichas palabras una especie de reclamo al extraviar, la novelista, sus privilegios económicos, antes solventes de manera permanente: en los sexenios pasados no se había aireado, jamás, tal revuelo o reclamo por la indiferencia, siempre latente, del funcionariato federal, de ahí mi interés por saber, de viva voz, los padeceres o los cuestionamientos de la clase creadora; pero quizás, dentro de la oscuridad emitida por Elena Poniatowska, haya nebulosos resplandores en aquellas ríspidas declaraciones, envueltas en la clásica aparente ingenuidad poniatowskiana (sobre todo cuando, apenas recientemente, la escritora fue festejada —con lujo de inmensa propaganda masiva oficial— el pasado mayo por su nonagésimo cumpleaños mereciendo espacios por doquier en el sistema radiotelecomunicacional del Estado mexicano). ¿Qué piensan los artistas, qué dicen de esta situación, cuál es su opinión? No de lo afirmado por la escritora sino, aprovechando la coyuntura, de la circunstancia cultural sin ánimo airado, con tiento reflexivo… si bien en las aportaciones he recibido, y tengo que aceptarlo aunque no era esa mi intención primigenia, algunas respuestas con claro sesgo ideológico, que de muchas formas trasmina la reflexión razonada convirtiéndola en disgusto sistematizado o desmemoria selectiva, síntomas que quería evitar con mis directas preguntas. Sin embargo, incluso alguien se tomó mis cuestionamientos como meros eufemismos transgresores mirando (¿minando?) sañas en las señas culturales. No me sorprende la toma airada, empero, porque comprendo la entelequia política (debo agregar, aunque es notoria su ausencia, que las más de las mujeres a las que invité a este diálogo azaroso por alguna razón, acaso inexplicable, decidieron mantenerse al margen de la discusión). Hice sólo tres preguntas a casi —al final de la cruzada periodística— medio centenar de creadores (de perfiles políticos dispares) que, gentilmente, la mayoría respondió con el indudable rubro del intelecto propositivo, no enfadado ni ideológico, que entorpece el diálogo abierto. Por supuesto este reporte fue elaborado con la finalidad de hallar ideas para contribuir a la fertilidad cultural, no para desplazar o refutar a personalidades intelectuales cuyos configurados nichos los han establecido, ya, a lo largo de los años mediante coartadas y aplicaciones calculadamente grupales, aunque, gracias a estas contestaciones, me he podido percatar que no todos saben cómo se fueron tejiendo las estructuraciones cupulares del ámbito cultural, de ahí que no faltara el que respondiera de modo gremial sin atender las capas superiores de los poderes instituidos por las mismas figuras que estos empleados de la cultura admiran y respetan causando, sus puntos de vista, atropellos y desentendimientos en el proceder cultural. Porque también en las atmósferas culturales circulan los rumores adjetivados de quienes ahora añoran, vaya uno a saber por qué, los tiempos pretéritos donde los dineros iban a parar, todos lo sabemos muy bien, en las manos de los políticos en el poder. Compleja es la situación, entonces. Y respeto, cómo no, el silencio de las y los que se abstuvieron de verter su opinión al respecto. (Las respuestas aparecen conforme el orden en que fueron llegando, no hay aquí especulaciones de simpatía o de arbitrio alguno, no cuenta tampoco el conteo alfabético.)
[Sin habérmelo propuesto originalmente, esta última parte se publica un día después de la festiva marcha convocada por el gobierno a una ciudadanía que ha exhibido una práctica organicidad de buenas voluntades, elemento que inhabilita ilustrativamente cualquier mínima irascibilidad adversaria o fisura rabiosa de los no acostumbrados, o renuentes, a —o inmovilizadores desinformados o desinformadores— de los breves cambios de/en las rutas sociales. Pues la calle no es sólo un idóneo aparador de manifestaciones en contra de algo, sino también un visible contenedor de acuerdos colectivos o un anchuroso puente de congratulaciones individuales o la asertiva y ampulosa cofradía de confraternidad urbana o el festejo de uno mismo: la calle como ineludible o inequívoco espejo social, finalmente. Porque la calle no es propiedad de la clase en el poder, como aseguran los veteranos críticos opositores a la presidencia obradorista, los cuales se hallan aposentados cómodamente en el —financiados lucrativamente por la dirección imparcial del— Sistema Público de Radiodifusión del Estado mexicano con un salario superior a los setenta mil pesos mensuales en un caso inédito de pluralidad mediática.]
Yo propondría más transformación para que lo nuevo tenga rumbo; pero lo nuevo, no lo mismo que antes impregnaba todo. Lillian van den Broeck
—Independientemente del lugar y circunstancia en que lo dijo (¡rodeada de la esposa del gobernador Samuel García, de Movimiento Ciudadano, y de Consuelo Sáizar, presidenta panista del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes durante el calderonismo y actual directora de la Feria del Libro de Monterrey!), Elena Poniatowska declaró que el gobierno obradorista, en pocas palabras, no respeta a la cultura al abandonarla en todos sus rasgos. ¿Opina usted lo mismo, por qué, cuál es el punto nodal de esta fallida, en todo caso, transformación administrativa?
Lillian van den Broeck, poeta y traductora: Seguramente se sintió cobijada por aquellos con quienes en otros sexenios realizaba un intercambio funcional: los políticos se encumbraban aderezados de ciertos “cultos doctos” beneficiarios representantes de una palabra que no definían: “cultura”, vocablo que los protegía, paseaba y mantenía entronados, becados de por vida, sin ninguna humildad intelectual.
—¿Por qué cree cierta o errada esta afirmación de Poniatowska, miembro, como bien se sabe, de la férrea mafia intelectual beneficiada enormemente por los regímenes anteriores?
—No creo cierta ni errada la declaración de la Poniatowska, ni sé quiénes aún quedan de la mafia intelectual beneficiada, y si aún reciben las mercedes y privilegios. La transformación no ha fallado, tal vez fue pura nostalgia de Elenita.
—Si la situación cultural va por mal camino, ¿cuáles son, o serían, los cauces más errados? ¿Qué propondría para enderezar este rumbo?
—La situación cultural no va por mal camino. Sí, hay un desmantelamiento de lo que estaba marcado, lacrado como cultura; parecería que toda crítica es una opinión fundada en las ideas y conceptos que anteriormente moldeaban, grababan ese sello. Yo sólo propondría más transformación, más libertad para que lo nuevo tenga rumbo. Pero lo nuevo, no lo mismo que antes impregnaba todo. La cultura humana adopta tantas formas que sería primordial contar con perspectivas únicas de especialistas competentes que se plantearían preguntas de forma distinta, buscando maneras diferentes de responder y así poder contribuir más a nuestra comprensión de cómo abordar la cultura en nuestro país.
Yo podría estar de acuerdo que en este gobierno la cultura no es lo que más importa, pero no creo que eso signifique que se haya abandonado: Pablo Fernández Christlieb
Pablo Fernández Christlieb, sociólogo y escritor: a lo mejor el referente personal de la cultura que puede tener uno es el de la Ciudad de México, que es donde vivo, y donde el asunto cultural no es exactamente federal, sino local; pero, bueno, con este referente (los Pilares, el grupo Firme o Serrat en el Zócalo, las becas para estudiantes, la feria del libro), notablemente hay un interés serio (no sólo de dientes para afuera) por la cultura.
Dentro del ámbito ya federal, el apoyo y desarrollo del Fondo de Cultura Económica con un sesgo más social del que tenía antes (aunque a lo mejor a los que nos las damos de intelectuales no nos guste demasiado), o, aquí, sorprendentemente, las maravillosas obras de la cuarta sección de Chapultepec, diría uno, en principio, que no hay abandono de las actividades culturales durante este gobierno.
Es cierto, uno lo sabía, que López Obrador tiene una idea de izquierda proveniente de los años setenta, donde lo único grave es el hambre y nada más, y donde por lo tanto exquisiteces como la cultura o el género no parecen ser lo que más le interesa. En efecto, yo podría estar de acuerdo que en este gobierno la cultura no es lo que más importa, pero no creo que eso signifique que se haya abandonado.
Y, entonces, mi impresión personal respecto a Elenita Poniatowska (que creo que sigue entrevistando muy bien) no es muy sociológica ni muy psicosocial ni nada de eso, sino mera opinión y mero sentido común: y es que luego están abusando de ella y se están aprovechando de dos cosas: de que se muere por salir en público y figurar, y de que la edad evidentemente le está pasando factura (por ahí leí que Denise Dresser también se aprovechó ya de la circunstancia): como si la pobre quisiera seguir dando la talla, y entonces trata de responder lo que supone que es lo que quieren que responda, para que la aplaudan y ella siga sintiendo que todavía está actualizada y vigente.
Se me hace que ella no pertenece a una mafia del poder, sino más bien a una especie de chic-set de izquierda, en donde todos se sienten encantadores, ocurrentes, simpáticos, inteligentísimos y muy, muy modestos.
América Latina, opina Reyes, ha vivido una descolonización enclavada en el servicio público con rasgos residuales con un pie europeo y otro aborigen: Eduardo Monteverde
—Independientemente del lugar y circunstancia en que lo dijo (¡rodeada de la esposa del gobernador Samuel García, de Movimiento Ciudadano, y de Consuelo Sáizar, presidenta panista del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes durante el calderonismo y actual directora de la Feria del Libro de Monterrey!), Elena Poniatowska declaró que el gobierno obradorista, en pocas palabras, no respeta a la cultura al abandonarla en todos sus rasgos. ¿Opina usted lo mismo, por qué, cuál es el punto nodal de esta fallida, en todo caso, transformación administrativa?
Eduardo Monteverde, médico y escritor: Ahora que son días de nigromancia y metempsicosis, se abre la urna de Alfonso Reyes quien responde a las preguntas de Víctor Roura con resonancias y veladuras de sarcófago latinoamericano: el escenario no es el de un podio con políticos en el que se reclama el abandono de la cultura. Es más bien un tiempo, un compás musical en el que “toda la América Latina siempre ha llegado tarde al banquete de la civilización europea”.
—¿Por qué cree cierta o errada esta afirmación de Poniatowska, miembro, como bien se sabe, de la férrea mafia intelectual beneficiada enormemente por los regímenes anteriores?
—“Está en una nueva disyuntiva de ventajas v desventajas (…) que se resuelve en una peculiar manera de entender el trabajo intelectual como servicio público y como deber civilizador. Naturalmente que esto no anula, por fortuna, las posibilidades del paréntesis, del lujo del ocio literario puro, fuente en la que hay que volver a bañarse con una saludable frecuencia”.
—Si la situación cultural va por mal camino, cuáles son, o serían, los cauces más errados? ¿Qué propondría para enderezar este rumbo?
—América Latina, opina Reyes, ha vivido una descolonización a salto de mata de las etapas de la historia, enclavada en el servicio público con rasgos residuales con un pie europeo y otro aborigen. Es un dilema aún no resuelto.
El entuerto debe comenzar por respetar las condiciones laborales del trabajador de Cultura: Alfonso Montoya
—Independientemente del lugar y circunstancia en que lo dijo (¡rodeada de la esposa del gobernador Samuel García, de Movimiento Ciudadano, y de Consuelo Sáizar, presidenta panista del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes durante el calderonismo y actual directora de la Feria del Libro de Monterrey!), Elena Poniatowska declaró que el gobierno obradorista, en pocas palabras, no respeta a la cultura al abandonarla en todos sus rasgos. ¿Opina usted lo mismo, por qué, cuál es el punto nodal de esta fallida, en todo caso, transformación administrativa?
Alfonso Montoya, editor: No me parece que haya habido un abandono de la cultura. Lo que hubo fueron cambios, en gran parte administrativos, como bien dice la pregunta. Decir tajantemente que este gobierno “no se ha ocupado de la cultura” resulta ingenuo, y parece más una declaración visceral que no puede tomarse con seriedad. En todo caso, lo importante es identificar el punto nodal de la “transformación administrativa”. Desde mi punto de vista, si bien puede no ser el único punto nodal, una cuestión clave es la del trabajador de Cultura, en donde radica una de las grandes fallas y contradicciones de la 4T. Explico: a nivel federal, miles de trabajadores de cultura son violentados en sus derechos laborales (subcontrataciones, contratos temporales que se reciclan ad infinitum, falta de seguridad social, falta de horarios claros lo cual se acentuó con la pandemia, etcétera). En resumen, el neoliberalismo persiste en ese aspecto concreto de la realidad. En el marco de la Ciudad de México esa misma política no sólo se mantiene, sino que se agudiza. El famoso programa de “Pilares” es clave para analizar la propuesta gubernamental de Cultura, pues muy probablemente el esquema se ensaye en el siguiente sexenio a nivel federal. La contradicción central de dicho programa yace en que el programa en sí mismo es bueno, está bien diseñado, prueba de ello es que muchos de los talleristas realmente confiaron en el proyecto “Pilares”, justo cumplía lo que ellos venían pidiendo desde años atrás. Pensaron que ahí podrían desarrollar justamente sus visiones múltiples de cultura comunitaria, barrial, popular, etcétera. Sin embargo, el gran problema de dicho programa es que el trabajador de Cultura no sólo es violentado en sus derechos laborales, sino que ahora se le despoja incluso de su condición de trabajador al funcionar como programa social. El trabajador no es ya un trabajador (aunque la Ley Federal del Trabajo lo declare así), sino un beneficiario de programa social. Dentro de las contradicciones de la 4T, ésta es grave en específico porque no sólo no frena las políticas neoliberales, sino que las acrecienta.
—¿Por qué cree cierta o errada esta afirmación de Poniatowska, miembro, como bien se sabe, de la férrea mafia intelectual beneficiada enormemente por los regímenes anteriores?
—Es errada simplemente desde su generalización. Algunos aspectos de cultura se han desarrollado, por ejemplo los “Semilleros Creativos” en los que varios niños han resultado beneficiarios. En el ámbito deportivo (que también cabe dentro de cultura) hay también algunos avances, aunque conozco más los que existen a nivel Ciudad de México. ¿Es suficiente? Claramente no. ¿La prioridad del gobierno es la cultura? Claramente no. Pero ello no da veracidad a la generalización hecha por Poniatowska.
—Si la situación cultural va por mal camino, cuáles son, o serían, los cauces más errados? ¿Qué propondría para enderezar este rumbo?
—Desde mi punto de vista, el entuerto debe comenzar por respetar las condiciones laborales del trabajador de Cultura. Si bien es importante la parte ideológica y el diseño de un plan de trabajo, sin el trabajador de cultura es imposible implementar cualquier transformación. El ejemplo claro lo tenemos en el ámbito educativo, más apremiante por diversas circunstancias que cultura. Ahí, claramente, se comenzó por resolver la parte laboral que dejó la reforma anterior. Luego, ya con un magisterio satisfecho en cuanto a ciertas demandas, se procede a implementar los cambios curriculares. Lamentablemente, la politización del trabajador de cultura es todavía incipiente en comparación con el magisterio, fruto de sus luchas políticas que llevan ya varias décadas. En resumen, las políticas antineoliberales (o al menos políticas que si bien no sean cabalmente “anti” sí pongan un freno) deben llegar también al ámbito de cultura, con claridad y voluntad política, asumiendo los costos que ello genere, y en manos de nuevos perfiles o cuadros, que si bien existen se ven constreñidos ellos mismos por las contradicciones de su propio partido y movimiento político.
El gobierno privilegia ciertas áreas y olvida otras, que no son rentables para su discurso: Jorge Belarmino Fernández
—Independientemente del lugar y circunstancia en que lo dijo (¡rodeada de la esposa del gobernador Samuel García, de Movimiento Ciudadano, y de Consuelo Sáizar, presidenta panista del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes durante el calderonismo y actual directora de la Feria del Libro de Monterrey!), Elena Poniatowska declaró que el gobierno obradorista, en pocas palabras, no respeta a la cultura al abandonarla en todos sus rasgos. ¿Opina usted lo mismo, por qué, cuál es el punto nodal de esta fallida, en todo caso, transformación administrativa?
Jorge Belarmino Fernández, historiador: No estoy seguro de que el gobierno de Obrador abandone a la cultura en todos sus rasgos. Pero sí de que es un renglón en el que queda mucho a deber.
—¿Por qué cree cierta o errada esta afirmación de Poniatowska, miembro, como bien se sabe, de la férrea mafia intelectual beneficiada enormemente por los regímenes anteriores?
—Me parece una muy sana actitud, viniendo de quien viene. Pero no creo que doña Elena tenga elementos suficientes para hacer una afirmación que tal vez es justa. El gobierno privilegia ciertas áreas y olvida otras, que no son rentables para su discurso, creo.
—Si la situación cultural va por mal camino, cuáles son, o serían, los cauces más errados? ¿Qué propondría para enderezar este rumbo?
—Se me ocurren mil cosas qué hacer, ya sólo desde el pequeño universo que conozco.
En la pandemia no se otorgó un rescate a la comunidad artística, que se encontraba en una situación precaria: Eblen Macari
—Independientemente del lugar y circunstancia en que lo dijo (¡rodeada de la esposa del gobernador Samuel García, de Movimiento Ciudadano, y de Consuelo Sáizar, presidenta panista del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes durante el calderonismo y actual directora de la Feria del Libro de Monterrey!), Elena Poniatowska declaró que el gobierno obradorista, en pocas palabras, no respeta a la cultura al abandonarla en todos sus rasgos. ¿Opina usted lo mismo, por qué, cuál es el punto nodal de esta fallida, en todo caso, transformación administrativa?
Eblen Macari, músico y compositor: El actual gobierno no se ha caracterizado por apoyar a la cultura y a la ciencia, los dirigentes de la cultura cumplen con los programas del Ejecutivo: un parque de Chapultepec que se le ha encargado a un solo artista en donde la mayoría del presupuesto se va. En la pandemia no se otorgó un rescate a la comunidad artística, que se encontraba en una situación precaria. Actualmente el programa de cultura es escueto y básico.
—¿Por qué cree cierta o errada esta afirmación de Poniatowska, miembro, como bien se sabe, de la férrea mafia intelectual beneficiada enormemente por los regímenes anteriores?
—La declaración de Elena Poniatowska la considero afortunada y valiente. Como artista becaria emérita, creo que no mencionar nada hubiese quedado en una posición muy cómoda y egoísta por ser una creadora con prestigio y con una situación económica resuelta. Además, hace una crítica constructiva al presidente, al que siempre apoyó como candidato y amigo.
—Si la situación cultural va por mal camino, cuáles son, o serían, los cauces más errados? ¿Qué propondría para enderezar este rumbo?
—Entiendo que la prioridad en la pandemia fue atender la emergencia sanitaria, el presupuesto se fue en los cuidados y la compra de vacunas. Después de casi tres años es importante regresar a la actividad cultural. Desarrollar un programa de una renta básica para artistas para realizar presentaciones y talleres mensuales. La desaparición del Fonca es un lastre, el cual todavía arrastramos de las mafias del pasado. Yo no pido becas, más bien trabajar como creador. Simplificación fiscal para los artistas. Un sistema más sencillo e incluyente de selección en las programaciones y en la contratación como instructor o maestro artístico; las actuales convocatorias son engorrosas y burocráticas.
Ni siquiera se sabe qué es realmente la cultura en los gremios administrativos: Daniel Aguilar
—Independientemente del lugar y circunstancia en que lo dijo (¡rodeada de la esposa del gobernador Samuel García, de Movimiento Ciudadano, y de Consuelo Sáizar, presidenta panista del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes durante el calderonismo y actual directora de la Feria del Libro de Monterrey!), Elena Poniatowska declaró que el gobierno obradorista, en pocas palabras, no respeta a la cultura al abandonarla en todos sus rasgos. ¿Opina usted lo mismo, por qué, cuál es el punto nodal de esta fallida, en todo caso, transformación administrativa?
Daniel Aguilar, guitarrista clásico: Pues sí, pero no es exclusivo del gobierno obradorista. La cultura ha sido abandonada en todos sus rasgos a través de todos los gobiernos de todos los partidos existentes que tienen la aspiración al poder o que lo han ejercido, así que no es nada sorprendente que nuevos gobernantes con otro discurso de otro partido, de otro color, tengan un discurso interesados en todas las cosas: en cultura, en tecnología, en… honestidad, en administración, en mano dura, etcétera. Sin embargo no hay nada en el fondo. Es solamente el deseo de obtener poder.
“En ese sentido, sí pienso obviamente que es fallida la política cultural; pero, como con cualquier otra administración pública, la que se halla ahora en el poder a mí realmente no me representa. Creo, más bien, que un rasgo característico de la clase política es no estar interesada en la cultura. Y sí estar interesada, y casi podría decir enferma, de obtener poder al menor costo posible”.
—¿Por qué cree cierta o errada esta afirmación de Poniatowska, miembro, como bien se sabe, de la férrea mafia intelectual beneficiada enormemente por los regímenes anteriores?
—¿Por qué creo cierta tal guarrada? La afirmación acerca de si Poniatowska ha sido beneficiada por los regímenes anteriores, lo desconozco. Tampoco me parece relevante, porque la pregunta en sí puede tener una connotación política ya con antelación. Y sí, sí la creo errada. ¿Por qué? Porque, justificando un poquito mi respuesta anterior, creo que en cualquier administración las políticas culturales han sido erradas pues estamos inmersos en un modus operandi por lo menos desde lo que a mí me ha tocado ver, pues ni siquiera se sabe qué es realmente la cultura en los gremios administrativos, principalmente. En los gremios culturales es donde se encuentra la mayor marginación en cuanto a la asignación de recursos para la promoción cultural.
“En cuanto a los educadores en cultura, por ejemplo, son sumamente marginados en sus salarios. Y los artistas que ejercen como tales, lo más que pueden aspirar en México en muchas ocasiones es a una beca. Quiere decir que son personas que no merecen un sueldo, desde la visión del gobierno, no merecen una jubilación, no merecen servicios de salud, etcétera. Esa es la forma en que el gobierno trata al artista de México. Y parece que la situación no va a cambiar en el futuro, ni siquiera a mediano plazo. Y nadie puede contradecir lo que digo, pues es algo que simplemente ha permanecido por muchos años”.
—Si la situación cultural va por mal camino, cuáles son, o serían, los cauces más errados? ¿Qué propondría para enderezar este rumbo?
—Para comenzar, se me ocurre decir que no tengo un representante digno en el aspecto cultural, alguien que realmente represente a la comunidad cultural, que lo veamos y nos haga sentirnos dignamente representados por esta persona. Muchas veces, incluso, los artistas terminamos alejándonos de las políticas públicas porque tenemos décadas de no estar representados por nadie en la administración pública. En ese sentido, creo que eso sería una de las cosas importantes a arreglar. Que tengamos a gente muy capaz, que además conozca, que tenga una amplia formación académica en la cultura, que sepa escuchar. Pero también está el apoyo a la educación. Insisto en los marginales sueldos que reciben los educadores artísticos (y en general los educadores)… pero, culturalmente hablando, hay que decir que se trata con la punta del pie a los maestros, a la gente que está interesada en desarrollar cultura desde la docencia, la cual culturiza a todo un país.
“Se abren centros culturales públicos, pero no se abren escuelas; por lo tanto, se deja a una entidad fuera. El discurso es indiscutible:
“—¿Ya ven cómo sí hay cultura? Ya hicimos un centro cultural, una casa de cultura,,,
“Pero la gente alrededor no entiende nada de lo que pasa ahí dentro, porque no tiene la formación y no se consiguen docentes capacitados para poder culturizar a la sociedad. Entonces, no hay ninguna esperanza. Es como poner, no sé, un centro de astrofísica ultra especializado en una comunidad donde la gente no sabe leer y escribir… y con eso decir que ya se hizo la tarea, que la chamba está hecha y cruzarse de brazos por haber hecho un edificio que tiene nada más las letras que in dican que se trata de un edificio de ciencias denominado, digamos, Centro Astrofísico Peña Nieto, porque les encanta ponerle su nombre a las cosas, pero hasta que no haya de verdad un cambio real en la comunidad ese cambio no se logrará, a menos que exista educación. Mientras no se le dé seriedad a la educación, no va a haber grandes cambios en el país.
“Se me ocurren estos dos cambios para poder mejorar: tener representantes dignos en la comunidad cultural capaces de hacer cambios en las políticas públicas culturales y la contemplación hacia la docencia especializada para culturizar su entorno. Y la existencia de sueldos dignos para la gente que se desempeña como artista”.
La cultura ofrece un campo siempre agonista para que la sociedad se refleje, reflexione y accione: Rubén Ortiz
Rubén Ortiz, director de teatro: Aclarando de antemano que es difícil orientarse para argumentar por unas preguntas asfaltadas de eufemismos y ad hominem que no se atreven a decir su nombre, primero tengo que decir que en 30 años he visto a Elena Poniatowska en fotos tanto con Jesusa Rodríguez como con Héctor Aguilar Camin y, asimismo, le he leído cosas con las que concuerdo y otras que me parecen muy desencaminadas.
“En este caso, dice una verdad como una casa. En mi experiencia y en mi investigación, llamarle transformación administrativa a lo que está pasando en la Secretaría de Cultura es tan sutil como llamar daños colaterales a las y los muertos desaparecidos de la guerra contra las drogas. Términos de una realpolitik que barren bajo la alfombra los cuerpos que no les reditúan.
“Así que como me tomo en serio el tema, contesto todas las preguntas de una vez y con el detalle que el tiempo me da entre un ensayo, un informe y una clase.
“De una vez es bueno decir que escribo desde la trinchera: hace años la madre de mi hijo y yo nos peleamos por el último taco que podíamos comprar con lo que quedaba de mi pago como asistente en una obra de teatro y de entonces para acá acumulo notas de advertencia de desalojo por falta de pago de renta cada tanto. Espectros de la precariedad me siguen a donde voy y, debo decirlo también, que se aplacan cuando recibo la retribución justa por mi labor. Y esto ha sucedido principalmente con apoyos estatales.
“Por otra parte, he puesto el cuerpo en la clausura del Conaculta con mesas de trabajo en 2015, cuando protestamos por la reducción de presupuesto; mismo año en que nos recibió un funcionario de poca monta en la Secretaría de Turismo cuando fuimos a protestar por el pago de siete millones de pesos al Circo del Sol por un trabajo que hubieran hecho mejor 20 compañías mexicanas y que, además, hubieran llevado comida a sus casas. Así también he escrito y hablado en cuanto lugar puedo, haciendo análisis del giro neoliberal de las políticas culturales de los gobiernos anteriores, las malas prácticas de algunos artistas y los avances que, aun en estas circunstancias, han logrado las negociaciones del gremio.
“Es importante mencionarlo también desde ya: en ninguna manifestación ni texto hemos hablado o pensado jamás en sostener privilegios. Se trata de derechos. Condiciones dignas (¿es tan difícil hablar de dignidad?) de vida y trabajo para profesiones que, en gran medida, no juegan el juego de la ganancia. (Y esto se puede demostrar: hacen falta ganas de abrir un espacio para hacerlo).
“El resumen de años de trabajo y militancia es el siguiente: estábamos peor y hoy estamos en la pospeoridad.
“El giro cultural que llevó a cabo esta administración prometía alguna justicia: expandir el concepto de cultura para cobijar a la mayor parte de una población diversa. Nosotros mismos hace diez años laboramos al lado de la gente, lejos de los recintos consagrados. Pero como nadie en esta administración se toma el tiempo de investigar o preguntar a quienes saben, pues en el sexenio han terminado por arrojar el agua con todo y niño.
“Me explico: la cultura es un espacio de disputa por el sentido común, como dijera Gramsci, no un espacio para que aparezcan mágicamente las soluciones que la política de partidos y el capitalismo salvaje han erosionado. La cultura no restituye tejidos sociales, este es un argumento de políticos perezosos: la cultura ofrece un campo siempre agonista para que la sociedad se refleje, reflexione y accione; a veces para bien y a veces para mal. En este sentido, como dice Godard, hay una pulsión por conservar y otra por construir, por redibujar los símbolos. A la primera pulsión Godard la llama propiamente cultura y a la segunda arte (‘la cultura es la norma, el arte la excepción’).
“¿Qué ha hecho esta Secretaría? Pretender que sólo existe la primera parte, a donde va y subsume la segunda. Error epistémico, ontológico e histórico. No error: horror.
“(Aquí entra una anécdota muy chistosa, pues cuando el presidente envió a sus huestes —¡una senadora y la agencia de noticias del gobierno! — a luchar —el poder es asimétrico, ¿recuerdan— contra los artistas, se le ocurrió decir que cultura es todo y que el pueblo ya la hace. Bueno, pues también el gobierno, ¿por qué no desintegrar al Estado de una vez?)
“Es aplaudible un programa como Culturas comunitarias, pero éste no puede desplazar todas las otras áreas en las que las artes están involucradas. Se trata de sumar, no de restar, como lo sabe cualquier político que ejerce para el bien común. Es la tragedia del real socialismo: a la primavera artística de la revolución de 1917, que sumó a muchos artistas desde su autonomía a labores comunitarias, le siguió un programa por decreto y bajo castigo. Bajo la bota del padrecito georgiano se podía matar artistas; hoy, de manera más delicada, simplemente se les deja morir de hambre.
“Pruebas: supongo que a gente como mis caseros les hace poca gracia que los artistas les digamos que otro mes no me pagaron. Pues en 2019 tuvimos que decirlo… ¡por nueve meses!… y en este año… ¡por cuatro meses! (¿A alguien le puede parecer que 13 meses sin obtener la justa retribución por el trabajo tiene pinta de buen resultado administrativo? ¿O se trata de una especie de sacrificio ritual del que no nos enteramos?) Y no se diga en el mercado o en la tienda o en las tandas de los otros tres trabajos que buscamos para morir endeudados antes que morir de hambre. No es metáfora: un colega murió esperando su pago el año anterior y otro más sucumbió ante la miseria este año. Por eso llamar a esto reconfiguración administrativa es obsceno, ¿se entiende? Hay vidas en juego. O mejor: ¿por qué no llamarla solución final y vamos al grano?
“Por no hablar de los cientos de casos de compañeros de Cultura Comunitaria enviados a zonas vulnerables sin ningún tipo de apoyo o capacitación (lo sé de primera mano).
“Así las cosas, digo, no se trata de lamentar la pérdida de privilegios. Nada hay más ruin que la frasecita de que si tú tienes derechos y alguien más no los tiene, tú tienes privilegios. Otra coartada del tamaño del pobre es pobre porque quiere. De ninguna manera: los derechos son los derechos y la lucha es que sean para todas y todos. Y nadie lucha con la cabeza llena de culpa.
“O preguntemos también cómo van las cosas para el arte a nivel estatal y municipal donde se ha quitado el acceso a presupuesto para cultura. Lo poco que había (lo que pasaba a través de chanchullos y pachangas) se ha vuelto nada.
“(Y no me digan que esto es primero los pobres, porque hay que ver el incremento en presupuesto militar y el manejado por militares, más los elefantes blancos que son finalmente concesiones a empresas. ¿O el tren maya lo van a administrar las cooperativas locales, tal como nos hubiera gustado cuando en la izquierda hablábamos de emancipación y no de economía de servicios?).
“Así que, ¿qué se puede hacer? Primero, dejarse de tonterías: hace falta presupuesto. Si quieren un elefante blanco, no se lo cobren a la gente que de por sí ya la está pasando mal. ¿Un centro cultural en una zona llena de espacios para la cultura en la capital de un país centralista y que acumula un tercio del presupuesto para la cultura, de veras es tan difícil de ver lo mal que está esto?
“Segundo: hay que hablar de vida y trabajo digno para artistas y trabajadores del arte (ojo: no digo de la cultura, pero también). Como muestra el Circuito de Artes escénicas (¡al que tampoco están llegando los recursos acordados!), el gremio tiene ideas, pero hay que acordar las condiciones de diálogo. (Pero primero debe haber voluntad de diálogo: los artistas de México en escena detectamos anomalías en la reciente convocatoria, así como abusos y violación de derechos, pero la secretaria simplemente ni nos ve ni nos oye. Hay que escuchar, escuchar mucho mucho. Ni la tribuna política ni la población está dividida únicamente entre conservadores y liberales, de veras que no).
“Ahora bien, ¿cómo entra el sector privado en todo esto? Hay que volverlo a pensar juntos, porque ciertamente el Estado no lo puede resolver todo pero, por ejemplo, lo de Efiartes es un clavo (neoliberal) ardiente.
“Tercero, y extendiendo el diálogo, deberíamos tener una charla con las secretarías de Hacienda y Trabajo para que alguien (¡alguien!) comprenda las particularidades de los trabajos artísticos (¡los artistas no somos proveedores de servicios! ). Oooootra vez, no se trata de privilegio sino de singularidad y no creo que sea necesario detenerme a explicar eso.
“Cuarto: la Secretaría no puede mantener (¡otra vez!) centralizados los recursos para arte y cultura de los estados. Lo local es primordial y debe ser vuelto a pensar y estimular. Y sería bueno que los estados también tuvieran los diálogos de los que hablamos arriba.
“Quinto: hay que hablar con la verdad: ¿por qué el aparente desinterés de las masas —el pueblo, la ciudadanía— por el arte? No vale echar la culpa a los artistas. Sociólogos, antropólogos, historiadores del arte y demás especialistas lo han preguntado una y otra vez con múltiples respuestas.
“Hay que escuchar antes de folklorizar y luego inventar lo que haga falta inventar.
“Y, así, a partir de todos estos diálogos, rediseñar la Secretaría y sus departamentos. No hay nada más obsoleto, por decir algo que conozco, que la Coordinación Nacional de Teatro.
“Pero sobre todo, y ante todo, no ocultar la verdad, salir del círculo de los ad hominem, los eufemismos y las genuflexiones a la realpolitik o los caprichos del pastor de almas (¡caramba: la gran lucha de la reforma electoral que llevó al triunfo de Cárdenas en 1988 fue contra el presidencialismo! Ni más ni menos).
“Escribo esto, por cierto, mientras dos países gobernados por la izquierda de a de veras se hacen cargo de la cultura y las artes: Colombia incrementa 125 por ciento su presupuesto para la cultura y Chile echa a andar ni más ni menos que la agenda de trabajo cultural decente. Lo que muestra que con voluntad y sabiduría se generan beneficios y no falsas polémicas.
“Resumiendo: hace falta redefinir cultura y arte (no con realpolitik, claro, sino ya que estamos con un sano materialismo histórico del siglo XXI o postbenjaminiano) y, como hemos dicho una y otra y otra y otra vez, procurar el 1 por ciento del PIB para ellas, como recomendó hace años la Unesco.
“Lo demás es obscenidad”.
Lo ideal para México y el mundo es que el Estado no meta sus manos “interesadas” y “propagandistas” en la cultura: Salvador Mendiola
—Independientemente del lugar y circunstancia en que lo dijo (¡rodeada de la esposa del gobernador Samuel García, de Movimiento Ciudadano, y de Consuelo Sáizar, presidenta panista del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes durante el calderonismo y actual directora de la Feria del Libro de Monterrey!), Elena Poniatowska declaró que el gobierno obradorista, en pocas palabras, no respeta a la cultura al abandonarla en todos sus rasgos. ¿Opina usted lo mismo, por qué, cuál es el punto nodal de esta fallida, en todo caso, transformación administrativa?
Salvador Mendiola, profesor universitario y periodista cultural: No opino exactamente lo mismo que Poniatowska. Como economista profesional que soy, considero que lo ideal para México y el mundo es que el Estado no meta sus manos “interesadas” y “propagandistas” en la cultura. La cultura se manda sola y es de quienes la trabajan. Yo lo que quiero, por el bien de todo mundo, es que haya menos Estado y más mercado de veras libre, tal como plantea, por ejemplo, la Escuela Austriaca de Economía. También Karl Marx propuso que el aparato de Estado debe desaparecer para que haya un auténtico comunismo libertario. Y la supuesta “transformación administrativa” de la proto-dictadura populista morenarca sólo ha significado que nada sea para la auténtica cultura mexicana y todo se vaya para sus cómplices y paniaguados.
—¿Por qué cree cierta o errada esta afirmación de Poniatowska, miembro, como bien se sabe, de la férrea mafia intelectual beneficiada enormemente por los regímenes anteriores?
—Considero que Elena Poniatowska está errada porque en realidad no ha estudiado nada de nada y todo lo dice y opina desde sus ocurrencias de princesita locochona plastimarx y nada más.
—Si la situación cultural va por mal camino, ¿cuáles son, o serían, los cauces más errados? ¿Qué propondría para enderezar este rumbo?
—Para que la situación cultural vaya por buen camino lo primero que tenemos que hacer es detener el avance siniestro del populismo fraudulento de la proto-dictadura more-narca. Y luego dejar que las cosas sean como pide la realidad de la economía política mundial y no como se les ocurre a los ocurrentes socialistoides del castro-chavismo que le dan órdenes a los more-narcos mexicanos. El rumbo se enderezará en cuanto salgamos del abismo more-narco.
CONOCE LAS CUATRO PRIMERAS ENTREGAS DE “CERTEZA Y DUBITACIONES EN LA BRÚJULA DE LA CULTURA OBRADORISTA”, UN REPORTAJE DE VÍCTOR ROURA PARA LA LUPA.MX
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