Autoría de 2:18 pm #Opinión, Patricia Eugenia - Narrativa en Corto

Mujer que cruza por la esquina – Patricia Eugenia

Voy a cruzar por la esquina, como debe ser –piensa la mujer.

Está ante dos avenidas enormes. En cuanto aparece el monigotito verde en el semáforo, ella avanza, pero molesta le hace señas al tipo que invade las líneas peatonales: ¡Échate para atrás!

El conductor no sólo no retrocede, sino que le dice “¡Shh!”, con el índice en los labios, y luego de gritarle “¡Cállese el hocico!” arranca primero que los demás, dejándole el humo del escape encima.

¡Tonta! –le dice su impertinente vocecita interior–. La vuelta a la izquierda, ¿es continua? ¿Y los peatones?… ¡Bah! En esta ciudad los peatones somos ciudadanos de segunda. Ni modo.

Sucede que la mujer viene más susceptible de lo corriente, porque tiene un hijo cuya esposa no… ¡en fin! Es tan común el caso, que ni falta hacen las explicaciones, pero eso: viene susceptible y debería haberle respondido al tipo: ¡Quien abrió el hocico fuiste tú, yo sólo te hice una seña, y además no tengo hocico, ni tú, aunque rebuznes!

Hubiera sido delicioso.

Por supuesto, no hubo tiempo para tanto, y más bien tuvo que alcanzar la banqueta rápido para ponerse a salvo del auto, no así de sus pensamientos: ¡Pobre animal! ¿Acaso también vendría susceptible?… ¡Pobres todos, yo por estúpida y el tipo por cobarde! Sí, porque un tipo que no rebasaba la edad de su hijo ‒el de la esposa horrenda‒ y que tan fácil le respondió grosero por pedirle no invadir el área peatonal… ¡Es un cobarde! Sobre todo porque ofendió y corrió, es decir, aceleró.

Aunque… a lo mejor estuvo bien así –recapitula la mujer–. ¿Qué tal si el pobre tiene una suegra espantosa, como ella una nuera? ¿Qué tal si hubiera habido más tiempo y hasta se baja a pegarle al concebirla como una metáfora de su vida triste? De haber pensado todo esto antes, no hace ninguna seña y ella –transeúnte común– hubiera dejado las líneas peatonales libres para el automovilista y se habría jugado calladita el pellejo en el tráfico, como siempre.

¡Ay! Ahora –calle adentro y recuperado el ritmo cardiaco– casi puede vislumbrar la infelicidad del pobre conductor y su pena ante esa mujer superficial, ambiciosa, manipuladora y floja; dispuesta a todo para vivir decorosamente sin trabajar, como su… ¿Y él?… ¿Él? ¡Ha de ser un idiota!

(Visited 128 times, 1 visits today)
Last modified: 12 diciembre, 2022
Cerrar