En Argentina, una corte ha sentenciado a seis años en prisión a la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner por administración fraudulenta. El caso ha sacudido severamente a la política del país sudamericano y a su población, que se encuentra dividida en torno a la acusación y el resultado del proceso judicial. ¿Qué análisis se pude mencionar al respecto?
Fernández de Kirchner sucedió a su difunto esposo, Néstor Kirchner, como presidenta de Argentina de 2007 a 2015. Durante sus dos mandatos, en ese lapso de tiempo, el país no logró superar la crisis económica, ni mejorar la calidad de vida de los argentinos. Esa fue una de las razones por las que después se generó una transición democrática, que alejó a la izquierda política de la máxima plataforma del gobierno.
Hoy en día, el peronismo se encuentra nuevamente en el poder bajo la figura de Alberto Fernández como presidente, pero muy bien acobijado por Fernández de Kirchner como su brazo derecho. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas para la izquierda política más fuerte de Argentina. El cargo de defraudación al Estado contra la actual vicepresidenta es un caso que llevó mucho tiempo en deliberación, investigación y análisis, hasta que ahora se tiene una respuesta contundente.
Fernández de Kirchner ha soportado el señalamiento político, legal y social por el cargo de administración fraudulenta que toda Argentina ahora sabe. Hace unos meses, incluso sobrevivió a un atentado contra su vida, situación que pudo ser genuina, pero no hay que descartar la opción de que haya sido construida con la finalidad de ganar apoyo del público ante la posible derrota legal que sufriría, y que al final sucedió.
Por otra parte, el intento de demeritar el trabajo del Poder Judicial en Argentina fue evidente por parte de Fernández de Kirchner. En repetidas ocasiones manifestó que hay una caza contra ella generada por la “mafia de la justicia”. Cualquier similitud con otros comentarios en otros países de la región es mera coincidencia. Este tipo de declaraciones son habituales en líderes populistas, quienes tienden a desestimar las instituciones estatales y civiles cuando hay algo que no les favorece como políticos o como gobierno, pero que son esenciales para una verdadera democracia.
Más allá de que Fernández de Kirchner pise o no la cárcel, puesto que ser funcionaria del gobierno actual le otorga cierto grado de fuero político, y además la apelación a la sentencia podría llevarse a cabo y tardar mucho tiempo en que se llegue a otro veredicto, hay algo que no debemos perder de vista: la forma de hacer política. El populismo obstaculiza la operación de las instituciones y tergiversa la realidad social de los países en los que se practique, creando una realidad alterna para la población.
Otro apunte importante por mencionar es que la imputada izquierdista, y una de las principales líderes peronistas del país, defraudó al Estado por millones de dólares, según la evidencia con la que se cuenta, algo que no empata con la visión de la izquierda, que busca la distribución de la riqueza. A pesar de eso, la reacción de la acusada fue rechazar tanto el proceso legal como el resultado al que llegó el Poder Judicial independiente de Argentina.
Ese es uno de los varios liderazgos izquierdistas que se presentan como tales hoy en día en Latinoamérica, y que en vez de otorgar beneficios a la población y trabajar para ella, le han mentido y traicionado. Su forma de ver las cosas parece arcaica y desleal, sin aproximarse a las necesidades actuales de la sociedad. ¿Vale la pena conservarlos o vale la pena construir otros que verdaderamente sean de izquierda?