Cuando leí el editorial que diariamente publica el periódico La Jornada bajo el nombre de Rayuela, el del viernes 16 de diciembre, no lo podía creer. Pensé que lo estaba malinterpretando e intenté analizar el texto desde un ángulo distinto, pero llegué a la misma conclusión.
El editorial fue dedicado al atentado contra el periodista Ciro Gómez Leyva, sucedido la noche del jueves anterior, del que salió ileso gracias a que viajaba en un vehículo blindado.
Para La Jornada (de acuerdo a lo que escribieron en Rayuela), el atentado fue sospechoso e incluso hasta pudo ser un autoatentado.
¿Y a quién beneficia un atentado en contra del periodista?, es el texto al que me refiero. La pregunta invita a dudar sobre la veracidad del hecho; llama a pensar en el porqué del ataque, pero sobre todo alienta a especular en torno a los motivos por los que se generó el hecho.
Sobresale este texto, insisto, porque además me parece que deja de lado lo que mínimamente esperaríamos frente al ataque (sea físico o verbal) contra un periodista: solidaridad y la demanda de que sean investigados los hechos.
La gran mayoría de medios de comunicación y periodistas (salvo sus contadas excepciones) expresó sorpresa por el hecho violento y por el intento de asesinato de un colega, además de dejar en claro su solidaridad con la víctima.
Pero La Jornada evitó estas manifestaciones y prefirió publicar el cuestionamiento referido.
Contra su historia
Este periódico surgió en 1984, a partir de una gran lucha por la libertad de expresión en México. Un puñado de periodistas abandonó la redacción del periódico Unomásuno y creó La Jornada que, de manera indirecta, nació de la crisis que vivió el periódico Excélsior en 1976.
El gobierno mexicano intervino en el referido diario para echar de él a las y los periodistas que eran muy críticos del gobierno y el sistema político mexicano. El entonces presidente de la república, Luis Echeverría, orquestó el llamado “golpe a Excélsior”.
Un grupo de estos periodistas formó la revista Proceso, el otro constituyó el periódico Unomásuno, de cuya ruptura nació La Jornada.
En todas estas etapas, La Jornada mantuvo una línea crítica, vocación democrática y de denuncia y una visión progresista de la vida del país.
Por eso es que extraña que haya incurrido en una expresión como la mencionada.
Periodismo militante
Esta extrañeza, sin embargo, se explica por la estrecha vinculación ideológica, política y comercial que existe entre la dirección del diario y el presidente de la república.
Hay coincidencia en la visión política y en la forma de conducir la administración pública. Hay simpatía mutua.
De ninguna manera esto es condenable o digno de una sanción. Lo condenable es que el ejercicio periodístico esté sujeto a respaldar las políticas del Estado.
Cuando esto sucede es porque a la labor informativa del medio se le ha colocado un filtro (“guardabarrera” o gatekeeper) de militancia política.
De esta manera, las notas o la información que pudiera contradecir o criticar severamente al gobierno simplemente son eliminadas o publicadas en posiciones poco relevantes. Por el contrario, las noticias sobre la labor gubernamental, sus logros, programas y planes de asistencia son sobresaltadas.
Esto se llama periodismo militante, ese que responde a posturas político-partidistas o ideológicas-partidistas y no, como debe ser, al compromiso de informar.
El crimen de ser periodista
El ataque a Ciro Gómez Leyva fue un hecho que debió generar solidaridad, reclamo por la inseguridad y exigencia al gobierno de garantizar la libertad de expresión. En La Jornada no fue así debido a su postura ideológica y política.
Decepcionante si sabemos sus orígenes, su desarrollo y su importancia en la vida del país.
Sin embargo, más decepcionante podría resultar que no entendamos que hacer periodismo significa estar siempre y en todo momento lo más alejado posible de los gobiernos, hayan surgido del partido político o corriente ideológica que sea.
Periodismo militante y justiciero, ni más ni menos. Lástima. Saludos críticos. Q, Presidentes, 4-I-2023. –Buen principio y buen fin…