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Susanita colecciona niños dios desde hace 25 años; algunos superan el siglo de antigüedad

HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX

FOTOS: RICARDO ARELLANO/LALUPA.MX

Susanita muestra con alegría los huaraches de dos de sus niños dios peregrinos. Parecen desgastados de un lado por el uso, “como si salieran a caminar”. La maestra retirada cuenta con una colección de niños dios y algunos superan los cien años de antigüedad. Provienen de México, Italia, de Nicaragua y todos llegaron a ella por herencia, como un regalo de amigos y hasta de frailes que saben de su fe.

Susana Aboytes Pérez ejerció como profesora en una escuela primaria durante más de 30 años y cuida con cariño de las figuras, a veces hasta les llama la atención porque llegan a perder sus huaraches, “como si los hubieran dejado en algún lado, como si salieran a caminar y a cuidarnos”. La figura del niño dios, afirma, es una señal de esperanza y eso nadie lo va a cambiar.

Su colección inició hace 25 años, aunque ahora tiene “poquitos” porque llegó a tener más de 30 en diferentes tamaños. Solamente guarda “los que tienen un significado muy grande, los que eran de mi suegra, los de mi mamá, los frailes de Santo Domingo me regalaron unos con la consigna de que los hiciera peregrinos y la gente se los lleva quince días, un mes y me los regresan, los familiares o amistades vienen y me los piden y les hacen novena”.

Empezó a recolectar a los niños dios cuando encontró la imagen que su mamá colocaba en el nacimiento. “No estaba abandonado, pero no había quién le pusiera su ropita, sus cosas. De ahí me seguí, el más antiguo es de cera, era de mi suegra, tenía su virgen, su señor San José, su virgen y un ángel. Al ángel, porque era de cera, se le empezaron a deformar sus piecitos, se quemaba. Los llevé a Salamanca con un artesano que trabaja la cera y ya no me los regresó, me los cambió por otro, también de cera, pero ya quedó incompleta la familia”.

Cada niño dios tiene sus zapatos, ropón y su historia. “Aquí tengo este otro que es italiano. Me lo regaló una viejita que tenía amistad con un fraile agustino y ella no sabía ni leer ni escribir. Cuando yo era soltera, porque ya tengo 40 de casada, ella iba a que le escribiera sus cartas para mandárselas al padre y cuando él vino, por amistad le regaló ese niño dios, ella me lo regaló porque yo era quien escribía las cartas”.

Algunas figuras requieren reparación, “a este le falta un brazo, le faltan dedos”, pero le da miedo llevarlos a resanar porque “ya me pasó una vez que no me lo regresaron y les vayan a hacer algo”. En su colección aparece un niño dios de Nicaragua, que “se lo mandaron a una de mis hermanas unas religiosas del hospital Sagrado Corazón de Jesús”.

La ropa tejida de todas las figuras fue obra de “la maestra Rosalía” y algunas piezas son tan pequeñas que, por ejemplo, los gorritos los tejía “en un dedo”. Otros niños dios tienen ropa de Amealco o de Tolimán, con los bordados propios de aquella zona, todos como un regalo para Susanita.

“Toda la gente vive de costumbres, usos y tradiciones. No podemos quitar eso de la noche a la mañana, hablando de Navidad pensemos en las posadas, el nacimiento, el árbol. Por ejemplo, México es guadalupano hasta el tuétano y nuestras tradiciones y nuestra fe es muy grande. El niño dios es esperanza, cada uno de mis niños dios está lleno de recuerdo, cada uno tiene su por qué está aquí, unos me los han regalado, otros los hemos comprado, pero todos tienen una razón”.

Cuando los limpia y les cambia la ropa, Susanita platica con las figuras. “A veces les digo mira nomás, ya perdiste el huarache, porque les voy a enseñar, si están nada más acostados ¿por qué los huaraches están gastados? Basta mirar el talón, se ven como si estuvieran pisados, están desgastados. Les platico y les pregunto a ver, ¿ahora a dónde te fuiste? Y los piecitos están marcados. ¿Será mi fe? Yo creo que sí se salen, creo que es mi fe y que sí salen a cuidarnos”.

Los amigos de Susanita pueden sentir la textura de los huaraches, la gente se sorprende de que los pies de las figuras se marquen en un pedazo de cuero que no recibe la presión real de una pisada. Eso también les da esperanza. “Un día que los sacudí, me di cuenta de que no tiene huarache, lo perdió, estaba guardado y lo perdió, hay unos que ya mejor no tienen huarache, pero son mis niños”.

En época navideña, la ventana de la maestra Susanita, en pleno centro de la ciudad, luce con decenas de nacimientos en miniatura donde el niño dios es la figura central, esta es, dice, una tradición que no se puede perder, igual que la esperanza. “Yo le digo a la gente que se los lleva para los novenarios, que crean en el niño dios, que desde chiquitos nos están cuidando”.  

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Last modified: 21 diciembre, 2022
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