Hace poco más de 100 años se fundó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), tras la Revolución rusa iniciada en 1917. El icónico evento permitió transformar la organización política, económica y social del país transcontinental, eliminando la monarquía materializada en los zares y permitiendo la edificación de lo que se llamó la “dictadura del proletariado”.
Por décadas, la Unión Soviética (US) se configuró como una superpotencia, pero poco a poco su poder se fue diluyendo hasta casi eliminarse. Las decisiones erradas, el elevado nivel de burocracia y corrupción, el inviable gasto destinado a la carrera tecnológica, aeroespacial y militar, el duro golpe de la catástrofe de Chernóbil, el aminoramiento de la calidad de vida en comparación a la de las sociedades de países capitalistas, el deseo de autodeterminación en algunos de los Estados soviéticos, entre otras particularidades, condujeron la caída de la URSS desde la década de los años 70 y su posterior disolución en 1991.
El Estado heredero del esplendor y prestigio de la US en gran medida fue Rusia, cuyas administraciones federales posteriores se dedicaron a integrar al país a la dinámica política y económica global, aunque poco a poco lo hicieron a su modo, lo que significó una diferencia que ha causado algunos inconvenientes en el panorama internacional. El último –y segundo– líder ruso en encausar esta operación es Vladimir Putin, quien, a la vieja usanza de los soviéticos, se ha perpetrado en el poder por casi 20 años.
En la actualidad, Rusia ha evolucionado en varias cuestiones con respecto a hace 30 años. Su economía ha aumentado y es ahora la decimoprimera mundial; su influencia en el globo también se ha recuperado, al igual que sus alianzas con otros países, incluida China; mantiene su poder nuclear y sigue albergando uno de los arsenales más amplios de la comunidad internacional. Por ello, y mucho más, se podría decir que el Estado ruso es de los más fuertes del mundo, y bajo la mano de Putin ha logrado restaurar poco a poco su poderío.
Sin embargo, hay múltiples escenarios recientes que apuntan a una regresión, más que un avance. El primero es la pandemia. Si bien a una gran cantidad de países le afectó la propagación masiva del virus SARS CoV-2, hubo algunos que la resintieron más. Entre las razones de eso se incluyen los deficientes manejos por parte del gobierno. Los resultados son variados, pero destacan los fallecimientos, secuelas sociales y la caída de la economía.
Otro es justamente la guerra que libra con Ucrania. La llamada “operación militar especial” por parte del Kremlin se pensó que sería contundente y devastaría a su rival. Pero no fue así. La valerosa y decidida defensa ucraniana, junto con el apoyo económico, político y militar de Occidente, ha sido un obstáculo enorme de Rusia para ganar una contienda bélica que en muchas cabezas no duraría mucho. Lo anterior puede evidenciar múltiples cuestiones, como un nivel menor al identificado en las capacidades materiales militares rusas; la falta de coordinación, comunicación y logística entre Moscú y el frente de batalla, o incluso el desacuerdo de una parte de la milicia rusa en torno a la invasión.
Finalmente, otro escenario es el posible regreso de la economía planificada a Rusia que tanto académicos como parte de la élite han propuesto. Eso significaría moverse de la economía de mercado (capitalista), a la que, dicho sea de paso, le costó mucho adaptarse al país a partir de 1991 tras décadas de uso de una economía socialista, hacia una economía dictada por el Estado. En este contexto, las expropiaciones y el retorno de proyectos similares a los famosos planes quinquenales serían una posibilidad.
Esto último fortalecería al régimen de Putin, ya que en él se concentraría más y más poder al ya acumulado en estos 24 años que ha estado en el gobierno o cerca de él. Para la ambición del mandatario y el poder del Estado esto significaría un avance, pero para la democracia y las libertades civiles establecidas con Glásnost durante la administración de Mijaíl Gorbachov representaría un evidente retroceso. Pero más allá de eso, ¿qué evidencia más necesita Rusia de que la economía planificada, en un mundo globalizado y sumergido en la economía de mercado, no genera los resultados esperados para la dinámica socialista?