Autoría de 11:42 am #Opinión, Eric Rosas - La Onda Plana

Mientras tanto – Eric Rosas

Brazos robóticos que despachan cafés, automóviles de alquiler que se conducen solos, servicios que ofrecen el control de la salud futura, robots que recolectan, embonan, guían y acomodan los carritos porta-equipaje en los aeropuertos; y muchas cosas más, definen ahora a San Francisco, el ícono de la innovación tecnológica, cuna del famoso Valle del Silicio (Silicon Valley), y capital económica de la sexta economía del mundo, el estado de California en la Unión Americana.

Apenas abandona uno el avión y se interna en las salas del imponente aeropuerto de la bahía que alberga a la célebre Alcatraz, se encuentra pronto al eficiente y amable brazo robótico instalado dentro de su pequeña cabina, en la que despacha uno tras otro, sin descanso ni equivocación, todas las variedades de bebidas a base de café que le solicitan los curiosos clientes; muchos ni siquiera por necesidad de la bebida, sino sólo por satisfacer el gusto de ver al “empleado” realizar su tarea hasta dejar con precisión y suavidad el vaso servido en una recámara, que luego se abre para que el cliente recoja su compra. El brazo despide al comprador moviendo la mano de lado a lado y prosigue a preparar y entregar la orden siguiente.

Al llegar a las bandas de entrega de equipaje pueden encontrarse a otros robots. Estos, con formas de aspiradoras antiguas, van recolectando los carritos manuales y empalmándolos para llevarlos hasta las posiciones desde las que pueden ser tomados nuevamente por otros viajeros. Nadie empuja ni manipula al robot, sólo se aprecia a un empleado asiático con su chaleco amarillo fosforescente vigilar a la distancia que ninguna persona interfiera con la máquina para sacarle una fotografía de la manera más imprudente que se pueda imaginar. El tren subterráneo que sirve de transporte entre la terminal aérea y el corazón mismo de la urbe en la calle de Market también podría funcionar solo, aunque por ahora todavía no lo hace.

Al salir a la superficie, en la estación de la plaza One Post, pueden verse automóviles blancos dotados con múltiples cámaras en las cuatro esquinas y una torreta sobre el capacete, dentro de la que gira incesantemente el lídar que lo guía. Son los primeros taxis autónomos. No requieren de conductor, pero por ahora las regulaciones de seguridad en el tránsito obligan a que una persona se siente frente al volante para actuar en caso de una emergencia (por ejemplo, por si acaso alguna persona se lanza sorpresivamente frente al vehículo).

Tras caminar una cuadra hacia arriba sobre la calle Post y doblar a la derecha por Kearny, en la esquina con Sutter, llamarán poderosamente la atención los ventanales coloreados en azul celeste que exhiben dos frases impactantes: “La tecnología ha cambiado todo, excepto la oficina de su médico… hasta ahora”, y “Controle el futuro de su salud.” Es un negocio de medicina predictiva, la cual, analizando el material genético de cada individuo, es capaz de identificar la propensión a sufrir ciertas enfermedades, con lo cual es posible anticiparse a estas y sí, controlar el estado de salud futura de los clientes —ya no pacientes.

Mientras en este campo de pruebas de las tecnologías más vanguardistas que uno pueda imaginar se vive ya en el futuro, de este lado de la frontera la Cámara de Diputados ha recibido en diciembre pasado la iniciativa de Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (sic) que el primer mandatario diseñó a través de la actual directora general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. En dicha propuesta se asegura —no es novedad— que todo lo hecho antes en esta materia fue inútil y por ello hay que destruirlo hasta hacerlo polvo.

Se presume que la pieza legislativa propuesta garantizará para los mexicanos el derecho humano al acceso a la ciencia y a los beneficios que de esta deriven; sin embargo, en el articulado posterior se termina por desincentivar por completo la inversión de la iniciativa privada en investigación científica y desarrollo tecnológico. Con ello efectivamente será imposible que algún día surjan en México empresas innovadoras, como las que ahora están transformando el rostro de San Francisco.

Lo anterior, dicho sin aberraciones.

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Last modified: 1 febrero, 2023
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