1
¿Pero quién te has creído?
°
No sé quién te has creído para hablar con mis palabras, murmurar en mi oído sin mi consentimiento, gritar sin rubor cuando rozo tus labios.
No lo sé.
Y vas y me tomas de la mano para conducirme por intimidades secretas. Dices, además, qué hacer cuando el Sol se oculta o cuando la Luna ríe a carcajadas.
¿Quién eres para silenciarme cuando desnudas tus hombros o para cerrar mis ojos cuando desciendo por tu cuerpo?
No lo sé.
Y vas y me acercas a ti con violencia y dices que huela nuestra cercanía. Dices, todavía, qué hacer cuando el reloj hace rabietas o cuando la lluvia nos ahoga al atardecer.
No sé quién eres para gritar cuando rozo tus labios, ni quién te da derecho a apartar tu cara de la mía para hundirla sin vacilaciones en mi agonía.
Pero, mujer, ¿quién te has creído que no tocas a la puerta, pero entras sin recato para atisbar en mi vida?
2
Oración vana
°
Rezo a un santo pétreo, a un santo no incorporado en la santidad, a un santo que no lo es. Rezo a un santo cuyo nombre ignoro, rezo a un santo que no me va a conceder un milagro, un suspiro, un quebranto, un aliento.
Rezo, pecador ingrato, por los gritos que mis oídos escuchan en la medianoche, por los gritos míos en tu cuerpo sosegado. ¿Por qué el olvido no muere cuando se retira?
Nuestros cuerpos se delinean en otros cuerpos, se desfiguran, los desfiguramos, los violentamos, los crucificamos. Un garabato es mi cuerpo con los años idos.
Rezo a un santo que no tiene nombre. Rezo noche y día. Me asusta lo que miro en torno mío, porque me pertenece: el vacío de la quietud, el tiempo que no pasa, la furia desbordada de los besos inexplicables, el amor contra los cuerpos finitos de Luna vencida.
Rezo a un santo pétreo en su atrio infernal para que me conduzca, con su mortecina luz, a las cavernas del delirio de tu gozo inconfesado.
3
Sortilegios en la penumbra
°
Háblame de muchedumbres, de señoríos fragmentados, de siluetas en el olvido, de mares disecados. Quiero oír de destierros, de lumbres que no queman, de circos clandestinos, de sortilegios en la penumbra. Háblame de tus vergüenzas, de tus noches de armiño, de los cantos susurrados en las iglesias clausuradas. Quiero oír en tu voz las voces de los amantes arrepentidos, los gritos de los gozos de las enmudecidas sirenas. Háblame de provocaciones en susurros, de enfermedades del fin del mundo, háblame de tu serena calidez al no mirarme en los inmoderados abrazos de tus ardorosas madrugadas con una nueva compañía.
4
De cadencias prohibidas
°
Me dice la bella mujer en uno más de los asombrosos misterios femeninos cargados de absoluta simbología irresoluble:
―Puedo entregarme a cualquier hombre, pero no a ti.
La miro con desconsuelo. Ella sabe que me atrae demasiado. Sin embargo, uno no puede forzar las cosas, aunque a muchas damas este arrojo les encanta, si bien siempre estarán dispuestas a negar que sea de su agrado esta impertinencia masculina.
Mas me atrevo a preguntar por la razón del rechazo, si la hubiere.
Y la hay, en efecto.
―Porque de ti me podría enamorar, no de los otros ―dice, con una seguridad que me incomoda.
Porque yo no quisiera que se enamorara de mí, por supuesto, como tampoco todos los hombres que la pretendieran, aunque estos tuvieran, según ella, el camino menos obstruido, porque sencillamente ella sólo se entregaría sin otorgar su alma.
Pero yo no quiero su alma, y por más que se lo subrayo me impide la petición.
―Tal vez tú no, pero yo sí me enamoraría, y eso es lo que quiero evitar.
Y se da la vuelta, dejándome solo con mi turbación a cuestas. Distingo, entre vértigos, apenas su sinuosa cadera ir de un lado hacia otro en una cadencia prohibida, al menos para mí.
5
Dudas amorosas
°
I
No hubiera dejado de tocarte, nunca, si yo viviera contigo. Quizás me rehuirías, pero sigo pensando, en mis quimeras, que amarte a diario es lo que un hombre cabal desearía en el fondo de su alma. Y doy mis ojos, reposo y calma, la digna pena del arrabal, si a cambio obtengo el dulce silencio de tu cuerpo generoso y cálido, desnudez que arroba. Y que yo, pálido —mudo, ahíto, absorto—, reverencio.
II
Te ibas sin remordimiento al dejarme pendiente de ti, pendiendo de besos aún no dados, hilos como rezos sin capilla, en un desnudo desarme arrebatadamente clandestino, con los brazos agónicos, caídos, en la espera de dos nuevos raídos versos, una caricia y un suave vino. Y te ibas de mí sin remordimiento alguno, sin la pena de mis penas, sin mirar cómo tu cuerpo en mis venas se incrustaba vivo en mi último aliento.
III
—El hombre tiene derecho a gozarme —me dijiste, y no quise ni mirarme en el espejo. ¿Pero yo quién soy para cambiar los tiempos: mañana, hoy, ayer, futuro, presente, pasado, vivir permanentemente a tu lado? Es cierto: el amor no recoge el fruto saciado en otra mesa: ¿estoy de luto perpetuo por morar en casa ajena? Es fatídica, sí, la última cena. ¿Por eso es, acaso, leve la llama en quien, sedienta, a dos personas ama?
IV
Porque después de avivar la pasión venía, sin remedio, la rotura —con latidos lentos— del corazón, la calidez del corte, la premura parsimoniosa del doliente olvido, la inalterable suerte del adiós, el cuerpo cercado por el tejido remendado a la sombra de tu Dios. ¿No hubo nunca amor en las tentaciones de tus graves —absorbentes— pecados? ¿Me recordabas en tus oraciones, cabía yo en tus sollozos callados?
V
¿Qué mujer no se ha entregado sin sentir pizca de amor? No tiene ningún problema cuando el beso es transitorio. Mas si el celo es postergado, se difumina el temor. Puedo yo plantearle el tema sin resultado mortuorio. A veces se tira el dado y, sin saberlo, el ardor amoroso, como edema, se inflama en gozo ilusorio.
6
Berso
°
Un berso es la combinación de un beso amoroso con poético verso. Berso no es, tampoco, un beso converso, que se niega del todo a ser un beso. Lo converso a solas mediante versos numerosos acomodando versos encima de besos. Beso converso, en cambio, niega de antemano el verso que antes lo hacía suyo. Porque un beso en la boca sin verso no es un beso amorosamente dado. Converso el asunto luego de leerte un verso.
7
Amor y amistad
°
Sin migas
¿Es cierto que una amante es una amiga? En el amor son frecuentes las penas, que se dan en racimo, a manos llenas. Vemos la paja ajena, no la viga nuestra en el alimento pasional. Acaso es una cuestión hormonal, pero, ya de una amante o de una amiga —no ambas en una—, no quiero una miga.
En las buenas y en las malas
Es mi amiga en las buenas y en las malas: “Por ti soy capaz de sacar las alas”, dice, y toma vuelo para perderse para siempre… y se retrata per se.
En el espejo
“Te quiero tanto que enloquecería”, se dice a sí misma frente al espejo. Pensativo, de ella mejor me alejo. ¿Amarla en amistad?, ¿cómo sería?
Atado
La miro una y otra y otra vez: aspiro a ella. Y la sueño: su beldad me hace mella. ¡Ardo en su sinuosa cadera herrado: a mi imaginación estoy atado!
8
Intenso amor
°
Una mujer dice amar a un hombre, aunque sabe que en el momento en que lo está diciendo su hombre puede estar teniendo una relación íntima con otra mujer; dice que lo ama, y conoce a una decena de las amantes de su hombre, aparte de su esposa, de quien no se puede separar por un sinnúmero de conflictos inexplicables; dice que lo ama aunque ha tenido con él repetidas discusiones, muchas de ellas envueltas en violencias insoportables; ella dice que ocasionalmente mantiene relaciones con algunos sujetos sólo para provocarle celos a su hombre, que voltea a mirarla y a mimarla de inmediato; dice que lo ama, aunque él quiera comprobar su propia hombría seductora con cualquier mujer que se le ponga enfrente; dice que lo ama en los cuerpos de otros hombres, que sólo le sirven para intensificar su amor; dice que lo ama sin remedio mientras beso su pecho desnudo y la escucho sorber algunas lágrimas que inesperadamente salen de sus hermosos ojos.
9
La bella durmiente
°
Tapó el Sol con un dedo y prosiguió durmiendo.
10
Añoranza del antiguo recato
°
Para comprobar su hombría, retadora la mujer se levantó con descaro la falda. Hoy, con seis hijos desbocados en la sala, añora del varón, reprochándoselo acremente, su antiguo recato.
11
Ladrona
°
No contenta con haberlo despojado de todas sus pertenencias, también se robó su corazón.
12
Todavía
°
Después de hacer el amor por primera vez, ella le preguntó si la quería.
—Todavía —respondió él.
Al año de su enamoramiento, él le regaló un disco de Moby.
—¿Me amas? —le preguntó.
—Todavía —respondió ella.
En su décimo aniversario, luego de hacer el amor, él, nervioso, preguntó si lo quería.
—Todavía —respondió ella, anidándose en sus brazos.
Cuando ella cumplió el medio siglo de vida, estando ambos en la cama platicando sobre todas las cosas que habían pasado juntos, preguntó si la amaba.
—Todavía —respondió él, y le dio un beso en la boca.
Octogenario, a punto de morir, en la agonía, él, desesperado, aferrándose a las manos de ella, le preguntó si lo amaba.
—Todavía —dijo ella, con lágrimas en los ojos enrojecidos.
Fue lo último que él escuchó en la vida, y ella guardó silencio los años que le faltaban por vivir.
13
Eficaz literalidad
°
Cuando el hombre llamó con urgencia a la demarcación política donde vivía para pedir una pipa de agua, ya que tenía —pero esto no lo aclaró al funcionario que lo atendió en el teléfono— dos días sin el líquido vital por un desperfecto en la tubería subterránea (averiada por las poderosas raíces de un frondoso árbol), jamás imaginó que obtuviera una respuesta tan pronta como ciertamente eficaz: en menos de media hora llegaba a su casa, envuelta en regalo, una magnífica escultura en hielo que representaba, en efecto, una hermosa pipa, con una afectuosa carta del servidor público que gentilmente lo atendiera con la recomendación, si deseaba su conservación por largo tiempo, de mantenerla en el congelador para que no volviera a molestarlo nunca más con sus perentorias peticiones.
14
Corrió a los brazos del primero que le cerró groseramente el paso
°
Cuando creyó encontrar por fin al hombre ideal se hartó a los tres meses de tanta cortesía, delicadeza, modestia, perfección, caballerosidad, decencia, respeto, recato, pudor, decoro, comedimiento, circunspección, puntualidad, mesura, vergüenza, cautela, prudencia, cuidado, reserva, bonhomía, generosidad, pureza, magnanimidad, elegancia, bondad, educación, honradez, compostura, urbanidad, discreción, amabilidad, finura, consideración, lealtad, entereza, entendimiento, comprensión, gentileza, tacto, calidez, afabilidad, buen humor, benevolencia, dulzura, cordialidad, benignidad, afecto, ternura, abnegación, fidelidad e indulgencia.
Corrió entonces a los brazos del primero que le cerró groseramente el paso para corroborar que todavía estaba viva, que aún no había ascendido al Paraíso, que los ángeles terrenales pueden proferir con desmedida fruición insultos al menor descuido.
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