Autoría de 8:36 pm #Opinión, Víctor Roura - Oficio bonito • One Comment

Aprensiones periodísticas – Víctor Roura

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Dice el diccionario que aprensión es la “opinión, figuración o temor infundado o formado antes de la experiencia”, precisamente lo que está sucediendo, de manera inédita, con el acontecer de los medios y de sus periodistas.

      El viernes 10 de marzo, en su mañanera, López Obrador develó los millones de pesos a los que han tenido acceso varias figuras de la prensa por el solo hecho de ser lo que son: informadores, columnistas, empresarios mediáticos (porque, aparte de aparecer en medios televisivos, radiofónicos o escritos, poseen un portal propio donde difunden sus “noticias”, que lo mismo son, o pueden ser, embustes que veracidad programada), líderes de opinión o intelectuales p académicos influyentes que han sabido tasar sus prestigios en la élite política. Según el presidente morenista, los tres mayores beneficiados de su lista durante el sexenio peñista son Joaquín López-Dóriga, Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín, información que a quienes estamos en la prensa no nos sorprende ni nos es enteramente nueva; es más, los datos millonarios que aporta López Obrador son pequeños ante las cifras reales, es decir si se junta la recaudación completa envolviendo a todos los participantes (iniciativa privada, gobiernos estatales, instituciones gubernamentales, cooperaciones de particulares, etcétera, porque la prensa, desde su inicio, siempre ha estado a la venta y ofrecida al mejor postor)… los casi 500 millones de pesos dados en un sexenio a López-Dóriga, según la revelación obradorista, no es la cantidad asumida en la práctica sino sólo una parte de ella. En el juicio contra García Luna en Estados Unidos, por ejemplo, salieron a relucir los 25 millones de pesos mensuales que el narco aportaba, en efectivo, al periódico El Universal, dinero que, por supuesto, no puede comprobarse por falta de papelería visible, pacto contraído con suma galantería entre corruptor y corrompido.

      La gente no sabía de estos procederes comunes, pero los periodistas sí lo sabemos, o lo sabíamos con entereza desmedida… ¡mas ay de aquél o de aquella que se atreviera a difundirlo! De antemano estaba proscrito en la prensa, dado de baja, desterrado, desafiliado, desempleado, desamparado, castigado, ajusticiado por sus mismos colegas, ¡porque los onerosos enriquecimientos eran —son—, en el exclusivo caso de la prensa, absolutamente legítimos… o legalizados, o legitimados, por los mismos periodistas!

      Y así lo siguen creyendo numerosos periodistas, como Nayeli Roldán, quien, de muchos modos, veló por los intereses económicos de Animal Político, donde ella labora, aduciéndole a López Obrador que si su directivo, Daniel Moreno, se hallaba en la lista millonaria que presentaba era porque el portal que ella representa la adquirió —la cifra millonaria— mediante la (legitimada) publicidad gubernamental, un intercambio legalizado de prebendas (“empleo o encargo en el que se gana mucho dinero y se trabaja poco”, dice el diccionario) políticas, pero nadie, o casi nadie, habla acerca de que los aportes financieros se dan, o se daban, para comprar los espacios a su favor o compartir silenciosamente la complicidad encubierta.

      Porque el dinero calla demasiadas veces la dignidad periodística, si la hubiere.

Ealy Ortiz, dueño de El Universal, con Peña Nieto

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Apuntaba ayer que los decires del periodista Luis Guillermo Hernández acerca del conflicto en Notimex, por muy importantes que fueran sus revelaciones, pareciera no interesarles a los propios periodistas, mucho menos a los sindicalistas en huelga, ni a las autoridades relacionadas en el caso, acaso porque estamos viviendo tiempos negros para los informadores, la mayoría iracundos, a pesar de que, por primera vez en la historia mexicana, ¡un presidente de la República contesta, cuestiona, dilucida, muestra, exhibe, ironiza o juega con las preguntas, a veces aseveraciones, de los periodistas en sus mañaneras!

      Porque incluso hay periodistas que, a propósito (varias veces enviados e inducidos por los directivos de sus medios), van a las conferencias diurnas de López Obrador sólo para molestarlo, incomodarlo, llamarle la atención, enfadarlo o sacarlo de sus casillas… porque saben que pueden hacerlo, a diferencia de otros sexenios, como se dio el caso, por ejemplo, el pasado viernes 10 de marzo con la reportera Nayeli Roldán, del portal Animal Político, quien tuiteó —antes de confrontarse (que no entrevistarse) con el tabasqueño— que haría preguntas incómodas al presidente que seguramente la vería porque ella llevaba una vestimenta amarilla llamativa, vistosa, encendida: ¡hasta en esos detalles se fijan posturas en las mañaneras! Textual, la reportera detalló en su tuit: “Vamos de nuez. Estoy en primera fila, primer asiento y de amarillo. Creo que sí tendría que verme, no? [obviamente con un solo signo, el de cierre, de interrogación, porque en los tuits lo que importa es el mensaje, no cómo lo escribas] Echen buenas vibras!!”

      Y, en efecto, esta mujer logró su cometido al insistir en un cuestionamiento, como siempre sin indagaciones, nada más para ver si el mandatario podía incurrir en algún yerro, hazaña aplaudida por un grande sector de los medios que ya casi la regalardonan con el Premio Nacional de Periodismo —mismo que obtuvo en el año de 2018 por la, aquí sí, investigación sobre la denominada Estafa Maestra— al haber conseguido desquiciar medianamente a López Obrador, al grado de que el morenista, al final de la contienda (que no conversación) política, se refiriera a Animal Político como un medio de derecha, conservador, acusador, distante de la responsabilidad informativa.

      Y es que si su pregunta hubiera sido bien planteada, con investigación verídica en su entorno, habría ciertamente causado un rasgo de trascendencia periodística; pero, lamentablemente, sólo quedó en un embuste más de la oposición mediática.

Nayeli Roldán

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Lo curioso de estas normalidades periodísticas —anormalidades que son, más bien, aprensiones— son las diversas, e inmediatas, posturas delineadas por los mismos periodistas tomando partido ya por uno u otro bando enfatizando, molestos (porque hoy en día la ira pareciera un factor necesario para la intervención política), la descolocación presidencial o la zafiedad informativa haciendo de los tuits —esa idónea receptividad anímica subjetiva— un estallido de impresiones momentánea, o contemporánea, resaltando, sobre todo, el carácter positivo o negativo de la administración morenista que, como nunca antes —sencillamente porque ningún mandatario o partido político lo había permitido o se lo había permitido a sí mismo para evitarse contrariedades—, tolera el cuestionamiento aunque éste caiga, en innumerables ocasiones —como somos testigos involuntarios de estas anomalías que van siendo, cada vez más, una costumbre imperceptible—, en manifiestas contradicciones, como lo sucedido, sí, el pasado viernes 10 de marzo con las preguntas, supuestamente inocentes, de la reportera de Animal Político con el claro propósito no de averiguar un hecho (varios días atrás, en la misma mañanera, otro reportero había hablado del mismo caso pero acusando a Raymundo Ramos, conocido como activista social, de estar ligado al narcotráfico) sino de desconcertar al presidente, cosa que consiguió al instante concretando su propio fin incomodador, tal como predijo en Twitter minutos antes de tomar el micrófono.

      Quizás lo de menos era saber si el personaje mencionado es espiado o posee libertad de actuación, porque lo de más era, tal como sucedió, sorprender al interrogado para poder lincharlo a placer.

      Y entonces vienen los predecibles juegos de tuits donde se infama a uno o a otro protagonista alegando, por ejemplo, que la periodista se había vestido de amarillo porque era ese el color del periodismo que practica o que el presidente ya da pena ajena al no saber qué contestar ante su descarada dictadura recubierta de algodoncillos populares, y así hasta saciarse la gente con dimes y diretes consolables.

      El ludibrio había concretado, conquistado, con éxito su finalidad.

Raymundo Ramos

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En un tuit mal escrito, como lo son la mayoría de estos breves mensajes (donde lo que importa es la prisa por los decires, no el cuidado con que se arropan, como ya dije), Joaquín López-Dóriga intentó contestar con supuesta ironía, el pasado 7 de marzo, a Álvaro Delgado quien había compartido una nota informativa de la Agencia AP sobre los norteamericanos secuestrados en Tamaulipas que habían ya sufrido las consecuencias “por arriesgados” (este entrecomillado es ya del afamado conductor televisivo) a sabiendas del posible peligro con el que se enfrentaban, trató en balde de hilar López-Dóriga en un mínimo comunicado mal pergeñado al desconocer la mordacidad en la escritura, limitándose a opinar con enfado: “Así los oficiantes de la 4-T. Los mataron por arriesgados. ‘Es un riesgo’ venir a México ¡y lo tomaron! Así las salidas. Fue por su culpa. Les digo…”

      Hay tuiteros que creen estar hablando en lugar de escribir lo que piensan, como se mira en la miniatura anterior (las cursivas son mías, por supuesto).

      Ante ello, el ex trabajador de la revista Proceso respondió: “¿Ya no sabes qué es una nota informativa y un titular, mentiroso López-Dóriga? Tampoco sabes qué es dignidad, ladrón”.

      Minutos después, Álvaro Delgado agregó: “Yo no tengo la culpa de que López-Dóriga sea imbécil y corrupto”, luego de lo cual, transcurridas unas horas, el que fuera el conductor estelar del noticiario nocturno de Televisa contestó: “La culpa de que seas imbécil y corrupto es toda tuya. Es tu absoluta exclusividad ¡Imbécil! –como insultas- No repartas aunque te sobra”. Por supuesto, faltan acentos, no son necesarios los guiones, la ironía es fallida, la frase es adivinatoria, inconclusa, ineficiente.

      Al final del día (y éste no es un lugar común, sino una observación verídica), el periodista Álvaro Delgado cerró con el siguiente tuit: “Yo no te dije que robes, extorsiones y te sometas a todo poder por dinero @lopezdoriga. Yo me dedico al periodismo y tú a la manipulación, la mentira y la abyección. No sabes, además, ni leer una nota informativa, que motivó tu ataque en mi contra. Tú tienes dinero, yo dignidad”.

      Dos días más tarde, López-Dóriga, acaso después de cavilarlo largas horas, decidió retornar a la refriega tuitera publicando, sin venir a cuento, una fotografía del presidente López Obrador saludando a la madre del Chapo Guzmán apuntando lo siguiente: “Les arde, pero ahí está la foto”, mencionando tanto a Jenaro Villamil como al referido Álvaro Delgado quien, el mismo 9 de marzo, escribió en su cuenta personal a su adversario en tan peculiar irigote tuitero:  “Hablemos de las relaciones tuyas y mías, y en general de los periodistas y medios, con los poderes político, económico, mediático y criminales, López-Dóriga. Hablemos de cómo nos hemos ganado la vida y sobre nuestra biografía profesional. Es un asunto de interés público. ¿Órale?”

      Álvaro Delgado decía, sin remilgos, que el asunto era entre él y López-Dóriga, nadie más, ¿para qué meterse en otras contiendas que sólo visibilizan, como en el caso del afamado conductor televisivo, su contrariedad contraobradorista?

      El silencio provino entonces de López-Dóriga, cuyo encono seguramente ha de haberse multiplicado un día después, el viernes 10 de marzo, cuando durante la conferencia matutina de López Obrador el político tabasqueño criticó a medios de comunicación como Animal Político, del cual afirmó:

      —Animal Político recibía dinero del gobierno anterior y lo puedo probar; entonces, ¡están siempre en contra de nosotros!

      Caracterizó, asimismo, como “periodismo de derecha” al ejercido por Carmen Aristegui de quien señaló:

      —Es una pieza clave en todo el sistema informativo del grupo conservador: ¡si fuese distinta no estaría escribiendo en el Reforma!

López Obrador y Carmen Aristegui

      Y ahí mismo fue donde dio a conocer un listado de más de treinta personajes de  la prensa enriquecidos con las cuotas gubernamentales del sexenio de Peña Nieto mostrando, en primerísimo lugar, nada menos que a Joaquín López-Dóriga quien, sólo durante un sexenio, había recibido casi 500 millones de pesos únicamente por ser quien fue.

      Son cosas, digo, que los periodistas ya sabíamos pero que se ocultaba discretamente porque, se dice en el gremio, perro no come carne de perro, tal como se hace en todos los otros gremios porque, ni modo, hay que cuidarse las espaldas para conservar el trabajo, el emolumento, la vida.

      Faltaba más.

Álvaro Delgado y López-Dóriga

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LA LUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito/

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Last modified: 14 marzo, 2023
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