Autoría de 11:56 am Desde la UNAM

¿Por qué la nanotecnología contra una enfermedad milenaria? – Luz María López Marín

Cursaba el liceo y, como para muchos otros de su edad, el futbol era su pasión. ¡Cómo no iba a serlo!, si era una fiesta de osadías, de camaradería, de libertad. Esa “música del cuerpo”, como bien lo describiría Galeano, que le permitía borrar los pesares y la falta de pertenencia que la suerte le había deparado. Pero no sólo el deporte le apasionaba; contaba con una capacidad inusual para percibir detalles mínimos de la naturaleza, y estaba ávido por el conocimiento, así que no tardó en contar con sueños que lo transfigurarían y que parecían a su alcance. Sólo que las enfermedades llegan sin pedir permiso y, a sus 17 años, lo que comenzó con fatigas y mareos, fue seguido por una tos sanguinolenta que terminó con la sentencia más temida de la época: la plaga blanca. Era la tuberculosis, una enfermedad devastadora y contagiosa que lo obligaría a ir desprendiéndose de lo más preciado. ¡Justo en ese momento!, ganado el puesto de portero titular en su equipo del liceo, hubo que dejar el futbol. Pronto iría abandonando también, y a lo largo de toda su vida, clases, proyectos, ilusiones. Porque la tuberculosis llega, y se instala con esa capacidad que tiene para azotar en los momentos más inoportunos. Así fue el siglo pasado con la vida de Albert Camus, y así puede seguir siendo hasta nuestros días. Porque, a pesar de grandes avances en contra de la enfermedad, para muchos el diagnóstico llega cuando el agotamiento es insalvable: sueños truncados, familias desamparadas, jóvenes emigrantes que, para evitar más penas, ocultarán su condición a los padres que han dejado. Ejemplos de los que no se habla, aunque tocan diariamente millones de vidas.

Y a diferencia de periodos en los que nuestra especie ha sido flagelada por patógenos emergentes causantes de pandemias (influenza, sida, Covid-19), la tuberculosis ha permanecido por siglos como la primera causa de muerte debido a un solo agente infeccioso, cobrando más vidas que todas las guerras juntas en el mismo periodo. Poco se le menciona pero, en la actualidad, este patógeno milenario es la causa de ¡más de 4,500 muertes diarias a escala mundial![1]

Este 24 de marzo conmemoraremos el día en que, 141 años atrás, en 1882, Robert Koch anunciara que la causa de la plaga blanca fue descubierta. Mediante pruebas contundentes, el médico demostraba cómo un microorganismo, Mycobacterium tuberculosis, era la causa inequívoca de la enfermedad. Pero, ¿cómo es que, tanto tiempo después, podamos seguir sin tregua? ¿No acabamos de ver, acaso, que pruebas, vacunas y medicamentos pueden ser desarrollados con rapidez ante un azote de tal magnitud? Hay que decir que el descubrimiento de Koch fue, sin lugar a dudas, un parteaguas en el campo de la microbiología. No solamente dio lugar, por fin, a estudios objetivos sobre la tuberculosis y sobre su agente causal, sino que sentó bases para la identificación de otros agentes patógenos. Pero entre el bacilo tuberculoso y el humano pronto se haría evidente una complejidad que a veces parece insondable. Durante muchos años, el único tratamiento disponible contra la enfermedad consistió en procurar mejores condiciones de higiene, descanso y alimentación, surgiendo así los famosos sanatorios (Figura 1).

Figura 1. Las montañas con aire fresco constituyeron el marco de muchos sanatorios, lugares de reposo para individuos afectados por tuberculosis. Imagen de E.L. Kirchner (Wikimedia Commons).

Los descubrimientos y las innovaciones para controlar la tuberculosis fueron llegando poco a poco, pero han representado avances claros, como antibióticos y vacunas con eficacias no despreciables. Sin embargo, la tuberculosis es una enfermedad para la que múltiples factores han jugado en contra. Se transmite a través de aerosoles que, como ahora sabemos, nos dejan poco margen de protección. Con sintomatología poco específica (tos, cansancio, fiebres nocturnas), la enfermedad puede pasar inadvertida por años, y extenderse con facilidad. Por si eso fuera poco, nos encontramos frente al aumento de cepas resistentes a fármacos; urgen nuevos tratamientos, mejores vacunas y diagnósticos rápidos. Sin embargo, también es cierto que unas 71 millones de vidas se han salvado de tuberculosis en lo que va de este siglo. Vale la pena insistir en la concientización de la gente para reconocer y atender esta enfermedad, tanto como vale la pena explorar nuevas tecnologías que ayuden a su control. En nuestro grupo de trabajo estamos convencidos de que la nanotecnología puede aportar métodos novedosos y eficientes para detectar el patógeno, así como para ofrecer nuevas alternativas de vacunación. La razón es simple: todos los seres vivos estamos formados por estructuras en escalas nanométricas, y mediante una ingeniería a escalas conmensurables, es decir, mediante la nanotecnología, podemos diseñar soluciones racionales (Figura 2). Nuestra apuesta es esa y el lector, que es nuestro patrocinador[2], es más que bienvenido al laboratorio para darle a conocer nuestro trabajo.

Figura 2. Partículas para acarrear fármacos o vacunas pueden ser fabricadas de manera controlada, en tallas y diseños tales que su internalización por células específicas sea favorecida. Imagen: microscopía electrónica por la Mtra. L. Palma (INB, UNAM).

La doctora Luz María López Marín es investigadora del Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada de la Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Juriquilla

lmlm@unam.mx


[1] Global tuberculosis report 2022 (World Health Organization).

[2] Investigaciones financiadas por el CONACYT a través del proyecto CF2019-53395.

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “DESDE LA UNAM”, LA COLUMNA DE LA UNAM CAMPUS JURIQUILLA PARA LALUPA.MX

https://lalupa.mx/category/aula-magna/desde-la-unam/

(Visited 201 times, 1 visits today)
Last modified: 19 marzo, 2023
Cerrar