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El problema, si lo hubiere, es que los personajes se están disfrazando de periodistas, no los periodistas se están disfrazando de personajes, porque, acaso sin ellos pretenderlo, ciertos personajes —ensalzados por los medios dominantes de comunicación— están ahora cubriéndose la vestidura de periodistas para denostar simplemente lo que no les parece, no es que los periodistas por fin se pongan a debatir lo que en años anteriores jamás hicieron porque, para comenzar, habría que significar dos hechos concretos: —uno— son periodistas por consigna, no por convicción, aunque con el paso de los años ya ellos se hayan convencido de que sí lo son (periodistas), y —dos— no debatían, no polemizaban, simplemente porque obedecían lineamientos empresariales, no —valga la redundancia— periodísticos.
¿A qué “periodista” se le iba a ocurrir denominar “pendejo” a un presidente de la República si, haciéndolo, sabía de antemano que al siguiente día estaría ya fuera de la nómina de su medio o, peor aún, su vida se iba a ver gravemente en serio peligro?
Porque lo que vemos hoy, a cada momento tanto en redes sociales como en canales de Internet, no son diálogos intelectuales ni reflexiones periodísticas sino pura e innoblemente mala educación, gente iracunda sin moderación en su alterado lenguaje, personas groseras retratándose a sí mismas en su corto idioma expresivo —expansivo— apegado al uso mezquino del insulto, que es decir a la utilización de la diatriba irrazonada en lugar de la cavilación argumentada.
¡Ah, ese punto, repunte, definitorio de la prosa oratoria de la nueva comunicación es, definitivamente, una característica necesaria de los álgidos —desnudos, llanos, inflexibles, boyantes, briosos— tiempos políticos!
¡Ese renovado y pujante, aleccionador, léxico periodístico es distintivo en estos tiempos demoledores de la expresión franca, brillantemente visceral!
2
Dos personajes de esta calaña se visitan en una plataforma mediática no para debatir, sino para aniquilar a quienes consideran sus opuestos:
Joaquín López-Dóriga:
—Todo viene porque en la mañanera… la primera vez que me echó la lámina para sacarme del tema, fue que yo le estaba diciendo que, para evitar el presidente el tema del Día Internacional de la Mujer… o sea, el día siguiente… jueves 9, desde el día anterior había dicho que la mañana sería en el búnker de lo que fue la Secretaría de Seguridad. Entonces, estos infames de la Presidencia, sí, presidente, de gente que trabaja con usted… hacen un video fascista en donde nos denuncian a ti [a Carlos Marín, que está enfrente suyo], a Loret y a mí de que fuimos… con fotos al lado de García Luna… que fuimos los periodistas amigos que visitaron el búnker.
Carlos Marín:
—¡Ay, qué pendejo! ¿No sabe que somos reporteros?
López-Dóriga:
—¡No sabe! Pero él quiere quedar bien con el presidente y reproduce eso…
Aquí el espectador se extravía de la plática, porque ya no sabe a quién se está refiriendo el afamado conductor televisivo: primero era claro que el “pendejo” estaba siendo adjetivado para López Obrador, pero luego uno ya no sabe si se está refriendo, en muy malos términos, a Jesús Ramírez Cuevas o a Jenaro Villamil.
Marín:
—¿Por qué no sacó fotografías de nosotros con López Obrador o con algunos de sus funcionarios? He visto a Ebrard o a quien quieras… ¡Por qué chingados nos exhibe así!
López-Dóriga:
—¿Nos exhibe? ¡Se exhibe!
Marín:
—Lo hace como denuncia.
López-Dóriga:
—Sí, denuncia fascista, pero mira lo que le contesté, Carlitos…
Muestra un tuit de una foto que publicó en la cual se mira a López Obrador saludando a la madre de Joaquín Guzmán Loera, ¡si bien esta circunstancia escénica ya la había practicado con el periodista Álvaro Delgado unos días atrás supuestamente para callarlo demostrándole la vinculación del gobierno morenista con el crimen organizado!
¡Y ya no sé si se refiere López-Dóriga a Villamil, a Ramírez Cuevas o a Delgado!
López-Dóriga:
—¡Se le cayó esa foto a Villamil!
Marín:
—¡Se le cayó a este imbécil! Fíjate que ese bribón ha venido tomando el pelo desde hace muchos años. Fue inclusive corresponsal valentón de una publicación donde yo estuve veintidós años. Y nunca se le tomó en serio y después hizo carrera y se acomodó en el cuatroteísmo [¿entonces está hablando de Villamil por lo del cuatroteísmo?], a partir de su vocación de lamesuelas. Es un sectario que se conduce con la idiota idea de que es de izquierda; pero tienes razón: ¡es un protofascista local! Es de alguno de los estados del Centro… [¿no sabe que Villamil es originario de Yucatán o se referirá, siempre sí, a Álvaro Delgado quien nació en Jalisco?] es un miserable y la sociedad mexicana le está pagando no poco dinero: ¡alrededor de 140 mil pesos al mes para que haga las chingaderas…!
Al buscar en la plataforma de Transparencia, hallo que Jenaro Villamil percibe 147 mil pesos brutos mensuales (102 mil en salario neto), por lo cual comprendo que el ex director de Milenio se refiere al actual presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, aunque en su iracundia —de Marín, se entiende— confunda geografías y lugares de nacimiento de sus colegas vilipendiados por tan peculiar manera de utilizar el castellano…
López-Dóriga:
—¡Una tarea sucia!
Marín:
—Y debe estar detrás de la recua ésa de lambiscones y los que se la pasan lamiendo… ¡híjole, no diré qué al presidente López Obrador…! ¡Qué vergüenza!
Vergüenza la del espectador por estar oyendo tanta leperada compartida por dos afamados periodistas que en lugar de hacer lo que debieran en su oficio, es decir hacer periodismo, se dedican a conjeturar calumnias (¡porque, sí, es posible crear hipótesis sobre inverecundias) mediante los insultos, las gracejadas, lo grotesco, la burla, el despilfarro idiomático, las suposiciones.
3
Los personajes disfrazándose de periodistas, no los periodistas revestidos de personajes. Acaso sin ellos pretenderlo, estos personajes están ahora cubriéndose la vestidura de periodistas para denostar, con injurias y agravios, simplemente lo que no les parece, porque pueden hacerlo sin temor a ser despedidos ni reprendidos ni ser levantados por las autoridades que incluso retransmiten sus programas para escuchar sus soeces detracciones.
¡Ah, el orgullo de la glosa expresiva es notorio en estos renovados tiempos florecientes de la comunicación!
Sobradamente estimulante el nuevo lenguaje periodístico, sin duda alguna.
4
La premisa fundamental del periodismo durante la administración obradorista (no impulsada, no facturada, no alimentada por la administración morenista) se resuelve de una manera expedita ya que, por vez primera, y de modo absoluto, el razonamiento del periodista está muy por encima de la clase política, a la que antes asesoraba con destreza y puntualidad cobrando empresarialmente a favor no sólo de su medio sino en soberano beneficio suyo. La fórmula periodística, ahora, es radiantemente —radicalmente— persuasiva: “Excepto yo, todos los demás son pendejos”, presuposición valedera en los altos rangos directivos de los medios de comunicación.
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Épica, la lección histórica: la renovación idiomática periodística justamente se da en los momentos del retiro macrochayotero económico en los medios de comunicación, lo que demuestra, asimismo, que a veces también la moderación del lenguaje tiene precio.
La amonestación, o la valoración política —¡vaya reveladora situación!—, lleva inherente su precio: dime cómo hablas y te daré el cálculo del evalúo de la compra.
¡Apenas se empieza a saber en la sociedad mexicana el costo de los medios y sus representantes más visibles!
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LALUPA.MX
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Víctor: desde siempre mi profunda admiración por tu preclara honestidad.