Autoría de 10:33 am #Opinión, Víctor Roura - Oficio bonito

La perpetua discrecionalidad – Víctor Roura

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Se tiene en buen aprecio a intelectuales que hoy, casi con seguridad, estuvieran en desacuerdo con la administración obradorista porque, ¡qué se le va a hacer! —dicen que las costumbres se hacen leyes, no necesariamente escritas—, vivieron apoltronados en las dádivas del gobierno siendo críticos, a veces supuestamente demoledores, del sistema político que los nutría —el gobierno en turno— a discreción. Un botón de muestra puede ser Ricardo Garibay quien confesó que Díaz Ordaz, después del 2 de octubre de 1968, cada mes le entregaba diez mil pesos que él consideraba abiertamente suyos porque se los merecía… ¡por ser el literato que era!, declaración que en su momento le reprochara Carlos Monsiváis diciéndole que esas cosas debía guardárselas para sí.

      Porque la intelectualidad, periodística o no, vivía mantenida por los poderes económicos, fueran políticos, de la iniciativa privada, gubernamentales —no forzosamente políticos—, empresariales —no auspiciados por la iniciativa privada—, de la clase adinerada… de modo que los (posibles) problemas los resolvían de forma peculiar, por algo Carlos Slim participó en la mesa redonda en Bellas Artes para recordar al entonces recién fallecido Fernando Benítez (a los 88 años de edad en febrero de 2000), quien siempre recibió dinero del Estado para todas sus actividades sin que nadie se  molestara en reprochárselo, porque era, ¡ay!, tan normal (común, habitual, familiar) que las cosas se dieran de esa manera que estas acciones —las relaciones políticas entre la industria informativa  y sus hacedores— pasaban por (parecían, aparecían) naturales. Estos artistas se acostumbraron tanto a recibir satisfacciones pecuniarias del Ogro Filantrópico sin cuestionarse su calidad moral (la suya, no la del Ogro), que hoy en día, aun teniéndolos en buen aprecio —a la intelectualidad que se decía crítica e izquierdista, acaso no siéndolo, como Carlos Fuentes, por ejemplo, o como se tenía en consideración, antes del obradorismo, a Héctor Aguilar Camín o Roger Bartra—, casi con seguridad estuvieran en desacuerdo con la administración morenista porque, ¡qué se le va a hacer!, vivieron apoltronados en las dádivas del gobierno siendo críticos, a veces supuestamente demoledores, del sistema político que los nutría, sí, a discreción.

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Hace ya más de cuatro décadas, en el año 1979, Octavio Paz —quien recibiría el Nobel de Literatura once años más tarde, en 1990— publicó el libro El Ogro Filantrópico, a mitad del sexenio de José López Portillo, donde se refería a la hipocresía del partido gobernante, el PRI, ajustando cuentas privadas, repartiendo prebendas, a un sector social elitista que vivía espléndidamente a su costa… ¡como el propio Paz, alimentado perpetuamente por ese mismo benefactor Ogro que aducía en su ensayo! Porque ya sabemos que antes se permitía la glosa crítica mientras no se salieran los autores de sus respectivos carriles previamente domesticados (¿no el propio Fidel Velázquez, líder de la Confederación de Trabajadores de México, compraba a muy buenos precios los cartones de los moneros periodistas con un desparpajo singular tanto del político como de los cartonistas de los diarios?), al grado de que el mismísimo, vaya paradojas, Mario Vargas Llosa (¡dos meses antes de que Paz obtuviera el Nobel!) declaró que el Partido Revolucionario Institucional gobernaba a México bajo una “dictadura perfecta” ante el enfado, sí, del poeta Paz —cuya muerte ocurrió ya hace un cuarto de siglo, el 19 de abril de 1998, a sus 84 años de edad— que se escandalizaría con aquella premonición del literato peruano: era el Estado en efecto un Ogro que, generoso a pesar de todo, compensaba a sus intelectuales, por lo tanto eso de que fuera un perfecto dictador salía ciertamente sobrando. Entre la oscuridad y los confines de lo velado, después de su declaración (¡durante un congreso de pensadores organizado por el círculo estrecho de Paz!), sin saber exactamente cómo, Vargas Llosa salió del país de la misma forma en que había entrado: de manera subrepticia.

      Vaya contradictoria sinergia: ¡los que lo echaron entonces en defensa del gobierno priista son los mismos que ahora lo aplauden cuando el Nobel 2010 habla de la “dictadura” —no perfecta— morenista!

      Casi lo mismo, o sin el casi, ocurrió con Carmen Aristegui en el caso de la Casa blanca (casi, caso, casa: figuras frágiles coincidentes en su estructura escritural, mas distanciadas en sus significados lingüísticos), cuando distintos periodistas, colegas suyos, la vituperaron por su atrevimiento de meterse con la familia presidencial, ¡los mismos que hoy la reivindican en su postura opositora!

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Porque los medios, la intelectualidad, la academia opinióloga, la mayoría de los periodistas, los artistas en general están acostumbrados a vivir de ese Ogro Filantrópico al que decían, con crítica curada con melanina, señalar de pragmático y desatento pero al que siempre, aunque lo distinguieran ocasionalmente de velado e injusto, acabaran por comprenderlo olvidando, o dejando atrás, sus artimañas (las del gobierno, no de los críticos) para poder perpetuarse en el poder político (los críticos, porque el gobierno ya estaba perpetuado aunque cambiara de siglas). Pues, cómo no entender lo visible, las cúpulas del pensamiento vivían a su costa (de los gobernantes). La prensa, no importara el nombre, estaba a la venta para protegerse a sí misma y a los salarios de los empleados, de uno u otro rubro: nadie miraba con malos ojos el comportamiento filantrópico del gobierno, sobre todo la prensa de papel (aunque la electrónica fuera capital en los mensajes masivos), que no podía sobrevivir en definitiva sin el aporte financiero de la propaganda oficial, una enseñanza que data desde la construcción del México posrevolucionario: ahora hay miles de canales en la red que sólo pagan una anualidad para mantenerse activos… ya sin los costos de una imprenta, del papel, de redacciones, de editores, de diseñadores, de correctores, porque hay canales de noticias que no retribuyen salarialmente las colaboraciones.

      ¿Cómo puede sobrevivir un medio informativo en este país sin el sujeto patrocinador? No se sabe, porque sencillamente este hecho no ha sucedido en México, y me refiero a un medio verídico, no superficial como, digamos el Alarma! que con millones de ejemplares vendidos en toda la República podía sobrevivir sin apostar al respaldo gubernamental, que hasta el mismo gobierno, es decir diversos funcionarios, deseaban cancelarlo por no alinearse a los patrones ideológicos del sistema establecido.

      ¿Cómo puede sobrevivir un medio informativo en este país sin el sujeto patrocinador?, se preguntan los periodistas cabales sin poder obtener, hasta este momento, una respuesta firme, convincente, afín a la honestidad, sólida, estable.

      Y muchos de estos canales en la web, sin embargo, reciben financiamiento oficial vaya uno a saber por qué motivos dada la ausencia de una justa Ley de Medios que desglosaría las razones de la aportación monetaria gubernamental, que ahora, ante la inexistencia de una regulación jurídica, únicamente está basada en la especulación imaginaria, en la expectativa innombrada, en la adivinación contemplativa, en la sospecha giratoria.

      Cuando yo dirigía el periódico cultural La Digna Metáfora creí, ingenuamente, que la nueva administración morenista me respaldaría con anuncios de la Secretaría especializada en estos asuntos, pero la encargada de la publicidad de mi periódico (de papel, ya con un millón de visitas en nuestro portal), a su regreso de asistir a una cita con los nuevos encargados de la cultura oficial en México, me dijo que me traía muy malas noticias: el jefe de Comunicación Social de la Secretaría de Cultura le había dicho que no sabía quién diablos era Víctor Roura negándose a atenderla y, por lo tanto, declinando cualquier posibilidad de patrocinio oficial.

      Y nada podía hacer contra esa decisión, sólo suspender nuestro trabajo periodístico ante la nula llegada de alguna minucia monetaria, que puso en predicamento a mi inversionista: ningún medio impreso, al día de hoy, puede sobrevivir sin la aportación oficial, por minúscula que sea… precisamente por la costumbre de los años acumulados a partir del México posrevolucionario.

      No me cargó la ira, simplemente entendí que eran otros tiempos los que estaban por venir.

      Y me vi en la necesidad de cancelar el proyecto.

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Pero los gobiernos tanto priistas como panistas nunca atendieron la calidad informativa, sencillamente disponían de los medios que los rodeaban y se negaban a dar mantenimiento a los que no les convenía (“no pago para que me peguen”, dijo el presidente José López Portillo y hubo quienes aplaudieron aquella inequívoca resolución. Y con esta frase se sentenció el papel de la prensa en México, por eso fueron importantes, vitales, en su momento medios como Proceso o El Financiero que con poco presupuesto se empeñaron en no dejarse morir. ¿Cuántas veces dejé de recibir mi salario en El Financiero por falta de liquidez monetaria? Ya no lo preciso.

      ¡Cómo no tener eso en la cabeza en el momento de usar la crítica, carajo!

      Hasta Carlos Payán Velver, que en paz descanse, lo sabía tras su apariencia de veterano izquierdista, no en vano supo con el paso de los tiempos deshacerse de los que lo perjudicaran en su esmero de apropiase, tal como finalmente lo hizo, del periódico La Jornada, un diario no de un solo hombre sino fundado por varios periodistas que legaron en los hombros de Payán Velver la confianza de estar al frente de ese medio que supo, siempre (en unos momentos más que en otros), sobrevivir de las dádivas gubernamentales, al grado —ya lo he dicho en distintas ocasiones— de haber instado, Payán Velver, a la población a votar a favor del PRI en una entrevista que sostuviera el director de La Jornada, en un medio televisivo público, con Carlos Salinas de Gortari, plática que, por supuesto, nadie juzgara por tratarse de un acto convenientemente —convincentemente— económico. No en balde Jaime Avilés, ese buen periodista fallecido en 2017 a los 63 años de edad —expulsado de La Jornada por atreverse a criticar a presidentes priistas sin percatarse de que éstos alimentaban, mal que bien, a su medio—, lo adjetivara —a Payán Velver— de manera concisa como el “traficante de almas”, sin saber que justamente, un día después de su muerte —de Payán Velver, el 17 de marzo de 2023, a sus 94 años de edad—, el presidente López Obrador, en el acto público en el Zócalo capitalino por el 85 aniversario de la expropiación petrolera decretada por Lázaro Cárdenas, guardaría un minuto de silencio como despedida admirativa al ex director de La Jornada cuyos últimos años viviera en España con la cómoda mensualidad que le proporcionaba el medio al que había dejado en las manos, por decisión voluntaria, de la periodista  Carmen Lira. Empero, el mismo hecho de haber dirigido La Jornada lo exoneraba, lo exonera, de cualquier posible perjurio empresarial en el sentido de la comprensión por la sobrevivencia económica de su diario: el periódico, como todos los otros diarios, tenía que venderse al mejor postor porque así era el juego de la supervivencia mediática, y así lo entendían todos los empresarios de la comunicación en México. Y fue director de La Jornada porque nosotros, los accionistas, lo habíamos designado como tal por considerarlo algo así como un pase automático, ya que Payán era el subdirector del unomásuno (el diario al que abandonamos en 1983 para crear La Jornada, que saliera a la calle el 19 de septiembre de 1984) no por otra cosa, ya que él en realidad no era periodista, sino porque había fungido como el intermediario idóneo en la política para atraer dinero a la empresa de Manuel Becerra Acosta (entonces director del unomásuno).

      Y La Jornada quiso ser un diario diferente con las mismas prácticas monetaristas, cosa curiosa en un mundo dominado por la comprensión de la supervivencia a cargo del Ogro Filantrópico: oneroso pero necesario, manipulador pero indispensable, controlador pero básico en la vida social. Por eso nadie quiere mirar en los intestinos de La Jornada, porque sería como colocarse en un sitio indeseado donde se le figuraría, acaso no siéndolo, conservador en medio de ideas izquierdistas, ¿mas alguien reprocha la estancia acomodada de Payán Velver en España viviendo a todas luces de su empresa millonaria?

      Nada, nadie, dirá un ápice de los movimientos internos de un medio para no contrariar las costumbres seculares, para no entorpecer los mandatos ideológicos establecidos desde la abrigada comunidad bienhechora de la izquierda. Sólo se han detallado loas —en las redes sociales— en la personalidad de Payán a la hora de su muerte: ¡desde los panistas hasta las instituciones autónomas, porque todos ellos cooperaron, de muchos modos, para la sobrevivencia del medio que Payán tuviera la oportunidad de dirigir!

      Curiosidades que se olvidan con prontitud: cuando falleció Azcárraga Milmo, en abril de 1997, aun sin la existencia de los tuits, no hubo una sola voz en los medios masivos que lo juzgara críticamente por haberle otorgado un nivel de insana mediocridad al uso televisivo. Cuando Julio Scherer García funda en noviembre de 1976 la revista Proceso ningún medio se hace eco de aquella aparición no porque no interesara la nueva publicación sino para evitarse problemas con el acopio pecuniario del gobierno. Scherer se enfadó con Televisa, por ejemplo, por haber omitido en sus noticiarios la salida de Proceso, pero ello no obstó para que Scherer aceptara, gustoso, entrevistar al subcomandante Marcos en esa pantalla televisiva años más tarde, ya en 2001. Porque los medios entienden finalmente a los medios.

5

Mientras no haya una regulación publicitaria oficial, la situación mediática no cambiará en lo absoluto.

      La ansiada Ley de Medios, cuya iniciativa fue planteada durante la campaña obradorista, aún no es decretada, de manera que las circunstancias económicas se siguen manejando, aún hoy en día, mediante la discreción. ¿Por qué a unos medios más dinero y a otros ya no tanto?, es la pregunta que prevalece sin poder ser respondida con argumentos resistentes a falta de una razonada distribución del gasto público en los medios.

      Y de ahí, a todas luces, parte la contienda opositora.

      Según la numeralia, hasta el año 2021 (que sumaba ya dos años, a partir de 2019) la discrecionalidad, o indiscrecionalidad, se miraba reflejada en las siguientes cifras:

      Televisa: 933 millones,

      TV Azteca: 848 millones,

      La Jornada: 771 millones,

      Grupo Fórmula: 322 millones,

      Telefórmula: 195 millones,

      Milenio: 183 millones,

      Edición y Publicidad de Medios de los Estados SdeRL de CV: 171 millones,

      … de modo que podría preguntarse, de nuevo, ¿por qué unos sí y otros no o por qué a unos tanto dinero y a otros un poco menos?, cuestionamientos fundamentados, sí, por la ausencia de una instituida Ley (escrita) de Medios, que podría venir a acallar las dudas posibles en esta materia de la distribución de propaganda oficial, porque así como antes podía preguntarse la razón por la cual El Universal o Reforma recibían más dinero que otros medios, de la misma forma pueden hacerse hoy interrogaciones a semejantes prerrogativas.

      Todo por falta de una Ley orgánica que ha brillado por su ausencia en este país de consentimientos y favoritismos, bonachonerías y desprecios, indulgencias y desconocimientos, compensaciones y descorazonamientos, empatías y venganzas, simpatías y antipatías, simulaciones e hipocresías.

      Si la discreción continúa, o continuará, siendo el platillo frugal de los gobernantes, no se dejará de especular, nunca, sobre los montos económicos entregados, por ejemplo, a La Jornada cada año descalificando a este periódico los periodistas que no trabajan en dicha empresa llegando a decir, como lo ha sostenido José Cárdenas, que se trata, La Jornada, del Granma mexicano (el Granma es el medio financiado y supervisado por el gobierno cubano), subrayando este hecho como jamás se hizo cuando El Universal o el Reforma o la propia Jornada fungían de Granmas en sexenios del pretérito inmediato… pero como todos los otros medios —con la excepción, repito, de La Jornada— han dejado de percibir la cauda millonaria a la que estaban acostumbrados, evidencian su molestia contrariándose con las decisiones gubernamentales, o posicionándose disidentes, u opuestos, a las acciones obradoristas.

      Si el monto financiero comenzara de pronto a caer en las arcas de los empresarios hoy opositores, como antiguamente eran llenadas de incienso y mirra, ¡oh, mágico ensoñamiento!, el presidente López Obrador, vaya uno a saber por qué artes del transformismo, sería un sabio mandatario con las decisiones correctas, que todos los medios señalarían, prestos y acuciosos, dispuestos a la servidumbre de nuevo, agradecidos por el despertar del Ogro Filantrópico al que extrañaban, los medios, en demasía.

6

Esta persuasiva discrecionalidad irrumpe en todos los espacios del comportamiento obradorista (porque las costumbres se han hecho leyes y al no haber cascadas de dinero como las había antes la ira, entonces, efervesce con cualquier motivo), como lo es, ahora, el plan B, que en algún punto de su sustancia generalizada pega, por supuesto, a los medios en general, pues si bien está referido sobre todo a la materia electoral hay unas líneas que trastocan la dispendiosidad del pasado: en la Ley General de Comunicación Social, el Plan B delimita, en el penúltimo párrafo del artículo 26, el gasto en publicidad al 0.1 por ciento del presupuesto con el cual cuente cada uno de los poderes de la Unión, sin soslayar que la medida también abarca tanto a los estados como a los municipios, así como a los distintos órganos autónomos y a cualquier dependencia del Estado mexicano, renglón que ha venido a incomodar a varios medios que sobrevivían, aunque de manera paupérrima, con esa aunque pequeña disposición económica.

      Justamente el pasado viernes 24 de marzo la Suprema Corte de Justicia, en un comunicado urgente, avala el amparo del Instituto Nacional Electoral suspendiendo temporalmente todo lo relacionado con el Plan B otorgando la razón, momentánea, a los empleados del INE que no quieren una sola modificación a su maquinaria laboral. Por lo tanto, también queda suspendido, aunque los diputados ya la habían vetado, todo el diagrama vinculado con el ejercicio monetario de la comunicación en los estados y municipios de la República.

      Y esto ha venido, por supuesto, a oxigenar a los medios (gana más alguien en los canales de Internet por animar, digamos, a hacer vestidos de moda que un periodista preocupado por verificar su información política) que, aun acaso con el tiempo contado, podrán seguir siendo facturados (¿de qué otra forma podrían vivir si nadie les ha indicado un modelo diferente de supervivencia?) ante la determinación de la Suprema Corte que admitió la demanda del INE “en contra de las reformas legales que modifican tanto su estructura como sus procedimientos” concediendo, la Suprema Corte, la suspensión solicitada” de dicho emprendimiento obradorista para llevar la austeridad al ámbito electoral, además de dosificar los gastos destinados a medios de comunicación por parte de distintas instituciones gubernamentales, así como de organismos autónomos.

      La resistencia a la muerte del  Ogro Filantrópico es, asimismo, una acometida a favor de las costumbres mediáticas porque, con su fenecimiento, morirían también los modos de ser y hacer periodismo en este país pues la prensa mexicana ha necesitado, sí o sí, de los gastos en publicidad aportados por los diferentes niveles de gobierno porque así la han educado, la han acostumbrado, los partidos políticos en el poder.

      El Ogro Filantrópico murió un poco, pero imitando a Lázaro (no Cárdenas)… ¡ha resucitado provisionalmente, tal vez de manera milagrosa y definitiva! 

7

Precisamente porque en México no es posible vivir del periodismo si no se obtiene un respaldo —recurso— previo económico es que se dan estos revuelos y disgustos mediáticos. Porque, ni modo, así se ha desarrollado la industria de la comunicación en el país: el Ogro Filantrópico ha sabido cómo alimentar a su crítica alimentándose convenientemente a sí mismo usando un dinero que no es suyo, sino del erario, pero que se lo ha expropiado sin discusión —dilación— alguna en el momento de la unción republicana: la bendición consiste en dar para recibir, en ofrecer para valorar silencios, en comprar para poder a gusto mallugar, en consentir para ser mimado, en remunerar para evitar las patadas en el propio pesebre.

      Porque mientras no haya una anudada Ley de Medios, la especulación seguirá girando en torno a la etapa discrecional de la distribución monetaria en la propaganda oficial.

8

Tan no sostiene ahora el gobierno  a los medios de comunicación que, desde la mañanera —una rueda de prensa cotidiana desarrollada por el propio presidente de la República, inédita en el sentido de que, por vez primera, un mandatario por fin habla a los medios de su trabajo político, cuando antes ningún funcionario se veía en la obligación de referirse a sus labores porque de antemano tenía comprada a la prensa misma para ahorrarse tales dificultades burocráticas—, el presidente tabasqueño explica lo que los medios no hacen, al grado de crear una sección, los miércoles, denominada “¿Quién es quién en las mentiras?” para descalificar la “información” aparecida en los medios elaborada con el objetivo, al parecer a propósito, de desgastar las acciones del morenista que les ha retirado, minimizándola, la cuantiosa carga millonaria a la que estaban, repito, acostumbrados.

      Antes se decía, con edulcorada crítica, que el Estado no debía ser tan proteccionista en sus acciones sociales, pero cuando en efecto lo deja de ser entonces el mundillo intelectual alza la voz clamando por un proteccionismo eficaz: el Ogro Filantrópico no tenía derecho a metamorfosearse en un Monstruo Impiadoso descabezando, de tajo, a los medios que, sin su beneficio, no saben, no han sabido, cómo proceder, porque ciertamente en México nunca la prensa ha sido independiente, y la que milagrosa y éticamente lo ha logrado no ha sido, por desgracia, de manera perenne.

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LALUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito/

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Last modified: 31 marzo, 2023
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