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Un compañero periodista me escribe para decir que trabajó en El Universal durante varios años consiguiendo publicar reportajes que desnudaban, de muchos modos, la insensibilidad gubernamental de los periodos priista y panista, lo que no hace, por ejemplo —me señala mi amigo—, La Jornada, “entregada a la 4T” sin ninguna cortapisa, lo cual indica la diferencia entre asumirse o no como el Granma oficial. Además me dice que, por lo menos hasta el pasado 24 de marzo, se ha echado abajo, en la Cámara de Diputados, lo concerniente a las autonomías de los municipios y los estados respecto a lo planteado originalmente en el papel de la comunicación dentro del Plan B propuesto por López Obrador.
Y, textual, le contesto: “Razón tienes, pero no me refiero a esos pequeños grandes esfuerzos periodísticos como los tuyos, sino a las directivas que se asumían soldados del ejército del partido en el poder. Por eso hablo en una nueva columna de las conveniencias y las simulaciones transgresoras que se permitían (¿no Carlos Monsiváis, digamos, siempre pasó de contestatario sin jamás faltarle el dinero proveniente del Estado?), y tú y yo lo sabemos, en los grandes medios para poder sobrevivir en el mercado, porque con gente como tú El Universal vendía lo que vendía, aunque los directivos se nieguen a aceptarlo para no disminuir sus importancias. Era, es, difícil vivir en México fuera del presupuesto oficial, si no se es dueño de un medio de comunicación sino empleado de éste: nadie nos ha enseñado a vivir de otra forma en el país siendo periodistas como somos. ¡El propio creador de la palabra Ogro Filantrópico vivió millonariamente de ese monstruo toda su vida!”
Y no es posible actualizar el estatus del Plan B ya que el mismo viernes 24 de marzo, por la tarde, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por una decisión unilateralizada del juez Láynez Potisek, anuló la intención presidencial de evitar los gastos onerosos, o superfluos (aunque los consejeros digan que no hay ningún pecado en llevarse a casa millonadas del erario), del Instituto Nacional Electoral hasta nuevo aviso… ¡casualmente en los últimos días del retiro de la directiva de este centro autónomo para su libre esparcimiento! El citado juez aprobó la petición de la demanda del Instituto Nacional Electoral de suprimir, temporalmente, todo el curso legal (y así lo subraya la Suprema en su comunicado: “legal”, de modo que no estamos ante un caso de inconstitucionalidad) del contenido del citado Plan sufragando a favor —la Suprema Corte—, acaso, de conveniencias, intereses, prejuicios, privilegios, ataduras del pasado, inmovilizaciones o susceptibilidades políticas referentes a ciertos cargos previamente establecidos para no ser jamás tocados o trastocados en sus figuras previamente instituidas.
Y me despedía de mi amigo cordialmente sin recordarle la manera tan artera en que fue separado de El Universal por no ajustarse —apegarse—, él, a las peticiones limitantes de ese medio.
¡De veras cuán duro es sobrevivir en este medio con la independencia bajo el brazo!
No sé, por ejemplo, y sé que al decirlo me estoy metiendo en un callejón sin salida, cómo estuviera respondiendo Carlos Monsiváis, en estos momentos, de no haber tenido ningún cargo importante en el gabinete morenista, digo, siendo muy amigo de Héctor Aguilar Camín, al grado de que Monsiváis lo incluyera en una antología que reunía una veintena de cuentistas mexicanos: ¡Aguilar Camín junto a nada menos que, entre otros, Juan de la Cabada, José Revueltas, Juan José Arreola, José Agustín, Augusto Monterroso, José Emilio Pacheco y Carlos Fuentes! Aguilar Camín a todas luces fue agregado en ese volumen por conceptos amistosos, además de que el libro, intitulado Lo fugitivo permanece, ¡fuera impreso por Cal y Arena, la editorial, curiosamente, del director de la revista Nexos!
Y, sí, no puedo hablar por alguien ausente, como Monsiváis, siempre ensalzado y recordado por López Obrador en sus mañaneras, creído el presidente de la postura izquierdista del ensayista fallecido en 2010 a sus 72 años de edad. ¡Pero Elena Poniatowska, alineada en el mismo carril político que Monsiváis, está enfadada con el mandatario tabasqueño demostrándolo en cualquier oportunidad que se le presente a la escritora!
Porque nadie ha enseñado a los artistas mexicanos en general —escritores, cineastas, teatreros, dibujantes, incluso informadores— a vivir de una manera adversa al respaldo oficial.
¿Cómo restaurar esta situación de la noche a la mañana?
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Y justo en este tema se enfrascaron John Ackerman y Nancy Flores el domingo 26 de marzo, en la noche, en el programa Diálogos por la Democracia que transmite TVUNAM.
La periodista Nancy Flores:
—Creo que los medios de comunicación no están comprometidos y nunca se comprometerán con el derecho humano a la información. Ellos están colocados en el grupo de poder, en la élite, en este poder económico fáctico que quiere gobernar el país. Nunca veremos esa apertura ni en México ni en ningún otro rincón del mundo. Ellos están acostumbrados a mercantilizar la información. El problema es que la información se puede vender al mejor postor. Eso nos lleva al problema de qué se nos informa, qué no se nos informa y cómo se nos informa… Se nos informa a partir de noticias falsas de la llamada posverdad… [impera] esta tergiversación intencionada de la realidad para imponernos una narrativa afín a intereses específicos, sobre todo económicos. Creo que los medios nunca estarán abiertos a otra cosa porque ellos pertenecen a esa élite en el poder y no quieren el bien común, que sería hacer periodismo, por ejemplo.
¿Qué prensa no estaba vendida u ofrecida al mejor postor, efectivamente?
En estos momentos, cuando el Ogro Filantrópico ha dejado de saldar miles de millones de pesos a los medios como antes se acostumbraba hacer, ha emergido con prontitud, como salido de su acolchonada cueva, el periodismo desgastado, mal nutrido, retador, ocioso, perturbador, burlón, inconexo, mentiroso, desaliñado, convenenciero, venal e indigesto.
Pues, ¿cómo vivir ahora del periodismo en estos tiempos nuevos para la información?
Nadie, ni en las escuelas especializadas de comunicación, se ha enseñado tal incertidumbre.
—¡Hay muchos canales en la red que dejan dinero! —me dicen, animándome—. Existen millones de canales de diversa especie, desde mostrar sólo los pies hasta desnudos provocadores, desde el análisis de juguetes hasta las crónicas de videojuegos, desde cómo pintarte el rostro hasta cómo anudarte la corbata. Todos ellos dejan mucho dinero. Una muchacha no necesitó cursar un doctorado en Bruselas para ganar lo que gana ahora gracias a su canal de chismes en YouTube. Hay un tal Luisito comunicando cosas con más de sesenta millones de seguidores llenándole los bolsillos de billetes acaso verdes. Hay ya muchos comunicadores embolsándose plata vertiendo noticias tomadas de otros medios. Son otros tiempos. López Obrador dice que las redes sociales son benditas, no importa si provienen del régimen capitalista más desvergonzado.
Sí, son otros tiempos, en efecto, para la comunicación, sin embargo no estamos hablando de la misma cuestión: no es lo mismo un youtubero (individualista) que un periodista (colectividad), aunque quiera hacer aquél, o haga, las funciones de éste.
—Fabrizio Mejía Madrid ahora tiene un portal alimentado por empresas comerciales y por el mismo Estado que sufraga sus gastos —me dicen, tratando de animarme—, el papel ya nadie lo compra. López Obrador preguntó a los reporteros en su mañanera quién adquiría el pasquín Reforma y nadie levantó la mano, creo que ni el mismo reportero que trabaja en esa empresa. La prensa ya mutó su forma de proceder.
El periodismo como se elaboraba antes, me digo, no es ya posible: ha sido suplido por las voces y las presencias solitarias, es decir ya no importa el medio sino el mediador.
Nancy Flores se lo dijo muy bien a Ackerman:
—Una cosa es el negocio en que se ha vuelto el periodismo, que se ha mercantilizado, y otra cosa es el periodismo en sí… En general, en el planeta, se requieren periodistas… sobre todo de investigación. Hay una crisis de los medios corporativos como los conocemos, porque los impresos están de salida y, prácticamente, ahora Internet es la plataforma que tiene cabida. Eso va limitando los costos, pero te orilla a otras circunstancias como la inmediatez… que te lleva a muchos problemas que tienen que ver con errores graves.
John Ackerman no dejó pasar la pregunta sobre la inmediatez de los youtuberos, respondiendo Nancy Flores lo siguiente:
—Un youtubero no necesariamente conoce la metodología del periodismo. Aquí de lo que se trata es de llevar el periodismo al top. Teóricamente tenemos el periodismo rutinario que es como el 99 por ciento de la información que consumimos: nota informativa, crónica, y estos géneros periodísticos informativos. Y el 1 por ciento, acaso, será periodismo de investigación.
Así es, una cosa nada tiene que ver con la otra.
¿O nada tenían que ver?
3
Porque en este mundo de simuladores, cómo no, también entran los que no comprenden, o dicen no comprender, que para lograr los cambios hay que construir nuevos entendimientos o relaciones distintas, como esta “utopía” posible de la que hablaba Ackerman con relación a los medios.
Por ejemplo, el cineasta Luis Estrada cuyas mordacidades habían cimbrado con pertinencia política en cintas suyas como Un mundo maravilloso, La dictadura perfecta o El Infierno, cajas de resonancia de la ironía fílmica, en ¡Que viva México!, según él mismo ha subrayado una pieza de superlativo trabajo cinematográfico, en lugar de introducir la sorna, como en sus filmes anteriores, interviene con juicios y lugares comunes de la oposición (en un cartel leemos que López Obrador regirá en el país durante los años 2024-2030 indicando, con claridad, el placer visceral de sus detractores al señalarlo como un dictador) no para exhibir su descontento, papel que lo distancia de sus cintas precedentes, sino para incorporarse como insigne denostador de la administración morenista, que reafirma —con sus palabras enfadadas— en cada una de sus presentaciones en medios masivos, encontrándose, el domingo 26 de marzo, por fin con un cuestionamiento que no se esperaba el propio Estrada en el programa Operación Mamut cuando Nora Huerta lo increpa acerca de los fideicomisos culturales, usados como alcancías en sexenios pasados, defendidos a ultranza por el director de cine denunciando, sin brújula, que se señale al cineasta que se robó el dinero pretextando, con ello, el abuso del “dictador” tabasqueño que gobierna para unos cuantos, no para todos los mexicanos, según Estrada (y que enjuicia, no ironiza, en su nueva película, a diferencia de las anteriores, donde, en efecto, las fábulas no acusaban mediante los nombres propios sino a través de simbologías y causticidad idóneas que hicieron grande a este cineasta), pero Nora Huerta lo ataja diciéndole que no se trata nada más de cineastas, sino de la corrupción en general de los actores de la cultura, a lo cual ya nada puede responder Luis Estrada porque le salva la campana Fernando Rivera Calderón, el conductor del programa de esa televisora pública.
Pero es cierto: ¡Que viva México!, la película, es un tratado para oponerse a López Obrador, no una cinta irónica sobre la actual administración obradorista, no consiguiendo —con esta gana de enjuiciar al presidente— hilar su fina dicacidad cinematográfica. Y si bien enjuiciar a López Obrador no es ciertamente el punto central del libro cinematográfico, sí utiliza el guión, coescrito con Jaime Sampietro, para exhibir su molestia, su desacuerdo, su oposición, su discrepancia, su discordia con las acciones del tabasqueño.
Y no es que uno, como espectador, desee mirar siempre la fiera, o dulce, ironía del director de cine, aunque nos haya acostumbrado a ello, sino que esta vez, distante de su propia metodología, o por lo menos diferente a lo que con lúcido colmillo nos había mostrado, Luis Estrada se pone en contra de quien acusa con ferocidad en su cinta usando los recursos (¿quién lo hubiera imaginado en un cineasta con filos personales?) de una oposición atascada de lugares comunes sin argumentos visibles, valida de sus razonamientos donde la discusión no tiene cabida. ¡Que viva México! (con el mismo título de una película inacabada de Serguei Eisenstein de 1930) es una cinta evidentemente contraobradorista que, por eso mismo, no anticipa su polémica sino tiende, de una vez y por todas, sus brazos a una oposición que, sin mirarla con ojos de acuciosidad crítica, la arropa de inmediato por convenirle a sus intereses políticos, ¡al grado de asegurar de que se trata, sin duda, de una buena película si es descalificada por ciertas personalidades, descorazonadas, por algunos cortes no acordes al entonces integral quehacer creativo de Luis Estrada!
Porque tampoco los artistas, la inmensa mayoría de ellos, han sido enseñados a vivir fuera del presupuesto oficial.
4
Pero tanto Luisito (no Luis) como muchos youtuberos necesitan la presencia de la propaganda oficial para sobrevivir, porque las costumbres impuestas a través de numerosas décadas se convirtieron en precepto establecido, de ahí la indudable necesidad de instalar una Ley de Medios para erradicar la discrecionalidad en los asuntos de la compra y renta de espacios mediáticos, ya sean éstos de papel, electrónicos o mediante las plataformas digitales, que han crecido en demasía, estas últimas, aprovechándose de las ventajas económicas que traen consigo las redes sociales.
Tan arraigada estaba el sistema de la filantropía cultural que personalidades como las del cineasta Luis Estrada andan haciendo ruido en cualquier lugar donde se le presenta la oportunidad para alzar su ira en contra de las reestructuraciones (y a favor de las restituciones antiguas) realizadas en el ámbito de la cultura en México, visibilizando en su caso que el problema es básicamente el monetario: ¿por qué no se le ha dado el dinero que antes, aun siendo crítico —como el mismo Luis Estrada apunta—, se le otorgaba a manos llenas, una esencial razón del enfado de numerosos artistas que ciertamente hoy en día no saben cómo resolver sus dificultades básicas cotidianas ya que la sobrevivencia antes provenía del Ogro Filantrópico, circunstancia que aún perdura en estos tiempos transformadores de manera, como digo, discrecional?
A mí me han dicho, por ejemplo, que si en la Secretaría de Cultura morenista hubiera dicho que me llamaba Víctor Jorge Roura Volpi otro gallo me cantaría en mi proyecto periodístico, pues el que en un principio de la administración obradorista fungía como director de Comunicación Social de la Secretaría de Cultura era nada menos que cuñado del autor de En busca de Klingsor. Pero hay ascensos que vuelan, y válgase el pleonasmo, con rapidez, pues al corto tiempo este joven, que decía no saber nada del periodismo cultural de Víctor Roura, fue designado director de Cultura del estado de Tlaxcala coronando la secretaria de Cultura su diestro (de él, no de ella) conocimiento de los asuntos evidentemente culturales. Mi expulsión del territorio discrecional en la repartición de la propaganda oficial me obligó, a mi pesar, a suspender la elaboración de mi impreso periodístico. Las deudas se me subían cada vez más a la cabeza: ya se sabe que me vi obligado a vender cuatro mil libros de mi adorada biblioteca (a cien pesos cada ejemplar, aunque poseía cientos de ediciones príncipe y muchos de estos volúmenes con las firmas de sus autores estampadas en sus páginas) para poder sufragar mi adeudamiento que no disminuía en lo absoluto. No había otra forma de liquidar lo pendiente, fuera como estaba, y aún estoy, de los círculos protegidos por el Ogro Filantrópico.
Porque, sí, nadie, nunca, ha enseñado a vivir periodísticamente de otro modo en México de no ser con el apoyo pecuniario de la propaganda oficial: ¡La Digna Metáfora tiraba más ejemplares que El Universal y ni así los costos solventaban la periodicidad ni los gastos de las colaboraciones!
Por eso los youtuberos se cuecen aparte solitarios, sin planteles de redacción, ni editores, ni correctores, ni verificadores de información, ni reporteros, con su voz les basta y sobra para ventilar sus opiniones.
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Ahora que se van a hacer campañas de salud contra las drogas en los medios públicos, no dudo de que se solicite la inserción de esta publicidad en canales privados para fortalecer aún más los mensajes; pero es aquí donde se vuelve a inquirir el cuestionamiento de la discrecionalidad porque, de ser así, evidentemente a falta de un colegiado periodístico serían seleccionados los medios a modo, no por un estricto orden cualitativo.
Porque, sí, la ausencia de una Ley de Medios lo único que hace, en una zona desamparada de cánones de rigor periodístico, es promover la preferencia de las autoridades cayendo, de nuevo, en esta especie de favoritismos parciales acaso revestidos de legítima cordura selectiva.
Y este problema, que lo es, ha permanecido en el país desde que la prensa es presa de ella misma… por preceptos monetarios.
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Quizás lo que le faltó decir a Nancy Flores es que ahora sí los periodistas son independientes… de la información verídica, ¡que es decir independientes del periodismo mismo! … y perdón por la rima involuntaria.
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LALUPA.MX
https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito/