La Cuarta Transformación
En la Cuarta Transformación, así nombrada por el presidente Andrés López, la gestión federal pretendió encuadrarse como parte del devenir histórico nacional que, al tiempo de retomar los valores y principios de tres procesos antecedentes (la Independencia, la Reforma y la Revolución), los continuaría, ejerciendo un poder ciudadano en el que la corrupción no tendría cabida y los pobres serían la prioridad.
Podría asegurarse que el nombre de 4T es solamente un membrete que busca diferenciar, con la palabra no con hechos, una gestión que, como balance a mitad de su gobierno, ha tenido ínfimos resultados, tomando como punto de comparación lo mucho que se prometió en una campaña que se prolongó por 18 años: crecimiento económico, impulso a la investigación y desarrollo científico, apoyo a los más pobres, derecho a la salud y mejoramiento de la seguridad pública, por mencionar sólo una parte.
Prometió 4 % de crecimiento anual durante su sexenio; en los hechos, el Banco Mundial proyectó en el año 2022 para México un crecimiento anual en promedio de .30 %.
En cuanto a la investigación y desarrollo científico, desde noviembre del año 2020, su gobierno extinguió, bajo la acusación generalizada de corrupción, 65 fideicomisos de apoyo a la ciencia.
Respecto al combate a la pobreza, en lugar de atender las causas sistémicas del fenómeno (desempleo, falta de oportunidades laborales ante el escaso crecimiento económico, nula apertura de empleos para adultos mayores y grupos vulnerables), comenzaron a transferirse recursos a quienes, en teoría, más los necesitan. En los hechos, existen adultos mayores que, aun siendo pensionados del gobierno (municipal, estatal o federal), reciben la pensión universal que el gobierno de la 4T entrega, más como instrumento de clientelismo electoral que como verdadero apoyo.
El derecho a la salud es una asignatura pendiente pues, mientras en el discurso oficial se anunció que se han comprado todos los medicamentos para este y el año por venir, en la realidad en las unidades públicas de salud no hay analgésicos ni para atender una cefalea. Lejos, muy lejos, parece ubicarse del sistema de salud semejante al de Dinamarca que el presidente López prometió para los mexicanos cuando asumió el poder.
El combate a la inseguridad es tal vez, junto con la migración, el ámbito más débil del actual gobierno lopezobradorista. Sin una política pública definida y concreta respecto a la persecución de los grupos delictivos, a veces pareciera que el gobierno elude su responsabilidad en este sentido al limitar el uso de la fuerza contra delincuentes porque “son seres humanos que merecen nuestro respeto” (16 de febrero, Animal Político, 2020). Equiparar a los criminales con los ciudadanos obvia de manera ingrata el hecho de que, al asesinar, secuestrar, extorsionar y cometer una larga serie de delitos, los criminales se han apartado de la ley que ampara a los ciudadanos de bien.
Evocar al gobierno juarista como antecedente de la “Cuarta Transformación” no sólo es un dislate, sino una falacia imaginada por un presidente que despacha desde un palacio y que todos los días, desde un ejercicio sesgado y tendencioso, señala y fustiga a sus críticos, culpando además de todos los males del país a los conservadores, a administraciones federales anteriores, a la pandemia de Covid, e incluso a gobiernos extranjeros.
En contraste, tal vez como a ningún otro mandatario en la historia, a don Benito Juárez García le correspondió dirigir a México en su época más tormentosa y adversa, los obstáculos políticos y militares a los que hubo de enfrentarse le obligaron a ejercer un gobierno intermitente, incluso, errante.
El episodio conocido como “la República itinerante” es un epítome de su entereza y convicción por mantener a flote a una patria que naufragaba entre el asedio del Imperio francés y las embestidas de los conservadores locales, dispuestos a ceder la soberanía a un monarca extranjero.
Resistió dos invasiones, combatió el bandolerismo, enfrentó sublevaciones e, incluso, afrontó una epidemia de cólera. Padeció el destierro, soportó el calabozo, vivió en el exilio, y nunca, jamás, abdicó de sus principios ni abandonó sus ideales.
Por el contrario, construyó escuelas, saneó el erario, reorganizó el Poder Judicial, promovió la creación de infraestructura esencial para el progreso nacional, defendió la soberanía y promulgó las Leyes de Reforma que, para México, significaron el amparo de mayores libertades civiles, el impulso del crecimiento económico y el fin de excesos y atropellos que algunos sectores privilegiados de la sociedad cometían contra el pueblo.
La Esperanza de México
También así se autodenominó el partido que llevó al poder al presidente López, el cual es síntoma de un liderazgo autocrático cuyas características principales son: que impone, espera cumplimiento, es dogmático y seguro, otorga premios y castigos, y exige obediencia y adhesión (Luna, A. 2019).
Es decir, aun cuando se proclama democrático y plural, en el gobierno del presidente López hay muy poco margen para la disensión, y menos todavía para la oposición. Es célebre su frase (plagiada de Hugo Chávez) de: estás con la transformación (revolución) o estás contra la transformación.
Para dilucidar un poco más a fondo este mito de la “esperanza de México”, recurrimos al modelo de psiquiatría social desarrollado por el médico canadiense Eric Berne, en el que la comunicación y el conocimiento son en gran medida la solución de los problemas emocionales, y centra su planteamiento en las relaciones sociales, donde la transacción es la unidad básica (Bateson, 2009).
Con esta teoría, Berne buscó explicar el comportamiento humano, y sentó las bases para que posteriormente otros investigadores y teóricos de la psiquiatría, como Stephen Karpman, tipificaran roles específicos que las personas asumen al entablar relaciones interpersonales y sociales (Ávila, 2020).
Karpman definió un modelo en el que el sujeto asume tres distintos roles: perseguidor, salvador y víctima.
(…) nuestros conflictos interpersonales son el resultado de procesos psicológicos internos que nos llevan a adoptar inconscientemente ciertos roles básicos conflictivos. Dichos roles básicos son el perseguidor, el salvador y la víctima. El triángulo dramático constituye una dinámica de comunicación disfuncional que refuerza la dependencia y los lazos simbióticos en los participantes (Ávila, 2020).
A partir de la comunicación que el presidente López ejerce día a día en las mañaneras hay muchas líneas discursivas que continuamente se repiten como rasgo distintivo de su administración, y en las que se puede apreciar claramente el rol que asume desde el triángulo dramático de Karpman, que coinciden además con su ejercicio autocrático de liderazgo.
En futuras entregas continuaremos analizando los mitos sobre los que la administración del presidente López se ha sustentado, porque en esta ocasión ya he abusado de su atención, gentil lector de La Lupa.
aves_urbanas@yahoo.com.mx
ecomarketing.aves.urbanas@gmail.com
Twitter: @Jorgediazavila
Referencias
- Abreu Gómez, Ermilo. (1972). La vida de Juárez. México. Complejo Editorial Mexicano.
- Bateson, G. (2009). Epistemología de la Organización. Conferencia inaugural Eric Berne en Psicoterapia Social. CIC. Cuadernos de Información y Comunicación, 14 (XVII), 21-32.
- Berne, E. (1981, 1ª ed.). Análisis transaccional en psicoterapia. Buenos Aires: Psique.
- Luna, A. (2019). Administración Estratégica. México: Patria.
- Rubén Bonifaz Nuño. Et Al. (2006). Juárez Bicentenario. México. Gobierno del Estado de México.