Cuando un arrebato emocional surge en las personas no es raro que el primer órgano que se altere sea el corazón, aquella víscera musculosa que tiene como función principal bombear sangre a todo el cuerpo. Aunque las sacudidas sentimentales se experimentan principalmente en el cerebro, a través de complejas reacciones químicas y eléctricas, es inevitable relacionar las vivencias impactantes con nuestro yóllotl, tan susceptible a las perturbaciones que el exterior provoca en nuestra mente. Por ello, no es de sorprender que todas las culturas representen con la imagen del corazón la ‘esencia’ de los individuos, las comunidades y las sociedades, o al menos su parte más sensible.
Te busca mi corazón, mitztemoa noyollo, es el equivalente en náhuatl a decir “te extraño”. Las potentes palpitaciones que sentimos al pensar en esa persona a la que echamos de menos desesperadamente parecieran ser los esfuerzos de nuestros corazones por salirse del pecho y asirse a lo que amamos, juntarse, mezclarse con ello en una cálida unión que perdure más allá del tiempo.
Te extraño o te extrañaré, dos expresiones tan cortas y contundentes, tan universales. A menos que padezcamos el horror de la parálisis emocional, por ejemplo, el que ocurre en personas con psicopatía o algunas clases de trauma, los seres humanos extrañamos algo o a alguien desde que tenemos consciencia. Extrañamos los momentos en los que fuimos felices, extrañamos a las personas con las que fuimos felices, pero también los olores, sonidos, tactos, visiones o ambientes que nos hicieron sentirnos vivos, incluso cuando no fueran del todo placenteros.
Ese dolor en el corazón al recordar aquello a lo que estamos apegados, pero en medio hay barreras físicas o temporales, es parte ineludible de la vida. ¿Qué extrañamos? ¿Dónde está lo que extrañamos? ¿Por qué extrañamos eso o a esas personas? ¿Qué fue lo que dejaron en nosotros? Son preguntas que, en infinidad de variantes, nos hacemos continuamente, de manera expresa o inconsciente. Algunas veces las respuestas son obvias, pero en otras ocasiones no, lo cual genera angustias y las llevamos a cuestas; no siempre logramos resolverlas.
También está esa curiosa sensación de extrañar a alguien que tienes enfrente, ya sea porque se formó una distancia comunicativa o porque se sabe o intuye una próxima separación. En la vida las circunstancias siempre cambian, si no, vida no habría; aunque duela, la lejanía puede ser inexorable, o lo más sano para las personas involucradas… esa es una verdad que cuesta aceptar.
Sin embargo, también se sienten en el pecho las alegrías del pasado, del presente y las ilusiones del porvenir. Es importante alimentar a nuestro corazón metafórico con esas sensaciones y apapachos; sin ellos, puede fallar o incluso detenerse, como si comiéramos sólo grasas saturadas a diario por dos años. Al igual que los carbohidratos, la esperanza es fundamental para que podamos movernos, actuar, vivir; pero, al igual que los carbohidratos, lo mejor es no consumirla en su forma ‘pura’, sino ‘integral’, sin cerrar los ojos a la realidad y sus complejidades, sin ‘refinar’ la dulzura del optimismo con una malla que quite aquello ‘menos sabroso’. Si lo hiciéramos, terminaríamos padeciendo la enfermedad ‘metabólica-emocional’ de la soberbia, la insensibilidad y la negación.
Busca mi corazón tantas cosas, estimado lector, como las que seguro busca el tuyo; y seguiremos añadiendo nombres y cosas que no pueden nombrarse a esa lista hasta el final de nuestros días. Es parte del dolor de vivir, y de su dicha.
Qué hermoso pensamiento. Muchas gracias. ❤️
Muy interesante reflexión, las cosas del corazón son complejas y también son fuente de las mejores y más sólidas satisfacciones
🥲🥺
Básicamente extrañamos por recordar. RECORDAR ES VIVIR. Y sin los recuerdos no seriamos lo que somos, para vivir el presente, y con la perspectiva del futuro.