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Seguramente se me dirá que no preste atención a las minucias de los decires, que cada quien habla como puede, que cada quien se expresa de acuerdo a sus propios conocimientos y sensibilidades, que qué fijado, ¡por Dios!, soy.
Pero… no puedo dejar de señalar algunas escenas digitales que, más que sorprenderme, me dejan anonadado, sobre todo por los curiosos giros —desbordamientos— idiomáticos, como la charla que sostuviera Adela Micha con la Reina del Pacífico (más tarde Reina del Sur, por la novela del español Arturo Pérez-Reverte), Sandra Ávila Beltrán, en la cual dos señoras adineradas se encuentran para platicar sobre los destinos —afortunados desenlaces— que les ha acarreado la hermosa vida, caracterizada, y ambas lo confirman, por los bellos regalos que los hombres deben dar a las mujeres: las carísimas joyas, que para eso están (las joyas), para ser adquiridas por los hombres, que a su vez obsequiarán a las bellas damas, como las dos preciosas criaturas que entre necesarios insultos (“cabrón”, “chingaderas”, etcétera; linda la floritura lingüística), oportunamente salidos de la boca de Micha, se documentan cosas que el espectador ya sabía de antemano (las riquezas diferidas, digeridas, de ambas damas de alta alcurnia), de manera que ninguna de las mujeres deshila hilos negros, sino hablan, campantes, de las numerosas propiedades que poseen o de lo que llevan puesto en su cuerpo, como todos esos ornatos que cubren los dedos y los ojos de Micha (aich, cosas compradas durante los viajes por el mundo), quien desea en lo hondo de su corazón informativo que Ávila Beltrán grite a los cuatro vientos cómo recibía López Obrador millonarias cantidades de dinero de manos del narco, pero lo que le dice su amiga es precisamente lo que ella no quiere escuchar: ¡que a la esposa de varios implicados en el trasiego de la droga únicamente le consta que al que le entregaban dinero era nada menos que a Felipe Calderón, que con sólo oír su nombre, Micha, casi salta de su asiento para poner el grito en el cielo, porque ese no era el nombre que deseaba que su amiga Sandra dijera, sino el de Andrés Manuel!, e incluso Micha insiste en que el nombre del presidente morenista salió a relucir durante el juicio a Genaro García Luna, pero Ávila Beltrán nunca vio eso, de modo que no lo puede asegurar, así que mejor se dedican a hablar del fin de semana que tuviera el hijo de la Reina del Sur, o del Pacífico, en el mar, ¡ay!, en las costas de Canadá, pues el muchacho es muy dado a los deportes acuáticos… y del amor de los hombres poderosos que ha tenido doña Sandra.
¿Por qué me recomendaron que viera este insulso programa televisivo digital?
Para que yo apreciara la gana de una conductora de llevar agua a su molino, me dicen.
Como si no la hubiera visto ya desde hace muchos años atrás, respondo.
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Dice López Obrador, en su nobleza innata, que todas las personas son buenas en este mundo, pero el lunes 19 de junio, en su respectiva mañanera, presentó un video en el cual el cantor cubano Francisco Céspedes, naturalizado mexicano desde principios del siglo XXI, le desea la muerte al político tabasqueño por haber invitado, el pasado 15 de septiembre al Zócalo, al presidente cubano Miguel Díaz-Canel, a todas luces un dictador para Céspedes, razón por la cual no soporta al mandatario oriundo de Tepetitán, al grado de desearle un pronto fallecimiento.
Pero López Obrador nos dice, una y otra vez, que toda la gente en el mundo es buena…
El día que dio a conocer este video profanador difundió una canción de Silvio Rodríguez, como generosa contestación al deseo mortífero de Céspedes, intitulada “Nunca he creído que alguien me odia”, sin saber López Obrador, y no tendría por qué saberlo, el odio que Silvio Rodríguez (¡por una entrevista que sostuvimos a principio de los ochenta del siglo XX, cuando todo el tiempo mostró malestar en su rostro adusto!) ha depositado en mí, retirándome por completo la palabra.
¡Vaya vorágines de la vida!
En efecto, como López Obrador reacciona en santa paz ante el odio de Céspedes (“ojalá se muera”, dice el cantautor cubano refiriéndose a su deseo íntimo para ultimar al presidente mexicano), yo jamás entendí el odio que surgió en Silvio Rodríguez después de nuestra conversación… ¡al grado de no contestarme el cantautor cubano ni en las conferencias de prensa!
Yo he seguido escuchando su música y escribiendo sobre sus discos, por supuesto.
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Luego me hallo joyas que me obsequian las pantallas digitales —porque no soy hembra para recibirlas de los hombres, cuya una de sus funciones esenciales, según Adela Micha, estriba justamente en regalar prendas hermosas y costosas a las mujeres—, procedentes de las personas que usan cotidianamente el idioma; argumento que uno creería de fina compostura y de utilidad precisa en la gente dedicada a este bonito oficio de la prensa, mas… no siempre ocurre de esa manera ilusoria.
Por ejemplo, acaso sin querer, José Paoli Bolio, en su enfado contra López Obrador, dijo alguna vez en Canal Once —donde tiene su tribuna opinóloga ad infinitum— que en el presidente tabasqueño se puede esperar cualquier desliz, porque todo es posible en una posibilidad errática, así lo dio a entender Paoli Bolio en forma alusiva y metafórica, sin reticencia alguna.
De semejante modo, el intelectual Aguilar Camín, para exhibir su ira contra López Obrador, declaró que una elección de Estado —como la que ocurriera recientemente en el Estado de México, según su medido exabrupto contra el obradorismo—… ¡no quiere decir por completo una elección de Estado, si no se contempla la variable analítica de una elección de Estado!
La lucidez en su estado metafísico absoluto e irrebatible.
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“Hay un resplandor de luz en cada palabra”, apuntaba Leonard Cohen en un poema suyo, sin haber podido escuchar todas estas complejidades sintácticas dichas (acaso dichosamente dicharacheras) en las efervescencias de la ira; si bien, aun sin haber conocido los embustes de la oposición contraobradorista, escribe en una canción el siguiente verso que, de muchos modos, sintetiza la cólera de los detractores contra la política morenista: “Naciste para juzgar al mundo”, después de lo cual se asoma un ominoso silencio.
O un mundo accidentado de palabras sin luz propia en numerosa gente que desconoce los significados de los términos lingüísticos, soltando en las redes sociales sus impresiones, o sus opiniones, de la vida porque quiere hacerse visible, y no hay mejor manera para ello que hacerse notar en las redes sociales, aunque no sepa cómo escribir las palabras, como un tal Fox que no deja pasar un día sin hacerse presente: sus múltiples errores ortográficos lo tienen sin cuidado: si escribe tubo con b en lugar de v a nadie debe importarle, porque lo fundamental en las redes sociales no es la forma sino, ¡ay!, el fondo.
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Se hacen pausas en las redes sociales no para reflexionar sobre lo que se va a decir sino para aparentar ingenio, o para hacer creer en la espontaneidad del ingenio, como lo hiciera Denise Dresser cuando, el lunes 12 de junio, no se le permitió entrar, y con sobrada razón, a la conferencia matutina de López Obrador a la prianista Xóchitl Gálvez; la intelectual Dresser apuntó en la plataforma digital lo que a ella le pareció un recurso humorístico de soberana lucidez: al no abrirle las puertas de Palacio Nacional, a la política hidalguense se le abrieron entonces las puertas a la candidatura a la Presidencia de la República.
¡Qué prodigioso razonamiento con tintes de graciosa inventiva, caray, proveniente de la intelectual que despotrica contra la militarización, pero se retrata, orgullosa (quizás con el mismo ánimo almibarado con el que baila a Shakira), con militares ucranianos!
Las dicacidades estrepitosas son comunes, ja ja ja, en las redes sociales porque, con ellas —con las redes—, se arma de nuevo un embalaje circunspecto con las palabras, a veces demoledoramente, o por lo menos basado en una habilidosa, o pretendidamente habilidosa, intención denostadora, nunca antes percibida en esta intelectualidad organizada (¡estuve a punto de escribir orgánica!).
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Sin embargo, hay humores involuntarios también de gente que, con luz propia, se alumbra los caminos periodísticos no con finalidades aviesas sino de modo impensado, como el reportero de la televisora pública que dijo boxistas en lugar de boxeadores —relatando el taller masivo de box efectuado en la explanada del Zócalo capitalino el sábado 17 de junio— durante la Mañanera 360 del lunes 19 de junio. O en ese mismo programa, de ese mismo día, en la sección histórica intitulada “Y esto va para los jóvenes”, la voz en off de un reportero afirmó, erróneamente, que Maximiliano de Habsburgo (1832-1867), “un 3 de octubre de 1963” había aceptado la propuesta del ala conservadora en México para asumir el título de emperador. ¡En 1963!, es decir, hace sólo seis décadas, cuando gobernaba el país Adolfo López Mateos, en el mismo año del asesinato de John F. Kennedy en Dallas, ¡no hace 160 años en 1863, tal como las huestes derechistas nacionales deseaban para México un reinado austriaco! Al espectador que captó el terrible gazapo, por supuesto, sólo le quedará la duda del trabajo editorial de los medios públicos.
Y la brújula sobre la intelectualidad mexicana continúa con la flecha extraviada, porque ahora que la revista Proceso ya se va a retirar del papel para ahorrarse miles de pesos aprovechando la coyuntura del aprecio digital, Andrés Manuel López Obrador sigue citando a las figuras tradicionales de la literatura porque son las que tiene a la mano, pero si estas vivieran hoy en día formarían, a no dudar, una implacable oposición a su gobierno: citó el político tabasqueño a Carlos Fuentes, quien dijera que Julio Scherer García era el Zarco contemporáneo… ¡y qué diría ese Zarco ahora que su revista está supeditada a la ira panista! Pero si Fuentes viviera lo más seguro es que fuera colaborador puntual, digamos, del periódico Reforma (o de la misma Proceso), sólo que aquella mafia cultural beneficiada por los gobernantes panistas y priistas se ha ido yendo de este mundo lentamente, de manera que hoy es sencillo colocarlos en la zona que mejor le apetezca a la clase política.
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Ya se ha repetido innumerables veces que el idioma, mientras sea entendido por la gente, no debe importarnos si está mal pergeñado: ¡García Márquez y Rulfo son admirados en las letras latinoamericanas a pesar de su paupérrima ortografía! Así que habríamos de no fijarnos en las tonalidades vocales mientras el discurso sea comprendido (¡la propia Academia de la Lengua sugiere evitar el acento, por ejemplo, en la palabra guion, porque dice que la gente de antemano lo acentúa mentalmente!), de modo que cuando algunas ilustres personalidades se expresan sin cautela uno de inmediato tiene que acomodar correctamente lo que ha escuchado porque, en efecto, la expresión, pese a su artificial transpiración, ha sido demasiado clara.
Ciertamente, cuando el reportero Miguel Arzate en la Mañanera 360 dijo ‘negocía’ yo lo ajusté, sin problema alguno, quitándole el acento sin que ocurriera nada pasmoso. O cuando la inteligente conductora Azul Alzaga dijo, el lunes 12 de junio, en Canal Catorce en dos ocasiones continuas ‘conclave’ (con clave) a mí me pareció que estaba diciendo cónclave, y sus decires transcurrieron sin oponerse a su objetivo informativo preciso y escueto. O López Obrador siempre dice ‘idiales’, pero uno entiende que se refiere a los ideales, sin por ello complicarnos la vida. Porque, efectivamente, nadie dice me peleé sino me ‘pelié’.
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Estamos tan inmersos en un vasto multiculturalismo que incluso palabras importadas están siendo, poco a poco, adquiridas idiomáticamente en México: Azul Alzaga, el jueves 22 de junio en la Mañanera 360, habló de un quilombo en cierto asunto del gobierno, considerando que todos debíamos entender el término quilombo, una expresión sudamericana que significa circunstancia conflictiva, compleja, enredosa. Ya nos tocará, más tarde, ser testigos de numerosas demandas sexistas en contra de Germán Larrea por la explotación de minas (mina en Argentina es una mujer, una chica, una dama joven), o entender que hay pendejos que no dejan de jugar, divertidos, arriba de los árboles (pendejo en Argentina es un niño), o asegurar que son gafes los entrenadores al mando de la selección mexicana de futbol (gafe en España es una persona con mala suerte), de ahí que no nos quede ninguna duda de los aspavientos creíbles, en una traducción elaborada en Barcelona, de los personajes de Charles Bukowski cuando montan en cólera: no dicen, iracundos, “¡carajo!” o “¡mierda!” sino, por supuesto, “¡me cago en la leche!”, términos que no deben enfadarnos sino, sencillamente, adoptarlos.
Aunque también hay, cómo no, en estos hablantes dilogías que causan cierto estupor porque dicen una cosa queriendo decir otra muy distinta, como le aconteciera a la actriz Luisa Huertas —en octubre de 2022 durante la grabación del programa dedicado a exaltar la cinta El crimen del padre Amaro, dirigida por Carlos Carrera en 2002—, cuando dijo, muy campante, que en un periódico norteamericano había trascendido en ocho columnas la perversión de los signados por Dios, al encabezar su informativo, recalcando el abusivo comportamiento de los “curas pedestres”, cuando lo que quería decir era “pederastas”, alcanzando el yerro una dimensión contraria a la intencionalidad lingüística, ya que pedestre y pederasta son dos palabras completamente diferentes con significados distintos, pero lo asombroso es que, otra vez, los editores de los medios públicos dejaron que el percance idiomático prosiguiera con inusual indiferencia.
Y luego me dicen que el idioma no es importante en una conversación, que uno puede trastocar con facilidad lo errado.
Pero yo insisto en que a veces no es posible, y lo de Luisa Huertas, creo, me da la razón porque una cosa son curas pedestres y otra muy distinta curas pederastas —aunque estos entronques lingüísticos puedan ser luego asociados por determinadas características afines—, como si fuera lo mismo opositor empedernido que opositor emperrado, o avisos de ocasión que aviesos de ocasión, o periodistas prestigiados que periodistas prestidigitadores, o políticos burócratas que políticos burrócratas, y huelguistas encarbonados que huelguistas encabronados, o funcionarios sobornados que funcionarios sobrados, e izquierdistas modosos que izquierdistas morosos, o curas pedestres que curas pederastas…
En fin.
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LALUPA.MX
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