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Una cosa es la irracionalidad impetuosa de la misoginia y otra cosa es la ponderación de la crítica hacia determinada actitud de una persona respecto a su trabajo, de ahí que, personalmente, me sorprendiera el traspaso de Luisa María Alcalde a la Secretaría de Gobernación cuando ha dejado asuntos pendientes en su anterior responsabilidad, sobre todo cuando el propio presidente de la República dijo públicamente —y más impresionado aún me puse con la sincera aportación del mandatario— que su funcionaria no se llevaba bien con Napoleón Gómez Urrutia, razón por la cual no pudo despachar como era debido en el sector minero, pero tampoco liberó —y esto ya lo planteo yo— el conflicto en la agencia informativa Notimex con más de tres años en paro a pesar de que Luisa María Alcalde ha declarado que las circunstancias han cambiado al resolverse con rapidez todos los conflictos concernientes al trabajo.
Es sabido que el padre de la ahora secretaria de Gobernación es el representante legal (¡nada menos que uno de sus asesores más competentes!) de los huelguistas de Notimex que suspendieron, para no perder sus privilegios, las labores en dicho centro periodístico del Estado mexicano, problema de tan irresoluble pacificación para el gobierno obradorista que, mejor, ha dado por difuminarla, a la agencia informativa, según la noticia —inesperada— del propio López Obrador en abril pasado durante una de sus acostumbradas mañaneras, espacio donde también ha dicho que espera que el sucesor de Luisa Maria Alcalde, Marath Baruch Bolaños López, en la Secretaría respectiva, ya sin estos percances de antipatías mutuas, pueda aligerar las tensiones causadas con anterioridad.
¿Entonces estaba consciente el mandatario morenista de las dificultades que pasaba su gobierno por cuestiones de índole de ausencias de afinidades, es decir de retardos —o enfados— de afectos personalizados?
Aquí no se trata de suprimir, o de cuestionar, como lo han hecho los clásicos “críticos del sistema” contraobradoristas, el llamado “relevo generacional” del que habla, convincentemente, el presidente morenista sino de saber qué ocurrió con los encargos pedidos a la secretaria del Trabajo que no pudo resolver por aparentes intereses familiares en el caso de Notimex y por antipatías personales en los asuntos mineros, porque lo esencial en una función pública —nos lo ha recalcado cientos de veces López Obrador— es zanjar, o dirimir con honda responsabilidad, los encargos adquiridos durante la gestación de los cargos recibidos.
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Leo, por lo tanto, con mayor tiento el comentario político del siempre acucioso periodista Carlos Fernández-Vega quien apuntara, en su columna “México SA” del 20 de junio en La Jornada, su reflexión acerca del nombramiento hecho por López Obrador al asignar la titularidad de Gobernación a la otrora secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde Luján: “Tal vez su intención fue guarecer a una muy debilitada integrante de su gabinete, que nunca dio el ancho, pero la decisión resultó ser una suerte de agresión, de falta de respeto a la República al designar a Luisa María Alcalde secretaria de Gobernación, personaje al que ahora pretenden atribuirle una serie de virtudes y buenos resultados que no se ven por ninguna parte, y al mismo tiempo ocultar el ostentoso conflicto de intereses durante su paso por la Secretaría del Trabajo”.
Además, respecto al eterno conflicto en Notimex, el colaborador del diario que más dinero recibe del gobierno federal por conceptos de publicidadargumenta en ese mismo espacio periodístico: “Como titular de esa dependencia, Luisa María Alcalde deja muchos pendientes, por llamarlos así, entre los que destacan las tres huelgas mineras (Cananea, Sombrerete y Taxco) y el irresuelto conflicto en Notimex, en el que su papá, El Padrino Arturo Alcalde Justiniani, siempre llevó la batuta para beneficiar a una de las partes y alargarlo artificialmente hasta lograr la extinción de la agencia de noticias del Estado mexicano. ¡Qué gran resultado! Y no se trata de mala leche, de un asunto personal ni de un pronunciamiento misógino, como ella suele calificar a quienes cuestionan sus resultados, sino de casos concretos y documentables”.
Y, para enfatizar sobre este “pendiente” de la hoy encargada de la política interior del país, Fernández-Vega resalta: “Rotundo fracaso en el asunto de la huelga de Notimex (desde febrero de 2020), porque siempre pesaron más los intereses paternales que los laborales. ¿Resultado? La agencia del Estado mexicano desaparece y el personal será liquidado. El anuncio lo hizo el propio López Obrador (14 de abril de 2023), pero el decreto respectivo deberá esperar al próximo periodo ordinario de sesiones y llevará la firma del presidente de la República y, paradojas de la vida, de… ¡Luisa María Alcalde como secretaria de Gobernación!”
Sin embargo, a nadie parece preocuparle el negro destino de la agencia informativa del Estado mexicano, con la excepción periodística de Fernández-Vega, ya que muchos otros sitios han exhibido su simpatía con los huelguistas incluyendo, por ejemplo, a Julio Hernández López, Astillero, colega de Fernández-Vega en la misma Jornada para quien los huelguistas tienen toda la razón al luchar conservadoramente por sus antiguos privilegios, que eso, y no otra cosa, es lo que está, o estaba, en juego en el carnaval de la política contemporánea.
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No puedo entender de la intelectualidad opositora su obsesión por pensar cada día en una ofensa, o en un arbitrio, en contra del obradorismo de no intervenir, en mi cabeza, el quid económico, porque no hay, no habría, otra razón de su ardida obcecación, asunto que no había sucedido en ningún otro periodo de la vida política mexicana posrevolucionaria aunque los motivos sobraban para levantarse en ira fluorescente, calmada y atornillada de inmediato por la clase política al otorgar caudales de dinero a la crítica brevemente azuzada por los feroces arranques de violencia ejecutiva o los síntomas impunes cada vez más visiblemente corruptores de la corte burocrática instalada, con pacificidad e industriosa modestia, en la periferia del funcionariato que la dejaba sobrevivir —a la crítica adusta mas fervientemente complacida— a costa de los presupuestos federales que año con año manejaba —y continúa manejando— esta burocracia, con fines personalizados, o satisfactoriamente grupusculares.
Eso de andar cotidianamente buscando un pero a cualquier dicho o acción gubernamental no es una cuestión sencilla, por eso luego hay tanto yerro, o falacia, en los tuits opositores que causan pena ajena sin que a ellos los afecte un gramo en su vida, incluso ni una mínima disculpa ofrecen si el error es monumental, como los argumentos de una Denise Dresser, por ejemplo, a su adjetivo “mal oliente” adjudicado a Delfina Gómez, hoy gobernadora del Estado de México: ¡ahora resulta que entendimos mal el calificativo de la intelectual, somos nosotros los errados en su prístina acepción lingüística! Porque no hay una sola retractación a sus inteligencias simétricas de delicada floración.
Por eso me dicen que esta oposición adinerada, por lo menos los visibles enfadados por cualquier cosa obradorista, hubiera estado sumamente complacida durante la fastuosa boda de Margarita de York, efectuada el 3 de julio de 1468, nupcias que costaron, si ajustamos el dinero a la edad contemporánea, más de 4 mil millones de pesos, ¡fascinada estuviera la crítica política con aquel enlace matrimonial que hasta programas de alabanza, no me cabe la menor duda, se hubieran sacado de la manga las televisoras tanto públicas como privadas sin faltar algunas memorables menciones del evento, por supuesto, en series como Primer Plano o Tercer Grado, faltaba más!
Tal vez saliera a relucir el orgullo, o la envidia, según, por las pertenencias admiradas del sultán de Brunei, Muda Hassanal —nacido en Bandar Seri Begawan el 15 de julio de 1946—, nada menos suntuoso coleccionista de coches que suman, a la fecha, más de 7 mil, entre ellos medio millar de Rolls Royces, más de 170 Jaguar y más de 130 deportivos Koenigsegg, que todos juntos cuadrarían, se dice, en un radar mayor de 32 kilómetros, ¡Dos Bocas es una miniatura ante estos prodigios de extensión terrenales, por Dios!
Los opositores del obradorismo seguramente hubieran preferido candidatear a John Travolta en la presidencia del país mexicano ya que, ¡él solito!, se compró su propio avión para sus eventualidades en la magra cantidad de más de 82 millones de dólares hace ya varios años atrás, ¡sólo una diferencia mínima de una decena de millones de dólares menos en la promoción del avión presidencial que el mandatario mexicano acaba de venderle al gobierno de Tayikistán!
Dinero, dinero, dinero…
Y eso que en este tema, el de la agencia Notimex, los “críticos del sistema”, por tratarse acaso de un rubro periodístico —es decir que no les interesa en lo absoluto—, han preferido no posar sus ojos en la compleja y azarosa trama, que de haberse involucrado —los “críticos del sistema”— no me imagino cuánta raja convenenciera hubieran afilado en sus campañas detractoras…
¡Porque en esta introspección vaya si no habrían hecho de las suyas con su demoledora infiltración intelectual!
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Como la teatrera Sabina Berman quien, en lugar de airear en su programa Largo Aliento —en la televisora pública— un caso conflictivo como el de Notimex, prefiere atender trascendentales urgencias de la vida social como invitar, con prontitud —el viernes 22 de junio—, a la pundonorosa Xóchitl Gálvez para tratar de convencerla —ahora sabemos que en vano porque a los pocos días de la charla con Sabina Berman aceptó la contienda previa entre los opositores políticos al régimen para aspirar a la presidencia por parte del PRI, del PAN y del PRD, consigna confirmada por López Obrador, el lunes 3 de julio, al afirmar que es ella precisamente la elegida por el “poder supremo conservador” regido por Claudio X. González para contender por el Poder Presidencial en 2024—, o por lo menos así se dejó ver en la pantalla casera, que se sumergiera a la candidatura del gobierno de la Ciudad de México porque tendría, desde el refulgente punto de vista de la politóloga Sabina Berman, todas las de ganar ante el ostentoso debilitamiento de Morena en la capital del país, según la aguda observación de la dramaturga ahora destacada periodista. Porque hablar con Xóchitl Gálvez, luego de que el presidente morenista no le abriera las puertas de Palacio Nacional, no es un asunto menor sino una cuestión de importancia nacional, ¡caray!, ocasión que aprovechara, ¡pero por supuesto!, la hoy senadora panista para criticar, entre otras cosas, el supuesto desastre que el obradorismo ha impuesto en el Instituto Mexicano del Seguro Social con sus programas sociales que han conducido a la sanidad pública a una debacle desconocida o criticar el gasto oneroso en Dos Bocas en vez de usar ese dinero en bien de la necesitada población sin recursos pecuniarios.
Y Sabina Berman parecía darle la razón a la senadora en todos sus apuntes políticos, los cuales son exhibidos con sorna por otros propietarios de programas en la televisión pública como El Chamuco, donde miran a la botarga dinosáurica de Xóchitl Gálvez como un ente venido del espacio exterior o como una política —Xóchitl Gálvez— ajustada a los conforts oportunistas, como es apreciada en la Mañanera 360 (¡estaba por dejar en el olvido el comentario mordaz de Jairo Calixto Albarrán, del viernes 23 de junio en su sección “Cortes Finos” en el noticiario nocturno de Canal Once, sobre las botargas de Xóchitl Gálvez sin decir nada —el propio Jairo Calixto Albarrán—, ni una sola referencia, de la fastuosa entrevista del día anterior de Sabina Berman candidateando justamente a esta senadora extraterrestre, según Rafael Barajas lo dejara señalado en El Chamuco, como ya he dicho!)… pero para Sabina Berman, pluralidad milagrosa de los medios masivos del Estado, la senadora hidalguense es algo así como la salvadora de la catástrofe morenista que ha hundido, ¡oh, diantres!, a este país en el extravío político, porque para Sabina Berman no sólo ella es la que ha puesto los ojos en esta convincente prianperredista (cuya campaña “genial”, en palabras de Sabina Berman, la vislumbramos en muchos lados con el garabato de un corazón) sino, además, también aquellas cabezas pensantes de la oposición como —y no tuvo empacho Sabina Berman en nombrarlos— Héctor Aguilar Camín, Loret de Mola y Jesús Silva Herzog, tres de los santos patrones de la oposición “crítica” que vaya uno a saber cómo hacen para tener cada día un feroz señalamiento contra el obradorismo sin importar si estuviera —el señalamiento— basado o no en una indagación real.
Porque en esto de los enfrascamientos inconsútiles de la información ya no importan las procedencias, lo mismo se puede alharaquear con un dato falso que con una investigación verificable. Y en esto ha caído tanta gente que uno supondría veraz en su glosa que, acaso no queriendo, ha venido a desvelar el lamentable estado periodístico del país (no sé qué le diría, si viviera, Miguel Ángel Granados Chapa a una Guadalupe Loaeza por tanto destornillado tuit que suelta, ella, en las redes sociales para subrayar su inconformidad contra el gobierno obradorista, por ejemplo).
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Si me refiero nada más a los canales públicos es porque, ¡Divino Dios!, ¿para qué veo la televisión privada si su aversión al obradorismo se evidencia desde la primera señal con dogmas aprehendidos donde la inteligencia brilla por su ausencia? Los participantes en las empresas privadas de comunicación obedecen a señalamientos económicos, no a sí mismos: si menciono la fobia contra el gobierno morenista no quiero decir que ése sea el básico motivo por el cual no miro los canales privados, probadamente materialistas, sino me parece conducente señalarlo por la adyacente, siempre inesquivable, manipulación emprendida para su bienestar económico: los emporios mediáticos, hoy, no reciben las cataratas financieras del ayer que los mantenían distantes de la pluralidad cultural —por eso recalco su repulsa obradorista que refleja su pulso monetarista— que ahora enorgullece a los medios públicos manteniendo, incluso, a acérrimos contraobradoristas como Sergio Ahuayo o María Amparo Casar que, sin embargo, no renuncian a sus colaboraciones en el gobierno que aborrecen —ni siquiera por una simbólica o mínima cuestión ética— por no dejar de cobrar unos cuantos cientos de miles de pesos anuales.
Dinero, dinero, dinero…
Aunque, no se crea, también mirar los medios públicos ofrece ciertos embalajes cadenciosos perogrullescos, y sumamente complacientes, que a uno, en efecto, lo han dejado desconfiado de los personajes mediáticos públicos, pues debido, creo, a esta pluralidad federativa donde la censura es inexistente a veces nos vemos, me veo, en la apabullante hartura de contemplar escenas que yo daba por descontadas en los territorios inventivos de la comunicación pública inteligente, mirando en ocasiones… ¡entrevistas con Verónica Castro dando por un hecho que lo que esta bonita mujer hiciera en la televisión privada era toda una graciosa, y gloriosa, sabiduría o escuchar cantar a Mijares rodeado de cortesías verbales o ver todo un programa dedicado a exaltar la figura de Raúl Velasco, el corrompido influyente de la música popular radiofónica mexicana, trío de personalidades que ya nadie recuerda en el emporio Televisa donde adquirieron fama y fortuna!
En el mismísimo Canal 22, no en este sexenio, Armando Manzanero (que tenía un programa musical en esa televisora por tratarse, él, de un poderoso funcionario de la Sociedad de Compositores) presentó a Paulina Rubio acotando que, ella, ¡era la mejor cantante que había dado México al mundo!
Ver para creer, tal vez un airado —aireado— eslogan que encajaría de manera idónea en la búsqueda de una definición acorde a la televisión mexicana.
Siempre había habido pesarosos letargos en los espacios públicos por condiciones genéticas de clonación mediática, cómo no, pero ahora una ferviente, y férvida, pluralidad se viene a sumar a una necesaria, permanentemente admirada, circunstancia multiculturalista.
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—Pero hay cargos convertidos en letargos que los encargados, con grandes recargos, los hacen enfadosos fardos —me dice, atingente, un amigo, buena gente, agente del servicio burocratizado de la cultura distanciado de las conveniencias políticas, sintetizando, a su parecer con ingenio, mis conmociones sobre los dados cargados de los cargos políticos.
—Ajá —respondo entonces guardando en seguida un cauto, cautivado, silencio.
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LALUPA.MX
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