Un demócrata de altura
La muerte de Porfirio Muñoz Ledo, ocurrida en la madrugada del domingo 9 de julio del año en curso, ha ocupado los titulares de diarios nacionales y extranjeros. Por su parte, en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lamentaron el deceso de quien fuera representante de México en la sede de Nueva York, Estados Unidos, durante seis años, destacando su gestión en ese organismo internacional: “Lamentamos el fallecimiento de Porfirio Muñoz Ledo. Fue representante permanente de México ante la ONU, coordinó el Grupo de los 77 y presidió el Consejo de Seguridad, dejando un legado en la promoción de la paz y el multilateralismo. Nuestras condolencias a sus seres queridos”, se lee en el mensaje oficial.
Muñoz Ledo fue una figura destacada y fundamental en la vida política de México. Y más allá de la polémica en torno a su desempeño en los diferentes cargos del servicio público y la diplomacia nacional, son de resaltar su papel como un gran impulsor de las libertades democráticas, su capacidad de entender y ejercer la política como un espacio en el que son a veces necesarios sutiles requiebres para no romper abruptamente el diálogo y puentes de entendimiento.
Hombre ilustrado, concibió la política como espacio de disensos; pero, ante todo, de búsqueda de soluciones. No cabían en él los absolutos. Inteligencia, conocimiento de la condición humana y lucidez para distinguir que en el campo de la política se tienen adversarios, no enemigos.
El aullido del lobo y los balidos de los corderos
Por el peso de esta figura emblemática en la vida del país, es que rescato parte de uno de los dos artículos que escribiera sobre él y que fue publicado hace justamente tres años, en este espacio de LaLupa.
Hablé en ese entonces de ese viejo sabio de la política que fue Porfirio Muñoz Ledo. Un hombre de mente clara, olfato agudo, memoria intacta. Le llamé un viejo lobo con más de seis décadas de vivir las mieles y batallas dentro de un territorio agreste y del que no siempre se sale bien librado; aunque, en su caso, siempre salió bien parado y sin haber metido nunca el rabo entre las patas.
Conocedor de todos los recovecos de la política nacional e internacional, ese viejo lobo de piel opaca, caninos desgastados, pasos vacilantes por el peso de los años, y el comprensible cansancio, todavía merodeaba por los territorios que el conoció tan bien y a los que se entregó con pasión. En los últimos tiempos hizo lo que pudo para mantenerse erguido y hacerse escuchar. Pero los lobeznos le atacaban en manada cuando este les conminó a enderezar el rumbo. Le desconocieron méritos, negaron sus aciertos y pretendieron ignorar el enojo de quien criticó los desatinos de una administración que insiste en querer convencer, a golpe de palabras, que es diferente a todas las demás, aunque los hechos se encargan de desmentirles.
Porfirio Muñoz Ledo, quien cumpliría sus noventa años el próximo 23 de julio, hasta el último momento alzó su voz crítica en un intento por hacer entrar en razón a una clase política que llegó al poder enarbolando banderas izquierdistas, pero que han demostrado ser un grupo de radicales que dejan mucho que desear en cuanto a estatura política.
La voz de alerta de Muñoz Ledo, desaprobando varias decisiones que se han tomado, no gustó a legisladores e incondicionales de la actual administración, quienes se lanzaban en denuestos, intentando desacreditar a este hombre que nadó durante décadas en las profundidades de las aguas turbulentas y poco claras de la vida pública. De manera conveniente “olvidaron” que él fue uno de los políticos que impulsó el movimiento de Morena y que estuvo junto a López Obrador desde el inicio del pretendido cambio.
Por supuesto que esos ataques vinieron siempre de las voces plegadas al voluntarismo presidencial; a casi cinco años de haber ganado las elecciones, el caudillismo de Andrés Manuel López Obrador ha quedado ya claro. Porque el presidente ha hecho de su figura la única voz desde la cual se dictan voluntades que los otros, sus corifeos, han de cumplir. Y de eso dio cuenta una y otra vez Muñoz Ledo, quien, sin ambages, reprobó tal actitud.
Entre las tantas inconformidades de Muñoz Ledo, recordamos la relacionada con la iniciativa que el presidente López Obrador envió a la Cámara de Diputados, pretendiendo modificar a su antojo el presupuesto federal ante la crisis económica derivada del Covid-19. Al respecto, Muñoz Ledo consideró que tal iniciativa era un despropósito, porque otorgaba excesivas atribuciones al presidente y le eximía de la obligación de rendir cuentas sobre el uso presupuestal. El experimentado legislador agregó una advertencia más: “Se está pretendiendo, verdaderamente lo digo con cuidado, pero con firmeza, violar el artículo que ordena que nunca haya fusión de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo”. No paró allí su observación. Habló también sobre el papel condescendiente del parlamento, que mostraba estar allí para aprobar todas las iniciativas que el presidente enviara, por muy antidemocráticas que fueran, dijo. Y, en otras ocasiones, recordó que si algo se buscó para bien de la vida democrática del país fue acabar con los voluntarismos de un solo hombre e instaurar el sano equilibrio que debe haber entre los poderes.
La voz incómoda
Porfirio Muñoz Ledo siempre fue un impulsor de los cambios. Gran negociador, agudo y pertinaz. Y este último periodo de su vida no fue el único en el que aquellos que sintieron tocados sus intereses pretendieron minimizar y hasta descalificar sus opiniones. Le sucedió incluso adentro del mismo PRI, cuando señalaba cosas que no gustaban a grupos de intereses de ese partido.
De este viejo político veleidoso en sus formas, sibarita, teatral en su tono, se podrían decir muchas cosas, pero nunca negar que, además de una preclara inteligencia y conocimiento de la vida política y social de México, fue un gran impulsor de la democracia y aspirante a construir un México más justo.
Más de una vez incomodó con su franqueza. Y tiempo después de haber apoyado el triunfo de López Obrador y a su partido, mostró su preocupación al ver que aquella causa que apoyó se alejó de los principios postulados. Hablaba claro: “Yo soy miembro de Morena –dijo en alguna ocasión–, pero soy Porfirio Muñoz Ledo. No es un privilegio, sino una tarea que el país reconoce, tengo una singularidad y no soy un borrego, no les sigo ni lo haré… No soy discordante, soy opinante. En muchas de sus iniciativas estoy de acuerdo, pero hay algunas en las que no lo estoy, y no me voy a callar en ningún momento ni en ninguna circunstancia”.
Durante la pandemia, insistía en la aprobación de un ingreso mínimo. Esta iniciativa, surgida en marzo por la oposición, pero respaldada por el propio Muñoz Ledo, tenía como fin paliar la crisis económica por la pandemia. Sin embargo, la propuesta, además de ser rechazada, fue motivo de confrontación entre los mismos integrantes del partido cuyas opiniones se dividieron con respecto al tema. Uno de los más reacios y contundente en su rechazo fue el líder nacional de Morena, Mario Delgado, cuya consigna es cuidar que el poder actúe con centralidad y control clientelar que, en el fondo, están ejerciendo a través de “dádiva” disfrazada de ayuda. Muñoz Ledo propuso que la iniciativa se basara en un padrón único y que formara parte de una política nacional contra la pobreza extrema: “Nosotros tenemos que abordar esto como un problema humano permanente. El ingreso mínimo vital debe ser progresivo”, añadió entonces, haciendo un llamado a las compañeras y compañeros de todos los partidos para conjuntar esfuerzos en pro de un solo proyecto unificador.
Fuertes declaraciones
De las declaraciones más fuertes que Porfirio Muñoz Ledo realizara en los últimos tiempos, están las que revelara al reportero de Latinus Claudio Ochoa. “Yo te puedo afirmar que no hay ningún partido político en América Latina cuya dirigencia sea más obviamente corrupta que Morena”, aseguró en esa entrevista, aludiendo a Mario Delgado; aseguró que de esto tiene conocimiento el actual presidente. En ese entonces habló también de lo que significaba “la corcholatización de la política”, como indicador del desprecio a la política y a los seres humanos. “Son piececitas de juego con las que entretiene a todo mundo”, agregó.
En otro de los momentos, y ya al término de la entrevista, el reportero le recordó a Porfirio Muñoz Ledo cuando él, en calidad de presidente de la Cámara de Diputados, colocó en 2018 la banda presidencial al hoy presidente. Al respecto, le preguntó: ¿Se arrepiente de haber respaldado a Andrés Manuel López Obrador?
Su respuesta fue inmediata: No. En política no hay arrepentimiento. Hay explicación. Yo de nada me arrepiento. Si las cosas salieron mal, salieron mal, ¿de qué sirve arrepentirse?
Q. e. p. d. Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega
23 de julio de 1933-9 de julio de 2023. Ciudad de México.
Queda para los archivos de la historia la voz de este político de piel curtida por los avatares de años entregados al servicio público. Sus luces y sombras serán mencionados también; pero será recordado por otras cosas más: como el haber sido un hombre de Estado, un tribuno que sorteó los improperios y mantuvo su coherencia. Quedan las palabras de quien continuó hasta el último día de su vida alzando la voz contra el radicalismo que hoy ha llegado al escenario del máximo poder.