¿Qué es lo primero que se viene a la mente cuando hablamos de cultura? Pues arte, tradiciones, idiomas, esas cosas. Para mí, desde que comencé a pensar en ella, la imagen que aparecía era la de un campo arado, con surcos profundos y yerbas pequeñas.
Un par de años más tarde, mantuve correspondencia con la maestra Adriana Olvera, una de las piezas claves en mi divina y sinuosa relación con el idioma español. Recuerdo que un día me escribió:
Hola, querido Braulio.
Perdón que responda hasta ahora. Tienes razón, están completamente hermanadas, aunque la relación me parece que es más maternal: ‘cultivo’ es la madre, ‘cultura’, la hija.
No me atrevo a asegurar que vemos lo mismo, pero te comparto lo que veo, sin mucha elaboración: veo tierra, raíces, trabajo y frescura; madera, cobijo, solidez y manos agrietadas; alimento. El esfuerzo que toma cuidar de los dones de la naturaleza para que nos cubran y la constancia que se requiere para generarnos el alimento físico, intelectual y espiritual (porque la cultura en el sentido amplio me parece que toca el alma de la persona y de los pueblos, lo que de humano tenemos)…
PD: Checa la definición de 1729, no es la primera pero me pareció linda.
Las personas somos campos y, entonces, cultivarnos puede ser una razón para mantenernos vivos. Entre flores y cenizas, sequías, inundaciones, días soleados, lunas llenas, abejas o lombrices, así como todo lo que está en medio de esos extremos, que es, para una pequeña milpa –como somos todxs nosotrxs– el universo entero.
Es por ello que me intriga la polarización que existe al momento de evaluar la cultura en el discurso popular actual, generalizando, claro. Está lo culto, lo inculto y, me atrevo a decir, lo naco. Como en las demás esferas de la superestructura cosmológica de nuestras sociedades, si no atiendes ciertos cánones –influenciados por la normatividad heterosexual, el patriarcado, el capitalismo añejo, el aspiracionismo eurocéntrico, blanco, y un largo etcétera– dejas de ser parte de la “cultura”. Los Sonidos de la H, por más de un año, han sido una sinfonía que intenta argumentar en contra de esta idea, establecer que la definición más precisa de cultura es: “todo”.
Porque si es siquiera posible de medir cuantitativamente la diversidad viva que pueda haber en un campo, no vale la pena. En cambio, de ser imaginable, deberíamos escucharla toda, al mismo tiempo o por separado, a ver qué tiene que decir de lxs demás y de nosotrxs. No importa si llega a unx en forma de libro, conversación, película, caminata, juego, tiktok, clase, canción, receta, videojuego, fiesta o simple y llana observación, el punto es escuchar lo que tiene para contar.
Es por eso que llevo siete meses escuchando la lista de reproducción “Atemporal” de Ignacio Cruz, argentino, productor –aunque sé que ese apodo no le gusta– y músico multiusos.
A él lo conocí afuera del teatro Margarita Xirgu, después del concierto de Juana Aguirre, donde hizo magia en diferentes dimensiones: en el teclado, la guitarra, los coros, las secuencias, el diseño del live show, y no recuerdo cuántas cosas más. Mientras nos prestidigitaba los sesos, Lucía Meira adormecía los pies cansados combinando su voz y el sintetizador, Dan Hakim nos mecía con cada golpe de tambor, y Juana nos en-cantaba, para cerrar el hechizo.
A pesar de haber visto a Cruz sólo en una ocasión, no se siente completamente desconocido, pues esta lista de reproducción que menciono es, en sus palabras: “La lista infinita. Sonidos de todo tipo, de todo el mundo y de todas las épocas”. Ahí se encuentran reunidas 1297 canciones, 105.5 horas de sonido y más de tres años de recopilación musical de una de las promesas de la música argentina.
En esta jornada rural, he sido meticuloso y curioso. En el campo de la mente, han crecido yerbas malas, flores, árboles, cactus, palmeras y un etcétera tan raro y largo como la diversidad de ritmos y armonías que conviven en esa recopilación. Cuando hablamos de cultura, empero, cualquier cosa es nutriente. Incluso cuando Cruz, como dice en una entrevista, prefiere trabajar con los vaqueros musicales antes que con los granjeros, pues “el granjero encuentra su pedazo de tierra y se dedica a explorarla y obrarla completamente. El vaquero sólo quiere cruzar la frontera, quiere encontrar el próximo territorio”, explica citando a Brian Eno. Esta compilación musical es excelente fertilizante para la agricultura personal.
Aunque se resista, de algún modo, es un excelente granjero.
Por ello, en esta ocasión les dejo una intrincada reseña crítica de un mixtape postmoderno. Si tienen oportunidad, escúchenlo, incomódense, cuestiónense, sorpréndanse, descúbranse, desconózcanse y vuelvan a encontrarse. Si no, al menos escuchen algo nuevo, para que algo en ustedes retoñe.