1
Cuando escucho al presidente decir, ufano, que todo ha cambiado, que ahora hay más humanismo en los servicios públicos, no puedo sino congratularme de ese significativo hecho, que antes parecía plantearse lo contrario precisamente para que las cosas continuaran aparentando estar en movimiento tras ser, diestramente, inmovilizadas.
Pero…
Pero un amigo, por cuestiones de su profesión, requiere dejar un papeleo, es decir una carpeta informativa, a una señorita que preside la Comisión de Abasto de la Ciudad de México, diputada Marcela Fuente, para más señas que atiende, le han dicho, en la Asamblea de Representantes, y va mi amigo, confiado, a ese recinto sólo para escuchar que la documentación no puede ser recibida porque ella no atiende ahí, ni a un lado, ni en alguna oficina de esa calle, que López Obrador mandó quitar oficinas en dicho congreso de modo que tiene que ir hasta donde se halla el despacho del jefe de Gobierno, Martí Batres, en Oficialía de Partes para encontrar a tan importante persona, y va mi amigo, confiado, hasta el edificio de la Jefatura de Gobierno donde se aloja el gobernador de la Ciudad de México, pero…
Pero lo reciben los de la puerta principal, muchachos o gente grande con traje y corbata, con groserías, le dicen —incluso antes de saber a qué va mi amigo— que se aleje, que no pregunte nada, que no rebase la línea de donde está, que se largue, y él alcanza a preguntar por la encargada de la Comisión de Abasto de la ciudad, y le medio dicen que es en el otro edificio, el que está a un costado, y va hacia allá sólo para escuchar que no conocen a nadie con ese nombre, que vaya a preguntar a Palacio Nacional, que está atravesando la Plaza de la Constitución, y al llegar ahí le dicen que no, que regrese de donde vino porque ella se encuentra en Oficialía de Partes, en la Jefatura de Gobierno, y regresa nuevamente mi amigo para hallar más groserías, que no pregunte nada, que se aleje, lo que al final hace después de encontrarse con negativas y descortesía de esta fina gente que resguarda las puertas de la política nacional.
Me lo cuenta entristecido porque ha vivido el mismo laberinto burocrático que se ha adueñado del país desde hace varias décadas: nadie sabe nada, no pregunte nada, aléjese de aquí, no venga a molestar, arrégleselas como pueda, sáquese de aquí.
2
El pasado 2 de agosto, en su conferencia matutina, el presidente López Obrador expresó lo siguiente con respecto a la negativa de su gobierno para mantener las millonarias cifras de dinero destinado, en anteriores sexenios, al rubro de gastos de publicidad que benefició a diversos diarios y emporios televisivos así como a numerosos periodistas: “Los tendríamos hablando muy bien de nosotros si los maiceamos”, asunto cierto ya conocido por todos pero no por ello menos importante que, de algún modo, pudiera venir a resolver la ansiada Ley de Medios que confirmaría la trascendencia de la veracidad pasando por alto, o ignorándola, la calumnia desinformadora.
López Obrador nos ha dicho, una y otra vez, que los medios de comunicación hoy son, en realidad, medios de manipulación, a la vez que nos contaba una de sus fundamentales revelaciones ahora referida a la conductora Azucena Uresti quien, según el mandatario tabasqueño, en algún momento fue buscada por Loret de Mola: “¿Para qué la querían en Latinus? ¿Para qué la llevaron a Radio Fórmula? ¡Para atacarnos!”, precisó López Obrador.
Porque, en efecto, hay cosas que no se han modificado en este país a pesar de la buena intención gubernamental, pero uno ya sabe que las palabras a veces se las lleva el viento a parajes turbulentos de terquedad y conservadurismo que se niegan a mirar las cosas con ojos que no sean los mismos de ayer.
Por eso cuando escucho al presidente decir, ufano, que todo ha cambiado, que ahora hay más humanismo en la intemperie social, volteo a ver a diversos, y variados, periodistas que continúan con los trámites del pasado; apenas hace unos días en los canales de la televisora pública se dijo, ¡con seriedad implacable!, que la administración obradorista era “neoliberal pero fallida”.
Lo juro.
3
Pareciera que México no pasó también por esta feroz pandemia que nos ha cambiado tanto las formas de vida, tres años que se fueron tal como vinieron: en un abrir y cerrar de ojos, medio sexenio donde aún las fuerzas opositoras continúan culpando, e incluso llamando “asesino”, al médico Hugo López-Gatell quien, desde su honestidad profesional, ha hecho todo lo posible por resguardar la salud de los mexicanos, porque, aunque López Obrador nos diga que todas las personas son buenas, tenemos que reconocer que no es así, que hay gente que intencionalmente quiere dañar a otra.
Cuando yo estaba al frente de la sección cultural del periódico El Financiero recuerdo que algunos amigos me cuestionaban por haber mandado entrevistar, por ejemplo, a Xavier Velasco quien me había amenazado de muerte sin saber yo el motivo de tan drástica decisión suya, aunque conmigo el novelista empezara a escribir. Y vaya que Velasco sabe muy bien que, ante tal amenaza, nunca supo responderme cuando le llamé telefónicamente a su casa para saber qué le había hecho yo para tratar de acabar con mi vida, obteniendo, yo, respuestas cobardes como “Tú sabes por qué” sin saber en realidad yo las razones de su odio desmedido. Por eso algunas personas me decían que actuara como actuaba Fernando Benítez publicando, sólo, a mis amigos e ignorando a los que no simpatizaban conmigo.
No, no siempre todas las personas son buenas, le diría, y le digo, a López Obrador, siempre tan enjuiciado —el presidente— por asuntos que, hasta este momento, no puede nadie corroborar (dictador, aliado con el narco, mentiroso, patrañoso, hablador, egocéntrico, etcétera), si bien hay algunas contradictorias aseveraciones suyas que podrían dar motivo a especulaciones gubernamentales, como el exilio voluntario del periodista Jesús Lemus por haber escrito un libro sobre Gertz Manero por el cual ha sido amenazado y tenido, el periodista, que verse en la obligación de ocultarse para evitar cualquier accidente contra su vida, asunto que no se aborda en los conflictos periodísticos vaya uno a saber por qué.
Estas calamidades se vinieron a juntar con la inesperada, mortífera, pandemia que arribó en el mundo para modificarnos la vida enteramente que atravesamos al comienzo del gobierno obradorista que, desconcertado y atento, siempre estuvo pendiente de la ciudadanía a través de la información cotidiana de López-Gatell a quien desde un principio la oposición maltrató con injustificada insania.
—¿Qué habría sucedido si el PRI o el PAN hubieran estado al frente del país durante esta aterradora epidemia mundial? —me pregunta un amigo y él mismo, sin necesidad de esperar mi respuesta, se contesta—: la estafa en nuestra contra hubiera superado a la denominada Maestra, se hubieran robado todo el erario e incluso tal vez hasta las medicinas las hubiéramos tenido que pagar mediante una cooperación voluntaria en el momento de vacunarnos, tal vez.
Pero como esa desgracia —de que el PAN o el PRI nos gobernara durante esta pandemia— no sucedió todavía, en venganza, la oposición llama “asesino” a quien nos protegiera.
Ciertamente no todas las personas en este mundo son buenas.
4
Si no es esto es aquello, lo importante es exhibir la ira opositora a veces sin razón alguna, como ha ocurrido recientemente con los libros de texto gratuitos, armando la oposición contraobradorista una alharaca sin precedentes en torno al contenido educativo que llevan inherentes estos volúmenes.
Javier Alatorre, amigo del presidente López Obrador según López Obrador, ¡dice que no es posible que a los niños les hablen del brasileño Paulo Freire!, cuyo centenario natal se efectuó hace dos años, justamente un 19 de septiembre. O Alatorre no sabe quién es don Paulo Freire, o no ha sabido leerlo, o lo dice nada más por consigna para molestar a su amigo el presidente, porque tan insigne intelectual es una referencia mundial en asuntos de la democracia participativa que tendría uno que leer a lo largo de su vida. Libros suyos como Pedagogía del oprimido, La educación como práctica de la libertad o Cartas a quien pretende enseñar son, sencillamente, grandiosos documentos lectivos.
¡Pero ahora resulta que son enseñanzas comunistas!
El senador republicano Joseph McCarthy (1908-1957) se ha de estar removiendo de alegría en su tumba al percatarse de sus seguidores mexicanos tras ser él un imperturbable cazador de comunistas. La ideología de dicho político estadounidense costó tantas vidas de gente buena en su Estados Unidos que aún hoy en día se cuenta como una de las mayores infamias sucedidas en Norteamérica.
Sin embargo, López Obrador insistió —durante dos días seguidos— en decirnos que Alatorre era un amigo suyo.
Pero si así son los amigos, preferiría mejor yo estar aislado de ellos.
Y no volver a visitarlos jamás, ya que hablan a gusto a mis espaldas, como tanta gente lo hace sin yo enterarme de sus odios u ofensas.
Pues no todos los amigos son en realidad como dicen serlo, porque hay de amigos a amigos, así como amores que dicen serlo y otros reales.
5
Dice López Obrador que ya nada es igual a lo que antes políticamente se hacía, pero el viernes 4 de agosto la Comisión de Quejas y Denuncias del Instituto Nacional Electoral ordenó al presidente de la República se abstuviera, de ahora en adelante, de emitir opiniones sobre los derechos políticos de Xóchitl Gálvez al incitar López Obrador, según el Tribunal del INE, una clara Violencia Política en Razón de Género al emitir sus puntos de vista sobre la senadora y aspirante presidencial del Frente Amplio por México, resolución que coincidiera, casualmente, con algunos modos informativos del noticiario de la tarde del Instituto Mexicano de la Radio al aceptar —no sé si gustosos o airados contra López Obrador por cometer tales imprudencias en sus discursos mañaneros— el castigo, merecido para ellos según exhibieron no sin cierta oculta moderación, proporcionado por el Tribunal electoral.
“Se ordena al presidente de la República —dice de manera textual este intocado Tribunal— se abstenga, bajo cualquier modalidad o formato, de realizar manifestaciones, emitir comentarios, opiniones o señalamientos sobre temas relacionados con los derechos político-electorales de la quejosa [Xóchitl Gálvez] y de las mujeres, ya sea de forma positiva o negativa, cuidando que su actuar se encuentre ajustado al respeto irrestricto de los derechos humanos de las mujeres”, de modo que la Presidencia de la República deberá “bajar” definitivamente “los archivos de audio, video y versiones estenográficas de las plataformas oficiales”, en un plazo máximo de 24 horas, todas las expresiones del mandatario tabasqueño “en contra de la senadora panista” emitidas durante las conferencias matutinas de los días 10, 11, 14 y 17 de julio pasados.
Nada debe decir, pues, sobre sus oponentas —en irrestricto y benigno lenguaje inclusivo—, intocadas figuras irrebatibles de la femineidad rozagante —rozafrágil, rozaclara, rozaufana—, mientras éstos, éstas, éstes, en cambio, sí pueden regodearse en las majaderías contra el líder morenista (hombrecito que se ve, debiera ya estar enterado de que los hombres no deben llorar, dicen sus jubilosos opositoros, opositoras, opositores), lo cual confirma una radiante aunque contradictoria paradoja de la vida política mexicana: al “dictador”, como lo denomina la permanente oposición suya, se le ha dictado la orden concluyente de acallarlo… contrastando, una vez más, los bien intencionados decires del presidente con la rutinaria practicidad real de la política nacional.
6
Por algo todos los presidentes de la República anteriores preferían no hablar a sabiendas de que nada estaba en su contra porque, de antemano, todo era suyo porque ya previamente lo habían comprado, fórmula idónea para evitarse calificativos inapropiados de una crítica a modo.
Guardar silencio elude la elaboración del contraste que produce, innegablemente, el pronunciamiento de una expresión prorrumpida.
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