Este 9 de agosto de 2023 se cumple el primer año desde que el presidente estadounidense Joseph Biden firmó la entrada en vigor del Acta de Chips y Ciencia, mediante la que el gobierno de ese país destinó una multimillonaria cantidad de recursos públicos en apoyos directos e indirectos para apuntalar el desarrollo de tecnologías estratégicas para el futuro inmediato de la humanidad, entre ellas la biotecnología, la computación cuántica, las energías limpias y la inteligencia artificial; así como para fortalecer las cadenas de proveeduría críticas para las nuevas industrias basadas en aquellas, que ya están siendo desplegadas, y entre las que se encuentran las celdas de carga o baterías que demanda la electromovilidad, o los microcircuitos electrónicos que permiten el funcionamiento de incontables artículos, desde las computadoras y los dispositivos electrónicos inteligentes, hasta los enseres domésticos más modernos y los propios vehículos automotores ligeros.
El Acta de Chips y Ciencia fue un esfuerzo bipartidista y bicameral que, desde que comenzó a mencionarse años antes de su promulgación, levantó un gran interés en diversos sectores, pero de manera particular en el de los microchips. Con la inyección de recursos públicos, Washington busca recortar la brecha actual en la fabricación de circuitos electrónicos miniaturizados con respecto a la región asiática, en la que Taiwán, Corea del Sur y la República Popular de China mantienen una ventaja muy considerable. A pesar de que las capacidades de diseño de los chips siguen siendo controladas casi de forma absoluta por las compañías estadounidenses como Intel, Apple o Nvidia, por citar algunas, estas mismas firmas mantienen todavía contratos para la manufactura de sustanciales volúmenes de sus dispositivos con empresas como la sudcoreana Samsung Electronics o la taiwanesa Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC).
Tras este primer año, en el que el gobierno de la Unión Americana ha afinado los conductos a través de los que fluirán los recursos del Acta de Chips y Ciencia, vemos ya una gran actividad por parte de la iniciativa privada. Mientras que TSMC construye un par de fábricas —conocidas en el medio como fabs— en Phoenix, Arizona, Intel edifica también dos en esa entidad, en las cercanías a Tucson, y otro par en el condado de Licking, Ohio, y Samsung Electronics hace lo propio con una fab en Texas. Estos desarrollos representan ya una inyección mayúscula de recursos privados para ampliar la capacidad de producción de microcircuitos en territorio norteamericano, pues la inversión inicial para construir cada una de estas fabs ronda aproximadamente los 20 mil millones de dólares estadounidenses.
Sin embargo, este incremento en el número de fabs en suelo estadounidense no necesariamente se traducirá en un aumento en la capacidad de producción pues, por ejemplo, TSMC ha advertido que, al menos al inicio, sus nuevas fabs sólo fabricarán unas 50 mil obleas por mes, lo que equivale a la mitad de lo que sus instalaciones en Taiwán pueden producir en el mismo lapso. Algo similar sucederá con la producción de Samsung Electronics, ya que el 90 % de su inversión global en nuevas instalaciones seguirá teniendo como destino a Corea del Sur.
Pero quizá lo más trascendente es que recientemente TSMC anunció que se ha visto en la necesidad de retardar hasta el 2025 la apertura de sus fabs en Arizona. Lo anterior se debe a la falta de fuerza laboral, tanto para la construcción misma de las instalaciones, como para la operación apropiada de las máquinas litográficas que constituyen las líneas de producción. Según estimaciones realizadas por la Asociación de la Industria de los Semiconductores, en el 2030 este sector enfrentará una escasez de 67 mil técnicos especializados en semiconductores y a la economía estadounidense en su conjunto le faltarán un millón 400 mil especialistas en disciplinas como la electrónica, programación y cómputo. Gran parte de esta demanda de talento bien podría ser cubierta por los jóvenes mexicanos, pero para ello se requerirá que las instituciones educativas de nuestro país aumenten considerablemente los programas de pre y posgrado en estas disciplinas.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.