Dice la máxima helénica: «Mente sana en cuerpo sano», para dar a entender que el ejercicio físico es esencial para que las facultades mentales de las personas se encuentren en plenitud. Por ello, quizá, es que para mantener sus capacidades cognitivas al máximo, los antiguos griegos aprovechaban también los encuentros deportivos que realizaban periódicamente tanto en Olimpia como en Delfos, a los que les llamaban Juegos Olímpicos y Juegos Délficos, respectivamente; los primeros mucho más conocidos en la actualidad, pero en el pasado igualmente importantes para los moradores de la península del Peloponeso.
Con la recuperación de esta justa deportiva a iniciativa del barón Pierre Fredy de Coubertin, los Juegos Olímpicos modernos representan, en muchos casos, la cúspide para los practicantes de numerosas disciplinas deportivas, en el ámbito amateur. Quien obtiene una medalla olímpica se convierte en una celebridad en el medio de los deportes y se le reconoce mundialmente por el resto de su vida por ese logro único e irrepetible para cada laureado, inclusive sin importar que en una siguiente edición su marca pueda ser batida.
Países como los Estados Unidos de América, la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte y la República Popular de China, han asimilado la máxima milenaria y estimulan en sus ciudadanos los ejercicios mentales y deportivos por igual. En el ámbito de la ciencia y la tecnología estas cuatro naciones (la URSS mientras duró) han mostrado durante décadas que impulsan la investigación científica y se benefician del desarrollo tecnológico. También en el deporte lideran el medallero histórico de los Juegos Olímpicos y, antes de esta XXXII olimpiada, que por la Covid-19 se extendió un quinto año, respectivamente habían sumado 2 520, 1 010, 847 y 543 medallas de oro, plata y bronce.
Nuestro país, también es fiel evidencia de la veracidad de la máxima griega, pero lamentablemente como contraejemplo, pues nuestras inversiones en deportes son tan magras como las de ciencia y tecnología. Como resultado tenemos un precario desarrollo tecnológico que nos hace dependientes de otras naciones, y en la práctica del ejercicio físico tampoco obtenemos resultados exitosos en proporción a la población relativa que ocupamos en la humanidad. Hasta antes de los Juegos Olímpicos 2020+1 que ahora se llevan a cabo en Japón, México había acumulado apenas 69 medallas olímpicas, 13 de oro, 24 de plata y 32 de bronce, siendo los clavados, el boxeo y la caminata, las disciplinas que más han destacado, todas estos deportes individuales en las que la convicción de los deportistas mexicanos es la que ha trascendido por sobre el fomento generalizado en la población.
Sin embargo, a pesar de esta evidente falla histórica de las políticas de ciencia y tecnología, así como de fomento al deporte, es claro que la materia prima está presente en buena calidad y proporción en ambos campos. En el caso de la ciencia, por ejemplo, basta voltear a ver los resultados que continuamente obtienen los jóvenes mexicanos que participan en las (mal llamadas) Olimpiadas Internacionales de Física, Química, Biología y Matemáticas, que organizan las comunidades científicas de estas disciplinas, habitualmente a través de sus sociedades nacionales; en México, por ejemplo: la Academia Mexicana de Ciencias, la Sociedad Mexicana de Física, la Sociedad Matemática Mexicana, o la Sociedad Química de México.
Tan sólo en las ediciones de este 2021, nuestros escolares participantes en estas cuatro competiciones del conocimiento han obtenido dos medallas de bronce en química, otro par en física, dos más en biología y una de oro en matemáticas. Todas ellas a pesar del retiro de financiamiento que las sociedades científicas de México han sufrido en la presente administración. Con toda seguridad otra situación totalmente distinta sería para nuestro joven talento mexicano, si tales apoyos fluyeran en las cantidades suficientes para fomentar el aprecio por la ciencia y el deporte, para que todos los mexicanos pudiésemos aspirar a tener una mente sana en un cuerpo sano.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.