Uno de los personajes que más me gustaban cuando era niña, era el hombre que cargaba con todos sus instrumentos en la película de Mary Popins. Caminaba y hacía música… tenía una trompeta, una tarola, unos platillos y hasta un fotuto que apachurraba cada vez que inclinaba la cabeza.
Me lo encontré. Sólo que no era británico ni anglosajón. Era oaxaqueño y moreno. Cargaba con una flauta, una tarola y una trompeta. La flauta casi no la usa, pero la trompeta y la tarola son sus instrumentos principales.
Bernardino Maurilio Morales Garzón es originario de Santo Domingo Yolotepec, en Oaxaca. Campesino. Cuando hay lluvias, siembra maíz, frijol, calabacitas. Cuando no, sale a las ciudades a cargar con la flauta, la trompeta y la tarola. Toca en las calles. Toca lo que sabe. Toca lo que puede.
Nació el primero de noviembre de 1962. Tiene esposa y seis hijos, dice, y se ríe pícaro. El náhuatl era su lengua pero dice muy seguro que ya todos los que son de su edad, casi no lo usan. No lo acostumbra porque siempre está fuera de su comunidad.
Ha viajado por muchos lugares. En Querétaro renta un cuarto de ochocientos pesos al mes en San Francisquito.
Sabe leer y escribir, pero aprendió de grande. Apenas logró terminar hasta quinto de primaria: -Nunca me gustó la escuela- me dice.
Bernardino toca para mantener a su familia mientras llegan las lluvias.
Cuando lo encontré tenía un mes y medio en la ciudad. Va y viene: La mordida de la vida, me dice.
Le pregunto si le va bien: Pues no muy bien pero ¡pues como me vaya!
Eran como las cuatro de la tarde y ya se veía sediento. Cansado de cargar y tocar. Su trabajo por las calles empieza a las doce una de la tarde y termina hasta que cante el grillo, me dice.
– En un día puedo ganar mucho, hasta doscientos pesos, a veces ciento cincuenta, ciento ochenta… de ahí a veces me quedan ciento veinte porque tengo que agarrar para cenar.
Y yo no paro de imaginar lo que significa ganar doscientos pesos al día y sobrevivir. Apartar sólo para una cena, la renta, el pasaje de regreso y lo que le tiene que llevar a su esposa.
– De pasaje, gasto ochocientos para irme a mi pueblo y otros ochocientos para venir otra vez.
Por estos días, Bernardino ya planea su regreso a Oaxaca. A fines de abril o la primera semana de mayo se regresa porque empiezan a preparar la tierra para sembrar. Se queda a barbechar y permanece durante la siembra que es de temporal.
Siembra maíz, calabacitas y un poco de frijol que dice que casi no se da.
Bernardino se queja, dice que en la milpa invierten mucho y gana muy poco:
– Para barbechar, el tractor que nos llega a trabajar nos cobra trecientos pesos por hora… En otras partes dicen que les cobran por hectáreas, pero a nosotros nos cobran por horas. El terreno en donde sembramos, en donde está nuestra casa, pues ya es mío, pero si alguien llega y me pide que venda una parte de mi terreno pues no está permitido porque es comunal, es del pueblo… Si no quiero trabajar ya mi tierra, se la entrego al comisariado del pueblo y ya ellos deciden.
No todos los días son buenos, no todos los días son malos dice Bernardino… a veces a la semana puede llegar a juntar unos mil doscientos pesos:
– Eso sí, me canso mucho. Es pesado caminar todo el día. Éste es el me cansa más (me enseña la tarola) pero pues así es…
Le pregunto por qué venir a Querétaro y sólo me contesta “pues es que así es”.
Así es. Es que así es. Y efectivamente así es para muchos y muchas. Siempre he creído que migrar es un acto de supervivencia y para Bernardino, campesino y músico improvisado, la vida así es. De doscientos pesos diarios y una renta de ochocientos en San Francisquito.
Su vida así es, de caminar y hacer música, como el británico anglosajón de Mary Popins. Pero con la carga extra del temporal y seis hijos que ya no están.
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